Quito, 15 nov (La Calle).- Las cruces sobre el agua es la obra literaria más emblemática de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922. A 100 años de la gesta heroica y 76 años de la publicación de la novela, la pluma de Joaquín Gallegos Lara plasmó la identidad y la óptica política de la clase obrera de un Ecuador que, hasta el día de hoy, es dominado por élites obtusas que le restan vueltas al reloj del progreso.
La novela es un documento testimonial y de agitación política de un joven Joaco (como le decían sus amigos) que maduraba en las filas del Partido Comunista del Ecuador. Apenas superaba la niñez cuando presenció la masacre de obreros, una experiencia imborrable para él.
En esta obra, su pluma se desarrolla en Guayaquil, una urbe con inmensas desigualdades sociales. En ella, “cuenta detalladamente el escalofriante asesinato de miles trabajadores en lo que se conoce como el bautizo de sangre de la clase obrera. Hay una evidente denotación política, pero eso no le resta su mérito literario”, refiere el periodista y escritor Santiago Aguilar.
El gran escritor ecuatoriano, Miguel Donoso Pareja encuentra cuatro focos de significación: “la ciudad, las acciones de los protagonistas, la búsqueda de una identidad y la interpretación política de los acontecimientos”. Aguilar concuerda en que el tratamiento de cada uno de estos “focos” le da total garantía de ser catalogada dentro del género literario ya que rebasa lo puramente panfletario y
declamatorio.
Sobre la historia
La narración se centra en dos personajes, Alfredo Baldeón y Alfonso Cortés. El primero más “barrial” y sobreviviente de la miseria del puerto. El segundo, un personaje más intelectual, perteneciente a la pequeño-burguesía. Ambos del barrio del Astillero.
Las letras que esgrime Gallegos Lara, reales y con un técnica innovadora, narra los acontecimientos de la crisis del cacao que golpean a la clase trabajadora; la migración serrana a la Costa; y, la devaluación del sucre. A través de esos dos personajes y la coyuntura, el escritor indaga los costados sociales del drama colectivo, con sus criaturas vivientes y no arquetipos, hombres con virtudes y defectos, soberbías y humillaciones.
Para la periodista María Isabel Burbano, Las cruces sobre el agua es la novela más importante del realismo social. “Un tiempo en el que los escritores trataban de mostrar estos grupos sociales. Los sindicatos toman una fuerza comunista, las ideas de Lenin y Marx. Al mismo tiempo, la obra habla de la figura del montubio, de un Guayaquil plutocrático, de la idea de ganarse el pan de cada día”, precisa.
La matanza tiene un fuerte componente simbólico al final de la novela, aclara Burbano. Cuando Alonso regresa a la ciudad y mira todas las cruces sobre el agua y no sabe qué significan. Le pregunta a un barquero y este le responde que es en memoria de la masacre. Habían tantos cuerpos que era imposible enterrarlos en el cementerio, así que les arrojaron al río Guayas.
“El final es tan simbólico que todas esas cruces signifiquen a toda la gente que es del pueblo. Mecánicos, panaderos, herreros que sufren. Eso muestra la novela, el sufrimiento del pueblo. La muerte es una cosa que ronda en la literatura ecuatoriana de los que están arriba y los que están abajo”, finaliza.
Legado
Aguilar apunta que el 15 de noviembre de 1922 entra particularmente en tres novelas con mucha potencia.
En Las cruces sobre el agua, de Joaquín Gallegos Lara, por supuesto; en Baldomera, de Alfredo Pareja Diezcanseco; y, en Los animales puros, de Pedro Jorge Vera.
También existen otras piezas teatrales y obras menores que se han escrito a propósito de esta fecha. Todas ellas encarnan una posibilidad narrativa que defiende valores humanistas y pretende hacer trascender el hecho histórico en su representación literaria.
El ejercicio de memoria que constituyen estas obras habla de la magnitud del evento y de la necesidad de justicia social que desde la huelga obrera de 15 de noviembre de 1922 todavía espera hacerse realidad.