Por: María Isabel Burbano / @rizossalvajes
Quito, 15 feb (La Calle).- Como baldazos de agua fría. Así cayeron algunos momentos en la historia política del país que terminaron con la presidencia de José María Velasco Ibarra. Recordamos estos dos últimos gobiernos con motivo del ‘Carnavalazo’ de 1972 que depuso al quinto velasquismo.
Velasco Ibarra , Arosemena Monroy y la dictadura militar (1960 – 1963)
En 1960, José María Velasco Ibarra asumía la presidencia por cuarta ocasión. Sin embargo, entre el período de 1956 a 1960 del presidente Camilo Ponce Enríquez, los roces llegaron a tal punto que el mandatario saliente se negó a entregarle la banda a Velasco. Atrás quedó la bonanza momentánea del boom bananero. Ecuador entraba en una crisis fiscal que Velasco Ibarra no podía manejar.
A ello se sumó la confrontación con su vicepresidente Carlos Julio Arosemena Monroy, quien en lo más álgido del conflicto declaró que los seguidores del presidente estaban “enloquecidos por el dinero”. Siempre que Velasco se veía en aprietos optaba por el plan B. El 7 de noviembre de 1961 desconoció la Constitución y se proclamó dictador. Envió a su vicepresidente y a doce legisladores al penal García Moreno. Al día siguiente, las Fuerzas Armadas derrocaron a Velasco y Arosemena Monroy asumió la presidencia.
El gusto le duró poco al mandatario que daba mucho de qué hablar por su comportamiento errático y su gusto por el alcohol. Sus relaciones en política exterior fluctuaban entre Cuba y Estados Unidos hasta que una Junta Militar se levantó y lo derrocó el 11 de julio de 1963. Ecuador estuvo tres años en dictadura militar liderada por Ramón Castro Jijón. En esa época se dio la reforma agraria que eliminó la figura del huasipungo, también la creación de la cédula única de ciudadanía. Era un dictadura profundamente anticomunista que reprimió a grupos estudiantiles, la protesta social y se cerraron medios de comunicación. El 29 de marzo de 1966, el presidente interino Clemente Yerovi tomó el cargo.
El último velasquismo, una ‘dictablanda’, el triunvirato y el retorno a la democracia (1968 – 1979)
El quinto velasquismo no fue la excepción del caos. Velasco Ibarra ganó las elecciones con 20.000 votos y tomó el poder el 1 de septiembre de 1968. Aborrecía la Constitución del 67 y estaba decidido a volver a la del 46. Al quedarse sin apoyo de los liberales, intentó acercarse al alcalde de Guayaquil Assad Bucaram. La crisis fiscal volvía a caer sobre el país. Después de cuatro ministros de economía en dos años y la devaluación del sucre de 20 a 25 por dólar. Volvió a proclamarse dictador. Su dictadura civil exilió a Bucaram a Panamá, cerró las universidades estatales, persiguió políticos y medios de comunicación que lo criticaban. El trabajo en obra pública, sin embargo, aumentó considerablemente.
Un año y siete meses le duraron los plenos poderes. Quería convocar a un plebiscito para reconocer la Constitución del 46 a la que agregó algunas reformas. Así también llamar a elecciones en la que un retornado Asaad Bucaram era el favorito. Ni a la derecha ni a los militares les hacía gracia que un populista se hiciera cargo de los negocios petroleros que iniciaban en el país. Velasco había invitado a los presidentes Fidel Castro y Salvador Allende al Ecuador, lo que irritó a los EE.UU. en plena guerra fría. En el golpe del 15 de febrero de 1972 participó y lideró la CIA como cuenta Philip Agge en su libro Inside the Company: CIA Diary.
Sin un disparo. Velasco Ibarra dio su último discurso en Guayaquil, en un set casi vacío de Gamavisión (canal 10) contrario a los tiempos donde congregaba a las masas. Un avión lo expulsó a Panamá, donde se reunió con Corina, su mujer y de allí al exilio en Buenos Aires.
Guillermo Rodríguez Lara, al que llamaban ‘bombita’ por su figura redonda, fue nombrado por Velasco Ibarra como jefe del comando conjunto de las FF.AA. En su gobierno empezó la extracción y venta del petróleo que se había nacionalizado. Aunque se hablaba de ‘dictabablanda’, el dictador encarcelaba a los opositores y a los periodistas que lo criticaban y el abuso de las fuerzas de control aparecía en las protestas sociales. En su período acabamos de pagar la deuda inglesa, contraída al inicio de la República. La bonanza petrolera permitió que gobierne cuatro años.
Lo depuso un triunvirato que endureció las cosas. Fueron reacios al retorno a la democracia y perseguían a los ciudadanos que lo exigían. En este período sucedió la masacre de Aztra (1977), de la que nunca se llegó a saber la cifra real de obreros fallecidos. Encarcelaron al obispo de Riobamba, Leonidas Proaño, que practicaba la teología de la liberación.
Solo se aprobó el decreto para las elecciones en febrero de 1978 cuando estaban seguros que ni Velasco Ibarra (que falleció el 31 de marzo de 1979), ni Arosemena Monroy o el exalcalde de Guayaquil, Assad Bucaram podrían ser candidatos. El candidato del Frente Radical Alfarista, Abdón Calderón Muñoz fue asesinado antes de las elecciones por el ministro de Gobierno, Bolívar Jarrín. A pesar de sus intentos, la Junta Militar entregó el poder al Jaime Roldós Aguilera del CFP, dirigido por su tío político…Assad Bucaram que fue presidente del Congreso. El lema de campaña era “Roldós presidente, Bucaram al poder”. Asumió el 10 de agosto de 1979, pero eso forma parte de otro capítulo de la historia.
Velasco Ibarra: genio y figura
“He venido a meditar y a morir, dijo a su retorno al país el que fuera cinco veces presidente. Su mujer, doña Corina, había fallecido en 1978 por un accidente de autobús en Buenos Aires. El envejecido presidente estaba desgastado y el peso de los años y una ajetreada vida política empezaron a dejar huella. Traía el cadáver de su esposa que reposa junto a él en el cementerio de San Diego. Murió de amor y de tristeza y el recorrido de su féretro desde San Francisco al cementerio fue la última muestra de fervor multitudinario que tuvo el pueblo con él.
Si podemos definir populismo en Ecuador, lo haríamos con Velasco Ibarra. Tan entregado al pueblo en sendos discursos. La “gloriosa chusma” como les llamaba a los que lo ponían en el poder, pero también sabía como contentar a la oligarquía y a quienes tenía que rendirle cuentas.
Su honradez y patriotismo eran totalmente reales. Murió de la forma más humilde, rozando la pobreza. Su sueldo de presidente fue donado por él mismo en varias ocasiones a la caridad. El poder, debió haberlo descubierto rápidamente, debía llevarse con sumo cuidado porque se le podía escapar como agua entre los dedos.