Las posibilidades discursivas de la segunda vuelta progresista en Ecuador – OPINIÓN

Renato Villavicencio Garzón
Renato Villavicencio Garzón

A pocos días luego de las elecciones generales en el Ecuador y con el polvo aún sin asentarse bien, es posible hacer unas reflexiones breves sobre lo que ha significado esta primera vuelta electoral y sus resultados preliminares. Siendo consciente de que aún faltan por escrutar el 100% de actas por parte del CNE, se ha levantado una expectativa importante al ver que la segunda vuelta electoral podría medirse entre dos candidatos del progresismo y campo popular.

Suceso que no ha ocurrido nunca en esta última etapa republicana desde 1979. Por este motivo creo que es importante repasar las posibilidades discursivas que se pueden abrir en un balotaje entre estas dos fuerzas políticas; y que, al menos al priori, deberían ser en otras coordenadas que contra un candidato de la derecha nacional.

La Alianza UNES, articulada alrededor de la Revolución Ciudadana, logró el primer lugar en la contienda presidencial con su binomio Araúz-Rabascall; logrando, hasta el momento, el 32% de los votos válidos, lo que lo confirma como la primera fuerza política del país.

Esto es al mismo tiempo una buena y mala noticia. El lado positivo del resultado es que, a pesar de todos los obstáculos, que no han sido pocos; y ,prácticamente, al resto de 15 binomios en su contra, logró mantener su votación de alrededor de un tercio del electorado. Es decir, su suelo electoral no se ha movido a pesar todo lo que esa tienda política ha tenido que enfrentar; y más bien, ha logrado ir consolidando un espacio político progresista que muchos sectores lo daban por muerto. Al parecer, la Revolución Ciudadana tiene fuelle para un rato.

El lado negativo del resultado es que, a pesar de sus expectativas, no lograron ganar la elección en una sola vuelta como esperaban; y se quedaron lejos de hacerlo (40% y 10 puntos de ventaja con los segundos).

Esto implica que sigue sin poder sumar votantes más allá de su núcleo duro.

En un artículo anterior planteaba que el reto electoral de la Revolución Ciudadana era doble; y que implicaba hablar al mismo tiempo a su sector más fiel, como a aquellos sectores simpatizantes desencantados para recuperarlos, y que el tipo de mensaje no podía ser el mismo que para su sector más fiel.

Luego del 7F está claro que se falló profundamente en lo segundo.

El no poder alejarse del eje correísmo-anticorreísmo marcado por la derecha y en el que no se siente cómoda, la aparición de candidaturas más frescas y que representaban mejor el cambio y/o el sentir progresista de la ciudadanía; y la propia incapacidad del movimiento de construir y transmitir un mensaje renovador para un proyecto político que sigue echando raíces en el país, pueden ser algunas de las razones por las que la Revolución Ciudadana se quedó corta en este primera vuelta.

Disputando el segundo lugar nos encontramos la sorpresa principal. El candidato de la Unidad Plurinacional Pachakutik, Yaku Pérez, se encuentra en bordeando el 20% de los votos válidos, desplazando a Guillermo Lasso, principal candidato de la derecha, para disputar la segunda vuelta electoral el próximo abril. Las últimas encuestas oficiales, lo dejaban acercándose a Lasso, pero con cierta distancia aún como para superarle.

El domingo pasado el sorpasso sucedió; y aunque hay que esperar a que se contabilizasen todas las actas y se revisan aquellas con inconsistencias, el efecto de ver a Pérez encaramado encima de Lasso es un premio a una campaña electoral silenciosa y emocional, pero muy efectiva, que termina entregándole el primer lugar en toda la sierra centro y sur, así como toda la Amazonía.

La capitalización de las protestas de octubre de 2019, el significante de cambio, y el hartazgo de la disputa correísmo-anticorreísmo; y la representación más clara de reivindicaciones como el ambientalismo o de ampliación de derechos de las mujeres pudieron haber decantado a un porcentaje de la población por el binomio de Pachakutik. Será todo un tema de estudio y debate el proceso político del movimiento indígena en esta campaña electoral; que termina relegitimando a un actor político que logra abarcar mucho más que a un sector identitario; y que en estos últimos 15 años se ha complejizado más allá de lo que muchos análisis logran abordar.

Los caminos que se abren

En toda sociedad existen fracturas, ejes o clivajes que determinan y ordenan el debate público, la construcción de discursos y el posicionamiento político de los diferentes actores sociales. En el Ecuador, los ejes clásicos han sido izquierda-derecha, oligarquía-pueblo, o sierra-costa. Pero a medida que el tiempo pasa, diversos sucesos pasan y la sociedad cambia, estos clivajes tienen a modificarse también. Así como algunos pueden desaparecer, otros aparecen, se transforman o quizás llegan a tener más peso que antes.

Desde el año 2007, algunos de los ejes clásicos fueron perdiendo relevancia, pero apareció uno nuevo que fue el articulador político y social durante estos últimos catorce años. La disputa correísmo-anticorreísmo emergió como una construcción bastante polarizante que termina siendo un reduccionismo que confunde más que aclara. Y es por esto por lo que la derecha le gusta usarlo y explotarlo más para caricaturizar el debate político y volverlo muy visceral.

Estos últimos cuatro años han sido un permanente martilleo sin capacidad de respuesta de igual a igual, en la que no solo la Revolución Ciudadana no está cómoda porque le obliga a estar permanentemente a la defensiva; sino al resto del progresismo que se lo difumina dentro de esa dialéctica.

El cerco mediático que ha operado con el pedal hasta el fondo llegó erosionado y bastante desgastado, especialmente por el rol que tuvieron en las protestas de octubre de 2019 y en los primeros meses de la pandemia del COVID-19; y con él también el principal objeto de su deseo y al cual echó gasolina permanente, el eje correísmo-anticorreísmo; y del cual muchos sectores sociales están bastante hartos que la alianza UNES y Pachacutik lleguen a disputar la segunda vuelta podría implicar, por primera vez en 14 años, que una elección puede disputarse lejos de ese eje. Abriendo la posibilidad de debatir en otros ejes, como el del neoliberalismo-progresismo; en el que implica hablar más de propuestas y de opiniones sobre los actuaciones del gobierno actual de Lenín Moreno.

Este posible cambio también tendría que abarcar al resto de formaciones políticas que serán relevantes sus apoyos en esta segunda vuelta y en la operatividad de la nueva Asamblea Nacional.

Todo esto no quiere decir el eje correísmo-anticorreísmo desaparezca, pero tendería a gravitar menos en los discursos y empezaría a transformar el tablero discursivo nacional. Aún tomará mucho tiempo para que este eje dejé de ser el principal articulador.

Las primera señales hasta ahora

Por lo visto en estas primeras horas, el candidato de Unes, Andrés Araúz, ha dado pasos en esta dirección. Sus primeras declaraciones por redes sociales y en entrevistas en plantear acercamientos con los sectores, en el papel, progresistas como Pachakutik y la Izquierda Democrática, para este balotaje; pero principalmente para lo que será la nueva conformación de la Asamblea Nacional. Incluso trata de poner el balón en su cancha, al pedirles que se posicionen sobre temas concretos actuales como la última propuesta de ley que ha enviado el Ejecutivo a la actual Asamblea en la que se plantea la privatización del Banco Central del Ecuador.

Por el lado de Yaku Pérez y Pachakutik se les presentan algunas tensiones de cara a una posible segunda vuelta. La primera es sobre qué eje quieren entrar el debate con la Revolución Ciudadana, en el desgastado correísmo-anticorríesmo, que implicaría entrar al bulto contra el binomio de UNES; o en uno más abiertamente progresista, como propone Araúz. Lo que nos lleva a la segunda tensión que mantendrían, que es que para lograr ganar más del 50% de los votos, tendrá que irlos a buscar en sectores de derecha predominantemente anticorreísta de derecha.

Y, seguramente si Yaku Pérez no los busca, ellos vendrán solos. Ya hemos visto algunas declaraciones de periodistas, incluso banqueros, tendiéndole la mano para derrotar al correísmo por sobre todas las cosas.

Lo que provocará esto es que sus bases indígenas y simpatizantes progresistas no vean con buenos ojos los nuevos amigos y amigas que pueden estar merodeando a su binomio. Leonidas Iza, uno de los principales dirigentes del movimiento indígena, ya lo advirtió hace unos días cuando remarcó el apoyo a su binomio bajo un marco programático antineoliberal; y mencionó la cercanía de Pérez con personajes del movimiento CREO.

Por otra parte, las primeras declaraciones de estos días han dado muestra de que el candidato de Pachakutik intenta jugar la carta de victimización frente a un poder que le trata de burlar su victoria por sobre Guillermo Lasso. Lo extraño es que el enfrentamiento de sus declaraciones busca más al “correísmo” que, a su rival directo inmediato, Guillermo Lasso.

El resto de los personajes como Marlon Santi, la compañera de Pérez, Manuela Picq; incluso el excandidato Xavier Hervas por la Izquierda Democrática, han dado muestras de querer entrar más al cuerpo “contra el correísmo” que buscar cambiar los ejes de la discusión.

En verdad es una pena, porque una de la urgencias que este país necesita es superar la disputa correísmo-anticorreísmo; y abrirse a otras nuevas que puedan formar otras coaliciones que produzcan evoluciones positivas para la política nacional. Por lo visto hasta ahora, el apostar por el anticorreísmo sigue dando bastante réditos, y muchos van a seguir apostando por ese camino.

Renato Villavicencio Garzón.

Máster en Estudios sobre Globalización y Desarrollo por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Máster en Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Actualmente es doctorando en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid.

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