¿Masacres carcelarias le hicieron el juego a la guerra «antidrogas»? | Opinión

Por: Alexis Ponce / defensor de DD.HH.

Desde que Nixon impusiera desde el año 1971 la corrupta «Guerra Antidrogas» al resto del mundo, llenándolo de cadáveres, gastos colosales, invasiones por doquier, cárceles repletas de pobres desde Indonesia a Ecuador, presupuestos anuales más abultados y hasta recompensas directas a policías latinas transnacionalizadas proclives a la corrupción, esa guerra -que dura 50 años, casi mi edad: he sabido de ella y de su infinita y desastrosa vigencia, desde entonces hasta hoy-, sigue sin resolver en lo absoluto aquel tema, quizás porque los objetivos por los cuales fue creada, al igual que la DEA en su mandato, fueron siempre otros, como lo admitió cínicamente años después, uno de los funcionarios asesores de Nixon, para impulsar aquella costosa y recurrente guerra total, asimétrica e híbrida.

Esa guerra inviable es la que Guillermo Lasso, como supositorio invisible, puso a 16 millones de silenciados, la noche de su cadena nacional, sin consentimiento ni consulta, aprovechando la estupidización general del público, convertido por los mass media, Zuckeberg y su red social en jauría pavloviana.

Apenas iniciando su mandato, reinaugura, sin anunciarlo -otra vez, a lo Mahuad, LFC, Noboa, Gutiérrez, Bucaram o Sixto- como «Inevitable Deber del Ecuador», tal empresa inviable y suicida. La jauría es tan catatónica y los CEOs y trolls «libertarios» del amigo personal de Bolsonaro, tan audaces, que las redes sociales se inundan de una «exhortación» patéticamente trabajada durante meses. Ni el artifice del feriado bancario, Jamil Mahuad, que le dio apellido y nombre a un pasaje callejero en un elitista valle de la clase alta quiteña, fue tan evidente. Las redes, en efecto, ruegan a gritos, que Lasso admita el retorno de una base militar de EEUU en Manta u otro punto del Ecuador, o nuevas y plurales bases militares gringas «que nos libren del narcotraaaáfico y la violencia en las cárceleeeees».

Roldós, Borja, Palacio y Correa (éste en su primera etapa, en la que aún no se derechizaba ni mandaba la DEA en el ministerio de Serrano) fueron distintos. Por lo menos, en separar aguas y entender que la Guerra Antidrogas ha sido sólo un trillado pretexto que ha servido tradicionalmente a sinvergüenzas (ver la colombiana serie periodística censurada ‘El Matarife»), para hacer creer que «lideran la lucha antidrogas» en sus aldeas, cuando en realidad buscan otros fines.

El resto es marketing y lavado cerebral de los mass media y las redes. Y siempre toda intencionalidad de inaugurar un nuevo capítulo de la corrupta e inútil Guerra Antidrogas, va precedida de campañas mediáticas recurrentes en toda Latinoamérica y el tercer mundo, acerca del inusitado «hallazgo de toneladas de droga» (en los alhajas films y libros sobre la DEA, se nos enseña que nunca los hallazgos son gratuitos: sirven «para preparar el terreno»).

Al tema drogas, gracias a Nixon y a corruptos jefes policiales como Edgar Hoover, lo convirtieron -de ser lo que siempre fue y siempre ha sido: UN ASUNTO DE SALUD PÚBLICA- en tema de patrulleros y metralletas, en asunto policíaco, fiscal, militar, de endurecimiento legal, de más y más prisiones y de más presas y presos (siempre los más pobres en todas las prisiones del mundo y siempre los negros y los latinos en las de ellos).

De un tema de salud pública, como se lo entiende a la drogadicción convencional en Europa o Israel (en Portugal la legalización es total y Lisboa no tiene masas de drogadictos, ni mafias, ni carteles, ni cárceles salvadoreñas o ecuatorianas, ni masacres por el control territorial), lo transformaron en tema eterno para satisfacción de «Los Intocables», los Eliot Ness, los McCarthy y los Hoover.

En Suiza pude ver un día cómo la policía no era la que trataba este tema, sino los médicos y las enfermeras. Y la población, educada, pagaba en sus impuestos el tratamiento semanal a los adictos en sus casas o situación de calle. Vi cómo hasta sus Dormitorios Callejeros de Plástico Resistente, que se les construye en las manzanas de Ginebra para protegerlos del frío y la intemperie, allá van, puntuales como reloj suizo, un médico y una enfermera y les inyectan. Prefieren ellos mismos otorgarles la heroína o cualquier otra droga fuerte, a que cometan delitos, o maten o roben para comprar la droga, o se inyecten ellos mismos y haya contagios subterráneos de enfermedades. Y les va bien a todos como sociedad. Pero la élite ignorantona y simplona del Ecuador, que va asiduamente a Miami o a Europa y pasa por Suiza, seguro ni sabe ésto. Y que conste que el país de Heidy es el que lava igual o más dinero mal habido que los Panamá Papers y los Pandora ídems.

Convertido un tema de salud pública en uno de Orden Público y películas duras de matar, o en discurso bolsonariano a lo coronel Cobo, o en tema de «seguridad nacional» desde México a Perú, ha sido convertido en mono-tema para favorecer intervencionismos descarados en el resto del mundo subdesarrollado (no se les ocurriría meter la DEA y sus narices -es un decir- en Alemania, Francia o Inglaterra). Y eso, en pandemia, cuando se disminuyen criminalmente recursos a la salud pública, a la educación, al seguro social y a los más vulnerables (jubilados, enfermos de cánceres y enfermedades catastróficas, crónicas, degenerativas y raras), pasa desapercibido en mi lar porque el Pávlov digital aquí ya ha hecho lo suyo.

La regresión cunde otra vez en el país en el tema «inserción del Ecuador en la Guerra Antidrogas», que en estos últimos tiempos la empezó, en rigor, Pepe Serrano en los años finales del Correísmo. Luego la elevó a «política excremental de Estado» el Morenato, con su acostumbrada estulticia, aplaudida por las élites locales y de la región. Pero Lasso lo empezó a superar a Moreno y lleva justo país justo a donde quiere: al señalar como sus aliados: EEUU; Colombia; Israel; Inglaterra y España (la de VOX y el PP), conduce el barco hacia el mismo iceberg de décadas.

Por eso fabrican y publican vídeos virales en wasap, Twitter y Facebook; a mí me los envían en vano, como cuando hablan de sus dos radares teatrales. No les creo. Porque sé que más que eficacia, fue publicidad. Les reté en sus Twitter y opinión editorial, que pongan dos radares: uno en el sistema financiero y el otro en el sector inmobiliario (tan auxiliador del lavado de dinero sucio es el sistema financiero, como los patios de carros en la edad dorada del narcotráfico en la región andina; que uno de los jefes de la ONU admitió que la crisis bancaria del 2008 pudo resistirse sólo gracias al narco-lavado). Esto, of course, está prohibido oírlo, decirlo o escribirlo en los telepronter de La Posta, TC televisión, 4 Pelagatos y un largo etcétera mediático, comprometido con la guerra antidrogas en marcha.

No creo en el belicista discurso mediático de la élite ni del poder. Más fuertes fueron en mi alma las 7 horas de agónica y vana espera de los 68 masacrados, a los que les dio la espalda un régimen entero enfiestado con frac en la recepción aniversaria de los marines. Mientras su diputado-estrella, el Robespierre de la ultraderecha, a lo Bolsonaro preguntaba a sus colegas como todo un facho: «¿Y por qué no lloran cuando la inseguridad mató mil doscientas personas este año?»

Cada reenvío de la manipuladora muletilla elitista, «antidrogas y anti-bandas», sirve para convertir a más ciudadanos en manada virtual y entorpecer la conciencia poco preparada y sin memoria.

Ya no hay en el Ecuador la generación que dio (dimos) TODO por defender una patria sin mayúsculas y con futuro todavía, a pesar de tanta pérdida; por la soberanía, los derechos, la paz y la vida. Esa generación a la cual me pertenezco (57 años tengo ya: en el desempleo y sin futuro en el país donde nací), luchó en los años ’80 y ’90, y en el primer lustro del ya oscurantista siglo 21, contra el infame plan Colombia, el SIC-10, la base militar gringa en Manta, las privatizaciones (incluidas de las cárceles) y toda causa perdida. Mi generación jamás aceptó como ciertas, las falacias del Poder y de las élites en aquel entonces. ¿Por qué he de aceptar la actual falacia publicitaria en los tiempos del wasap y del hitleriano Twitter?

La nueva Guerra Antidrogas de Lasso, es una consigna práctica que no cuestionan la ID, PK: Pachakutik, UNES, el llamado centro, cierta neo-izquierda, la Conaie, y obviamente una parte de la derecha y toda la extrema derecha «libertaria», los mass media y la elitista sociedad civil, que tendrá que responder un día el haber avalado esta enorme Trampa, tan sin ética y tan offshore, como lo fueron el Macarthismo y las guerras de Edgar Hoover.

Esta «sociedad civil», con su insoportable levedad de ser, se ha comprado un discurso uribista y bolsonariano sin rigor analítico ni memoria histórica, enajenada en la binariedad pavloviana de «todo es culpa del comunismo…», muy al estilo fans de Trump, Bolsonaro o Goebbels («contra el socialismo, el foro de Sao Paulo y el bolchevismo», fueron sus obvias y respectivas muletillas).

El correísmo, no en su etapa progresista y de vanguardia, sino en su etapa termidoriana (año 2014-2015: cuando Correa, tras las elecciones intermedias, dio el ‘bandazo a la derecha’), se transformó en impulsor de una lógica esquizofrénica: señales progresistas en varios frentes, y en otros señales retrógradas inaceptables (plan Familia, expulsión de los cubanos y Manuela Picq; inicio de la alianza público-privada, que Moreno la perfeccionó con las vacunas VIP; prohibición del aborto, imposición del COIP represivo y bonapartista, a cambio de algunos relativos avances de ciertos movimientos de mujeres y GLBTI; tratado de libre comercio con la UE y persecución a las disidencias).

Su micro- guerra, abanderada por Pepe Serrano, al «micro-tráfico», bandera del condecorado de la DEA, el COIP llena-cárceles y el enfoque ultra-republicano de las mega-cárceles estilo EEUU, sí tiene una parte de responsabilidad en esta Regresión actual (es cosa de leer el comunicado de la bancada de UNES sobre el sistema penitenciario: tan pobre de imaginación y progresismo, como el Bolsonarismo vacuo de la «derecha alt» local).

Pero, con todo y eso, el mal olor del ayer oligárquico, el de los ’80 y ’90, o los años de Los Gran Cacao, que vuelve a repetirse, es lo que hoy me indigna. Porque el mal olor de hoy, del Morenismo-Lassismo, no lo huele la «nueva» sociedad civil y esa opaca y obtusa desorganización social de hoy. Es la antesala para la implantación de sus agendas. Eso es lo que la manada criolla no sabe, o sabiéndolo, ha decidido ignorar.

Apoya a Radio La Calle ($2,00)