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Momentos duros de la historia que se convirtieron en arte

Quito, 14 nov. (La Calle).- Martín Jaramillo Serrano presenta una exposición fotográfica documental en honor a los arrieros de San José de Minas, cuyo trabajo fue marginado durante años. La exposición titulada “Historias de caña y contrabando” cuenta con 54 testimonios, 42 fotografías y 8 objetos museables, que narran el método de supervivencia que hallaron los campesinos en esta época. La exposición será hasta el 15 de diciembre en el Centro Cultural Metropolitano de Quito y la entrada es gratuita.

“En estos retratos quise buscar una mirada que se separara de la exotización del campo. Mi propósito fue dar toda la importancia de la foto a los arrieros, a su rostro y su fisonomía. Espero que, al ver las fotos, puedan establecer una relación directa con los arrieros, sin percibir el peso de la presencia del fotógrafo ni de la cámara, y que esta historia pueda llegarles a partir de sus protagonistas”, comentó el autor en sus redes sociales.

Durante el siglo pasado, los campesinos ecuatorianos vivieron tiempos de miseria donde la paga por sus jornadas laborales era tan ínfima que tuvieron que recurrir a soluciones desesperadas para alimentar a sus familias.

La parroquia San José de Minas, ubicada en la provincia Pichincha, se caracterizó en esos años por su producción de caña de azúcar, lo cual propició también la destilación del alcohol (licor de caña o puntas).

Los arrieros vendían este producto en Quito y Ambato de manera clandestina. Estos campesinos, tildados de contrabandistas, transportaban en mulas los productos, atravesando zonas peligrosas por la espesa vegetación, como eran perseguidos, algunos tuvieron que usar caminos labrados por sus propios pies (chaquiñán).

Cada año la parroquia recuerda a sus arrieros como héroes e incluso grupos de personas de San José de Minas: turistas, periodistas y otros personajes interesados, recorren los escabrosos caminos de los “contrabandistas” del siglo pasado. Cuentan historias al respecto y tratan de convertir en tradición una práctica, que no fue sino una solución desesperada a la pobreza que azotaba el sector en aquella época.

Según los testimonios de la exposición de Martín Jaramillo, los arrieros burlaban con sus caminos ocultos a los guardias, pero si estos los encontraban, podían robar sus cargamentos, encarcelarlos y/o matarlos.