Quito, 27 ene (La Calle).- El 27 de enero de 1945, un grupo de soldados soviéticos entraba en el Campo de Concentración de Auschwitz para liberar a los prisioneros en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de personas eran judías, pero también habían homosexuales, gitanos y presos políticos.
Aquellos hombres lanzaron «miradas sorprendentemente avergonzadas a los cuerpos amontonados, a los refugios destrozados y a los pocos que quedábamos vivos», escribió años más tarde, Primo Levi, uno de los más famosos sobrevivientes del campo de exterminio.
En Auschwitz, la Alemania nazi asesinó al menos a 1,1, millones de personas. Un millón de ellas eran judíos. La gente en ese complejo fueron gaseados, obligados a pasar hambre, realizaban trabajos forzados y fueron asesinados en experimentos médicos. La liberación del campo de concentración develó lo que en la historia se conoce como el “holocausto”.
Sistema de exterminio
En 1933, el partido nacionalsocialista alemán llegó al poder. Entre sus políticas estaban: despojar a los judíos de todas sus propiedades, libertades y derechos reconocidos en la ley. Con la invasión de Polonia en 1939, los nazis empezaron a deportar judíos de Alemania y Austria a Polonia. Se crearon guetos para separarlos del resto de la población.
Para Alemania, su país estaba luchando una guerra racial con los judíos, de igual forma con los gitanos y la población eslava. En 1941 con la invasión alemana a la Unión Soviética, las cosas se pusieron más duras.
Grupos de soldados llamados Einsatzgruppen (grupos de operaciones, en alemán) se lanzaron a masacrar a civiles a través de tierras invadidas en Europa del Este. A finales de ese año asesinaron a 500.000 personas.
Métodos de horror
Los comandantes nazis temían que “dispararle a la gente fuera muy estresante para sus tropas”. De manera que crearon maneras de asesinato en masa.
En 1939 utilizaron en Polonia, furgonetas de gas para matar a personas con discapacidad mental. Expulsaban gases venenosos en un compartimento sellado para asfixiar a quienes estaban dentro. La primeras cámaras de gas se construyeron en 1941 en Auschwitz. Los guardas usaban Zyklon B para matar a los prisioneros.
Al año siguiente, los nazis se reunieron para planear lo que llamaron “una «solución final a la cuestión judía». El asesinato de toda la población judía en Europa; 11 millones de personas en ese momento. Al final de la guerra, le arrebataron la vida a 6 millones.
Auschwitz
Era inicialmente un cuartel del ejército polaco en el sur de Polonia. En mayo de 1940, con la invasión alemana se convirtió en una prisión para políticos. De la entrada cuelga una mentira: Arbeit Macht Frei (el trabajo libera).
Los primeros prisioneros en ser gaseados fueron un grupo de polacos y soviéticos en agosto de 1941. Al mes siguiente, los trabajos comenzaron en un nuevo campo Auschwitz II-Birkenau. Ahí estaban las enormes cámaras de gas donde cientos de miles fueron asesinados hasta noviembre de 1944 y los crematorios donde quemaban los cuerpos. Primo Levi y el ganador del Premio Nobel Elie Wiesel sobrevivieron al campo de concentración de Monowitz o Auschwitz III.
¿Cómo funcionaba?
Los pasajeros eran transportados en trenes sin ventanas, baños, asientos o comida hasta el campo. Ahí los clasificaban entre los aptos para trabajar y los que iban a asesinar. A esos últimos se les ordenaba desnudarse y caminar a las duchas para ‘despiojarse’ un eufemismo para las cámaras de gas.
Los guardias del «Instituto de Higiene» arrojaban gránulos de gas Zyklon-B en las cámaras selladas y esperaban a que la gente muriera. Demoraba 20 minutos. Los muros no podían tapar los gritos de las personas que se asfixiaban.
Un grupo de prisioneros retiraban el cabello, los dientes, anteojos y extremidades artificiales de los cadáveres antes de llevarlos a las incineradoras. Las cenizas de los cuerpos eran enterradas o utilizadas como fertilizante.
Unos 75.000 civiles polacos, 15.000 prisioneros de guerra soviéticos, 2.000 gitanos, así como homosexuales y prisioneros políticos fueron también ejecutados por el Estado alemán.
«Después de Auschwitz, la condición humana ya no es la misma. Después de Auschwitz, nada volverá a ser lo mismo», dijo el nobel Elie Wiesel