La Memoria: un habito cotidiano en la responsabilidad del presente (opinión)

Ivette Celi Piedra

Hace un año el país vivió una de las más cruentas represiones estatales de los últimos años. Miles de manifestantes fueron víctimas de la violencia policial y militar en varias ciudades del país. El motivo: la eliminación del subsidio a la gasolina y al diésel, el incremento de pasajes de transporte urbano e interprovincial. Además, la feroz arremetida de las “recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional.

Alrededor de doce días de protesta, decenas de mutilados, once muertos, más de mil heridos y miles de detenidos fue el saldo de las jornadas de aquella justa protesta. Hoy en día estas cifras no son parte de la estadística del Estado, ni de los medios de comunicación corporativa. Medios que desde el inicio de las revueltas prefirieron informar de espaldas a la ciudadanía y establecer una memoria selectiva para que se recuerde únicamente lo que era conveniente para el régimen.

Sin embargo, ante el ocultamiento de la información, una gran cantidad de ciudadanas y ciudadanos optaron por registrar con sus propios medios un verdadero relato de los hechos. ¿Qué motivó a la ciudadanía a narrar realidades en torno a las revueltas de octubre?

Con toda seguridad, uno de los argumentos por los que decenas de ciudadanos y ciudadanas sintieron el ánimo de registrar la memoria de octubre, fue tener la posibilidad de repensar el pasado cercano y resignificar aquellas historias de resistencia que estaban pasando. Historias inadvertidas en el marco de lo que “la noticia” y el direccionamiento mediático estatal dejaron atrás.

La memoria solo se representa a sí misma cuando devela episodios dormidos en la luz del presente. Por ello la necesidad de reconstruirla, rescatarla y recuperarla, está más bien en el “milagro” de despertar un recuerdo que fortalece la solidez de la experiencia vivida. Justamente para no olvidarla, puesto que solo a través de la memoria, recobra la vida su unidad.

Memoria con las fotografías

Patricio Estévez, investigador y fotógrafo quiteño, fue uno de tantos en documentar las memorias de octubre, a quien agradezco por proporcionarnos sus imágenes. Para él explorar con su lente los momentos más dolorosos de las jornadas de protesta se convirtió un acto de responsabilidad. Para no olvidar una verdad que estorba y molesta al poder, pero que es necesaria para evitar que se vuelva a repetir.

Entender la metáfora de la vida a través del recuerdo implica no solamente provocar una revisión del pasado y de sus alcances en el presente. También supone explorar a lo largo del tiempo los episodios de la vida. Esos en los que somos capaces de reconocernos y hasta constituirnos en narradores o personajes narrados de los eventos que nos rodean. Ese es el resultado de un trabajo que se ha resuelto desde las nimiedades invisibles de los sentimientos colectivos. Sentimientos en el presente, se hacen visibles a través de la memoria visual.

Seguramente para muchos registradores de memorias y documentalistas no fue fácil indagar en la crudeza de los hechos de octubre. En tanto la experiencia nos haga partícipes del recorrido del otro, del protagonista de las luchas y la resistencia, la responsabilidad del presente no termina siendo una acción desvalida de aprendizaje. En eso radica la potencia de la memoria.

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