Quito, 11 de ene, (La Calle).-La misión de Laureano Nastul, artista y educador popular es la de un despertador. No hablo de un aparato mecánico con un timbre que suena a determinada hora, sino de alguien con el pincel en la mano abriendo conciencias a todas horas del día.
Su taller vivienda es su caja de resonancia, ubicada en el barrio Mena del Hierro, noroccidente de Pichincha, donde antes estaba la enorme hacienda la Concepción, ahora se levantan casas de una planta o dos que también son tiendas o bazares.
¿Cómo llevó el arte al barrio?
Se trata de un proceso que lleva tiempo, tengo la suerte de que me reconozcan como un miembro de la comunidad, sin embargo, hubo que cambiar muchas ideas. Lo principal es continuar a pesar de las circunstancias y luego desarrollar la actividad artística en su integralidad, para captar, en especial a jóvenes y niños.
Con el tiempo, la comunidad se empodera y aparecen los cambios.
¿Cuénteme algún ejemplo?
Durante mucho tiempo trabajé en cambiar el concepto de niño o niña. Dejar atrás la idea de que son “papeles en blanco” o “la arcilla que hay que modelar”, para que se los reconozca como sujetos de derecho. Seres humanos y ahora esa idea, también gracias a la presión que los mismos jóvenes, prácticamente se ha conseguido.
Tengo otro interés también y es recuperar el sentido de ciertos símbolos ancestrales, como la chakana o la huipala y la verdad, en especial con los niños, lo estamos logrando.
¿Cómo trabajó en pandemia?
Creo que fue más importante que nunca. Con los jóvenes logramos trabajar en la contención de problemas de índole doméstico como el alcoholismo.
En la actualidad, con la Universidad Central y las facultades de Trabajo Social y Artes, estamos desarrollando herramientas que nos permitan comprender la relevancia que tuvo este trabajo.
Se me ocurre que todo debe ir vinculado al conocimiento de los derechos, el Código Orgánico Integral Penal, por ejemplo, estimula el desarrollo de las defensorías comunitarias de la niñez. Es momento de desarrollarlas.
Laureano Nastul es un gestor comunitario de toda la vida. Fue militante de la Federación de Barrios Populares, luego pasó al Banco Central y al MIES, donde se desempeñó en tareas relativas al arte. Viajó por varios países bajó la filosofía de dos grandes luminarias, el educador Paulo Freire y Monseñor Proaño. Siguió cursos en el exterior para conocer sobre cómo desarrollar trabajo cultural para personas con discapacidad en Francia y España.
En la actualidad, dicta talleres de pintura y escritura para niños, de reciclaje y de herramientas para personas con discapacidad.
En 2020, arrancó con sus talleres.