Por: María Isabel Burbano / @rizossalvajes
El presidente Guillermo Lasso no hizo muchas cosas importantes en su labor como presidente, pero lo que sí hizo al pie de la letra fue condecorar a SUS periodistas. Hay que ser sinceros. Poder y medios de comunicación han sido sinónimos desde que salieron los primeros periódicos y en Ecuador esto no ha sido la excepción.
El 23 de marzo del 2022, Lasso condecoraba a Emilio Palacio, periodista de El Universo que exilió en Miami por 10 años debido a una sentencia judicial por «injurias calumniosas graves contra la autoridad», en ese caso, el expresidente Rafael Correa. Dijo, entre líneas, que el exmandatario mandó a matar a los caídos del 30 del septiembre del 2010 para propiciar su rescate. A veces es más lo que no se muestra que lo que dice.
A pesar de ello, la Corte Interamericana de Derechos Humanos aceptó su demanda al Estado y eso le permitió regresar al país y recibir remuneración. Palacio es ferviente defensor del presidente Lasso y en sus columnas (sí, aún escribe) es implacable con su oposición. En un tuit de abril de este año decía «Los que sueñan con preparar un estallido ‘social’ terrorista tienen que saber que esta vez los van a estar esperando como la ciudadanía espera». Lo expresó en referencia al uso de armas letales por parte de la fuerza pública.
A Alfonso Espinoza de los Monteros lo condecoró el 3 de mayo del 2022. Don Alfonso guarda un récord mundial por sus años como presentador en Ecuavisa y se retiró de las pantallas el 1 de mayo del 2023. Habría que preguntarse ¿cuántas veces no calló este presentador las malas acciones, los errores de este gobierno? El silencio es una fuerza poderosa, nos muestra que quien lo guarda, también es cómplice, aunque no haya hecho nada.
El 08 de agosto, Lasso condecoró a Gonzalo Rosero Chávez, el fundador de radio Democracia y un defensor a muerte del presidente, «por su destacada defensa de la libertad de expresión durante seis décadas», dice Presidencia.
¿Saben qué más dijo el mandatario? «Ecuador ha avanzado tanto en libertad de expresión, en los últimos dos años, que a ningún Gobierno le será fácil construir, nuevamente, un sistema inquisidor que fustigue a periodistas, que les instaure juicios, que los persiga en su intento por callarlos».
El cinismo de Guillermo Lasso duele al leer esas declaraciones, cuando él y su gabinete saben muy bien que cinco periodistas han salido del país por continuas amenazas contra su vida. Ecuador no es seguro para ello y el presidente dice que «ningún gobierno podrá construir un sistema que persiga periodistas para callarlos». Por su puesto que no, el suyo ya lo hizo.
El director de La Posta reveló que el gobierno sabía que la mafia tenía en la mira a Andersson Boscán y a Mónica Velasquez por la publicación del caso El Gran Padrino, que involucra al cuñado del presidente y a su amigo, el asesinado Rubén Cherres. Un tema que llevó a Lasso a juicio política, después a muerte cruzada y ahora a las elecciones anticipadas.
Karol Noroña, periodista de GK, que cubría con una gran destreza el tema seguridad y sistema carcelario debió salir del país. Al gobierno se le salió de las manos el control de las bandas delincuenciales. La vida de Karol estaba en riesgo por la falta de acción de un Ejecutivo al que le quedó grande el país
¿Por qué defender lo indefendible? ¿Para recibir el favor del presidente? ¿Para recibir una condecoración? No es mi intención romantizar este oficio, ya que tiene muchos vacíos. La falta de un sindicato, por ejemplo, para proteger los derechos de quienes ejercemos el periodismo. Sin embargo, defender a rajatabla un gobierno que solo ha traído miseria y desastre al país, no es propio de un periodista.
Tenemos una responsabilidad grande con los ciudadanos. A pesar de que el oficio esté atravesado por los intereses políticos y económicos, no podemos olvidar el compromiso de informar con claridad, precisión, pero también ofrecer sustancia a nuestra audiencia. La crítica de los periodistas, cuestionar preguntar, indagar. Eso nos hace mejores profesionales. Equilibrar la razón y la emoción para ofrecer un trabajo de calidad sin importar quien esté sentado en Carondelet.
Por eso a los muy periodistas, les recuerdo que todavía existimos periodistas que intentamos cada día mejorar. Siguiendo el ejemplo de los grandes referentes, esos que creían en que una idea, un relato, una persona podía ser la chispa para un gran cambio. Aún existimos los obreros de la comunicación.