Por: Alexis Ponce / defensor de Derechos
No hay un primero, ni un último. No tienen lugar numerado, como en la insana competitividad del mercado, la educación, la plata y el deporte. Son mis amigos ya muertos. Ninguno de ellos vive ya, y muchos murieron muchísimo antes de que el siglo 21 fuera ésto que es hoy: Capitalismo nazi, Pandemia circular y Sexta Extinción.
Ninguno de esos amigos amados me conoció, ni le hubiera gustado conocerme. Son mis amigos que hice cuando ellos ya habían muerto, cuando se murieron sin yo conocerlos aún, o cuando estuvieron remuertos por los siglos de los siglos (¿en serio están muertos?, si viven y laten en cada mal paso o buen andar que he dado en esta larguísima fugacidad que se llama la vida). Pero con muchos de ellos hasta converso, sí, pensándolos, dialogando con irónica esperanza sobre el inmundo mundo actual y de su Tiempo y Circunstancia, mientras los leo o los recuerdo (Umberto Eco, Baudelaire, Laurita Marx, Omar Kheyám, Malcolm X, Roberto Andrade, o Susan Sontag). Y con algunos disfruto tanto, pero tanto, su forma de ser, sus reflexiones, y paso tan bien, que me río solito a carcajadas o me pongo a llorar a mares, y Nelly -que al principio interrogaba
«¿Qué te pasa?»- ya se acostumbró y sabe que, si río a carcajadas, mientras preparo el almuerzo o el desayuno, es porque ando en tertulia con mi gran amigo, tan amado y tan espejo vital, tan respetado y añorado muerto: Marco Aurelio Denegri, del Perú, ¡sí señor! El mejor de todos los sabios, el más solo del país de Heraud y Vallejo. Porque «mis mejores conversaciones con mis amigos, suceden cuando ellos no están», escribía Adoum. Y, en mi caso, mis mejores horas son con mis amigos muertos pero inmortalmente vivos. Lo único que me mata y duele sin fin, es que hayan partido.
Y entonces, cuando río a lo bestia y me pongo a celebrar un dicho, Nelly ya no intuye, lo sabe nomás, y en voz alta dice desde el cuarto o la sala: «Ya ha de estar el viejo con su amigo Denegri». Así es, le confirmo. ¡Y por favor no me interrumpa cuando estoy con él!
En tiempos tan yertos y yermos, de mocosos viles que sólo tienen dinero: los Musk, los Zuckerberg, o de viejos viles con plata: los Bezzos o los Trump; o de jovenzuelos en impune libertad o en cómoda prisión que en el Ecuador se enriquecieron envileciendo un siglo entero… mis amigas con vida y mis amigos vivos, con vida aún, para suerte mía y del país, sabrán perdonarme esta mortuoria manía de 56 años: herrumbrada edad, de tanta lluvia ácida cayéndonos encima, año tras año, y de tanta esperanza muerta.
Pero Ellos no se me morirán nunca. Les presento a este lujo de ser humano, mi amado amigo Marco Aurelio Denegri, reflexionando en este vídeo: «La mayor parte de la gente, tiene la profundidad de un charco».
Clic al link para conocerlo, para oírlo y verlo:
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