Yo quiero un autógrafo de la ministra. Que me firme ese libro donde se cuenta la verdad verdadera de la verídica historia veraz, de los hechos ocurridos en octubre del 2019. ¿Quién mejor que ella para desasnarnos sobre la violencia en esos días? Estaré en esa Universidad brillante -donde se forman los mejores profesionales del país- con un esfero en forma de bala y ese libro hecho de plomo, para que la María, para que la Paula me agasaje con su rúbrica. “Octubre, la democracia bajo ataque”. Titulazo. ¿Qué espera El Comercio para contratarle como editora?
De pasito, le pediré a la coautora, una tal Amelia Ribadeneira, que me ilustre con su sabiduría de letras morenistas. Eso de escribir a dos plumas en el mismo libro debe ser cosa difícil cuando se tiene alma de uniforme camuflaje. Y como quiero ser atendido sin hacer fila, iré disfrazado de sub teniente o sub coronel o sub general. Así, esa firma será empática, sensible y duradera.
¡Vamos todos a ese lanzamiento! ¿Cómo nos vamos a perder semejante hecho histórico, en donde la ministra de gobierno contará al mundo su versión octubrera? Ya ven que los violentos han sido ustedes, pobres diablos que no comprenden para qué se inventó a la policía. Uno que pensaba que hubo exceso de uso de la fuerza, represión brutal. No. No ha sido. Es más, hay que agradecerle a la ministra, porque si no fuera por su amor a los derechos humanos, capaz que los muertos y heridos se triplicaban. ¡Uta, que somos ingenuos! Mejor dicho, ¡UDLA, que somos brutos!
A propósito de UDLA. ¿Por qué será que lanzan el libro en esa Universidad? Dicen que en ese centro de estudios se forman los mejores Boltaires, los mejores Romos y los mejores Martínez que en el Ecuador han sido. Hay que reconocer que la UDLA es el mejor negocio de estudios del país. Tiene su mérito, no en cualquier parte uno se gradúa con menos conocimientos que con los que llegó. Con que paguen, bienvenidos todos al centro del sabor… digo, del saber.
Aquí su firma, señora ministra; no sea malita. No sabe cómo he esperado sus palabras inscritas en el papel. Mire cómo le guiño el ojo, para que vea que uno sabe de marketing. Usted que entiende más de ojos que cualquiera. No me deje sin su autógrafo, Paula María. Si no quiere firmar en el libro, hágalo en mi cuello, en el hombro como si fuera vacuna. No me deje sin su marca divina, aquella que será guardada como reliquia para que la vean mis nietos, para que las futuras generaciones sepan de antemano y de antepié, quién fue la ministra más alma de policía de la historia del país.