Por: Sebastián Tamayo Villarroel
Twitter: @tamayo95se
Durante los tres años de gobierno de Moreno, hemos observado varios desatinos que ya no sorprenden. El imaginario de estabilidad política en Ecuador se traduce en un “Presidente”, quienes en realidad gobiernan y la Vicepresidencia para cubrir vacíos de forma.
De Jorge Glas nos queda el recuerdo de la traición. A María Alejandra Vicuña ya casi la olvidamos. Otto nos sorprendió por su Sonnenholzner apellido y su afición por la fotografía social, le fascinaba tomarse fotos en los lugares más empobrecidos del país, utilizando la condición de vulnerabilidad de los ecuatorianos para construir su imagen benevolente. De María Alejandra Muñoz conocemos que fue Asesora Jurídica de la Presidencia de la República en el 2002, Subsecretaria General de Gobierno en el 2006, Subsecretaria de Agenda Presidencial en el 2018 y Directora del Servicio de Aduanas hasta el 7 de junio de 2020.
Al parecer, la Vicepresidencia se convirtió en el espacio donde la componenda y la correlación de fuerza disputan el poder. En esta ocasión, la reacción del Pleno de la Asamblea planteó dos escenarios posibles: a María Paula Romo le falló el cabildeo o la elección de María Alejandra Muñoz fue un acto inducido, planeado con antelación para ubicarla en el tercer lugar de la terna.
Sea cual fuere el caso, no hay duda que la Vicepresidencia en el mandato de Lenín Moreno es como un hospital público o como un carné del CONADIS, de mayor magnitud: es un espacio en el que se cumplen acuerdos políticos. Nada es coincidencia. El legado de clase política para los jóvenes quedó claro; nos enseñaron todo lo que no debemos hacer.