La ‘No-Democracia’ morenista | Opinión

Paulina Gabriela Mogrovejo Rengel / Abogada de DD.HH.

A finales del siglo XX, el sociólogo polaco-británico Zygmunt Bauman acuñó el término ‘modernidad líquida’ para señalar la crisis en el funcionamiento de los Estados nacionales y sus instituciones. El autor explica –entre otros temas- que en la actualidad enfrentamos una pérdida de la razón en las relaciones sociopolíticas, por lo que conceptos como Estado de Derecho, debido proceso, seguridad jurídica, separación de poderes, justicia independiente, y democracia, pierden su objetivo de garantizar el interés general y los derechos, para subordinarse a las leyes del consumo. 

En ese sentido, la razón, que tiene que ver con la capacidad de la autoridad de adecuar sus actuaciones al contrato social (Constitución), así como a las circunstancias reales que configuran el interés general y la garantía de la dignidad humana, se desvanece o diluye –como diría Bauman- y con ella el concepto de democracia racional. 

En términos positivos, esta crisis del Estado nacional, sin duda permitiría la construcción de instituciones políticas más horizontales, participativas, incluyentes, diversas, interculturales y plurinacionales. Sin embargo, un Estado líquido subordinado al mercado, trae como consecuencia instituciones sometidas a las leyes del capital. Desde esta perspectiva, el Estado líquido se traduce en instituciones inestables y sin cohesión social, las cuales derivan en Repúblicas y democracias simuladas. 

Los mismos actores desde hace 20 años

Desde luego, no me refiero solo a democracias instrumentales, cuya única función es obligar a los ciudadanos a votar en las urnas con el fin de obtener la papeleta de votación, o forzarlos a elegir entre lo que hay: Bucaram, Noboa, Lasso, Nebot, Gutiérrez y otros eternos candidatos, casi todos  en campaña desde hace más de veinte años. 

Con democracias simuladas señalo también la pérdida progresiva de poder político y soberanía por parte del pueblo, a pesar de las elecciones, frente a élites que gobiernan en alianza, a espaldas del electorado y su voluntad. 

Esta situación se denomina ‘Posdemocracia’, concepto desarrollado por Colin Crouch a inicios del siglo XXI y que se refiere a la degeneración de la democracia  en un gobierno de las élites, las cuales cooptan las instituciones y el sistema político para llevar adelante su agenda propia. 

Las condiciones que generan un ambiente ‘posdemocrático’ –según Crouch- son la desconfianza y distanciamiento ciudadano con la clase política (95% en Ecuador), influencia de las empresas transnacionales y organismos prestamistas en las políticas públicas, ausencia de debate público y consulta sobre los temas fundamentales, y privatizaciones de sectores públicos claves como educación, salud, áreas estratégicas, etc. 

A las causas señaladas por Crouch, agregamos otras como el retroceso de periodistas y corporaciones mediáticas,vinculados en especial a grupos financieros. Ellos abandonaron la búsqueda de la verdad y encontraron en la posverdad una forma de vida, a través de la producción y difusión de fake news o realidades falsas o inexactas, que en muchos casos apoyan, o pretenden presentar como ciertos, discursos oficiales sin ninguna legitimidad.

Realidades falsas en país

En el caso del Ecuador, la construcción de realidades falsas o inexactas se manifiesta en declaraciones como las expresadas en días pasados por el ministro de Salud, quien sin fundamento culpó a los médicos de llevar el COVID-19 a los hospitales. 

Así también, en las teorías de la conspiración sobre el golpe de Estado en octubre de 2019, la responsabilidad en el incendio de la Contraloría, los argumentos de defensa de  la ministra de Gobierno, por el uso de bombas lacrimógenas caducadas y los excesos de la fuerza policial en las citadas protestas de octubre, la venta en secreto del Banco del Pacífico, los subregistros sobre las muertes por COVID-19; la denuncia y acusación selectiva en delitos de corrupción, entre otros mensajes y prácticas, que en lugar de ‘descontextualizaciones’, ‘errores de malos voceros’ o “intentos de desestabilización del orden democrático”; podrían ser prácticas políticas que le han funcionado al régimen morenista en estos casi cuatro años de gobierno. 

Urge una Comisión de la Verdad

En conclusión, podemos identificar elementos de ‘Posdemocracia’ o ‘No-Democracia’ en Ecuador, los cuales se constituyen, entre otros, a partir de una posverdad  negacionista y conspiranoica, difundida en muchos casos desde el discurso gobiernista. 

Por un lado, con el fin de legitimar La Verdad Oficial de Moreno sobre actos que en el futuro seguramente motivarán una Comisión de la Verdad. En el corto plazo sostienen las condiciones sociopolíticas para implementar la agenda del FMI y de los tenedores de deuda. Y, por el otro lado, que les permiten avanzar en prácticas al parecer efectivas para desanimar, distanciar y decepcionar profundamente a la ciudadanía; y, consecuentemente, hacer posible que las decisiones políticas se asuman de facto por un sector privilegiado, el cual gobierna y cogobierna en Carondelet, en manifiestas condiciones de opacidad.

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