La lluvia no paró la fiesta en Sangolquí

Quito, 11 de nov. (La Calle).- Independiente del Valle consiguió un resultado histórico la tarde y noche del sábado 09 de noviembre al vencer 3-1 al Club Atlético Colón. Así se coronó campeón de la Copa Sudamericana 2019; el emotivo triunfo fue seguido de cerca por sus seguidores quienes se dieron cita en el estadio de Rumiñahui para alentar a la distancia al elenco rayado.


Por vez primera en la historia, la final de la Copa Sudamericana se jugaría a partido único y en territorio neutral. Se estima que 750 hinchas de los rayados, entre ellos dirigentes y familiares de los jugadores, llegaron al estadio “La nueva Olla” para acompañar al equipo en busca del tan ansiado título. Pero lejos, muy lejos de allí, a 5 384 km por carretera, 3 577 km en avión, Sangolquí vivía su propia fiesta.


La previa


Desde tempranas horas de la mañana los aficionados comenzaron a acercarse a los alrededores del estadio de Rumiñahui. Por gestión municipal, el partido sería transmitido en pantallas gigantes en el escenario deportivo. Estaba previsto que las puertas se abrieran una hora antes de comenzar el encuentro. Pero desde las 11h00 la hinchada empezó a ingresar al recinto y poco a poco iba apropiándose de los graderíos.


Eran abuelos, padres, hijos, nietos, sobrinos, amigos, ahijados, enamorados, arrimados, todos cobijados con la camiseta rayada, otros con la rosada, todos tenían el escudo de independiente en el corazón y el grito de “campeón” que ya empezaba a palpitar en el alma de los asistentes a manera de premonición.


El diálogo, las bromas y el almuerzo improvisado de algunos aficionados se vio interrumpido por los tambores y el estruendoso bombo que se escuchaba a lo lejos. Era la “Locura del Valle”, la barra del equipo sangolquileño que se hacía presente en los exteriores del escenario.
“Una tristeza no poder haber viajado a Paraguay y estar con el equipo. Pero dijimos o nos vamos todos o nos quedamos aquí prendiendo la fiesta, y aquí estamos, con todo Sangolquí feliz, feliz y alegres. Y esperando, esperando que Independiente nos dé esa alegría” elevaba a manera de plegaria un hincha enmascarado, que con la voz un tanto ronca encabezaba la barra.


La lluvia comenzó a caer en el escenario mientras los integrantes de la barra tomaban sus lugares. Conforme la intensidad de la lluvia crecía, mayor era el ánimo de los asistentes.


La espera porque llegue la hora cero se vio acompañada por la presentación de varios grupos de danza pertenecientes al cantón.
Raquel Nolivos danzaba al ritmo de la música. Ella asistió al compromiso en compañía de Viviana Yánez, Hernán Pesantez y Ana Flores. “Somos compañeros con discapacidad y aquí estamos presentes (…) Que Dios quiera vamos por la copa. Somos los campeones. ¡Viva el Independiente!”

El encuentro


El partido había comenzado entre el júbilo de los asistentes. Cada acción de peligro generada por Independiente del Valle era aplaudida. Las aproximaciones de Colón de Santa Fé se sufrían. La casualidad quiso que en Asunción la lluvia se hiciera presente. Los lazos se estrecharon. Tanto la hinchada cómo los equipos compartían el mismo cielo.


El trámite del encuentro se desarrollaba a favor de Independiente, pese a las precarias condiciones del terreno de juego producto de la lluvia. Al minuto 26 del compromiso, Luis Fernando León impactó de cabeza un tiro libre ejecutado por Efrén Mera. El gol del conjunto rayado levantó a los 750 hinchas presentes en la Nueva Olla, enmudeció a los 40 000 aficionados de Colón y enloqueció a los cerca de 5 000 hinchas que se hicieron presentes en el estadio de Rumiñahui.


El árbitro Raphael Claus detuvo el compromiso a los 32 minutos. El torrencial aguacero impedía que el esférico se traslade con normalidad. El tiempo a esperar era de 30 minutos para que las condiciones mejoren y poder reanudarlo. En Sangolquí también seguía lloviendo, pero la afición negriazul no dejaba de alentar.


El encuentro se había reanudado con un equipo argentino en busca de la igualdad. Pero en un contragolpe, Jhon Sánchez tomó posesión del esférico y definió con frialdad ante la salida del golero Leonardo Burián. Era el minuto 42 del compromiso y la hinchada festejaba a todo pulmón. Entre el final del primer tiempo y el inicio de la etapa complementaria, la barra principal se dirigió al gramado del escenario deportivo para tomar posesión de las banderas y empezar con los preparativos para la celebración. “Sé diferente. Sé Independiente” se podía leer en una de ellas.


La noche empezaba a caer sobre Sangolquí. Los pitos, globos y confetis adornaban la fiesta. Pinos se convirtió en figura al atajar un penal a Luis Miguel Rodríguez.


La celebración


El gol del descuento de los argentinos a los 89 minutos puso los nervios de punta en el estadio Rumiñahui, pero a los 95 de la etapa complementaria Christian Dájome puso la tercera para Independiente y de esta manera aseguraba el título para Independiente. La copa era de los rayados, el triunfo era ecuatoriano. De Sangolquí para el mundo.


“Imagínese la alegría que le da este equipo al cantón Rumiñahui. Un equipo nuevo, un equipo chico entre tanto rival gigante. El “verdadero tumba gigantes es el Independiente del Valle” comentaba Iván, un hincha rayado que llegó al estadio con su propia versión de la Copa Sudamericana que no se cansó de levantar durante todo el encuentro.


La afición permaneció en el estadio mientras observaban las imágenes de la premiación. Cuando Efrén Mera levantó el trofeo, los hinchas eufóricos, abrazados unos con otros en medio de la pirotecnia proclamaban a los cuatro vientos “Olé, oleé oleeeé, oleeeeé, campeón, campeón”.


Los festejos se prolongaron hasta el parque Juan de Salinas. Allí la afición dio rienda suelta a la alegría. “Esto queda escrito con letras de oro para la historia. No va a ser el primer campeonato. Necesitamos un campeonato nacional y también una Copa Libertadores. Este equipo nació para ser grande y para hacer historia (…) y a todo el país, que aquí está Independiente representándole con mucho amor, con mucho cariño, con mucho pundonor. Viva Independiente del Valle” fueron las palabras de Rubén Llumiquinga, un aficionado que festejaba en compañía de su familia.


“Es una emoción del fútbol, que atrae a todo tipo de gente. Yo soy de la liga, pero vengo a apoyar porque Independiente representa a un país” señaló Patricio Andrade.


Y es cierto que el fútbol traspasa fronteras. Independiente del Valle tiene apenas 10 temporadas en primera categoría. Ha logrado un subcampeonato nacional (2013), un subcampeonato en Libertadores (2016) y hoy se proclama campeón de la Copa Sudamericana. Su éxito no responde a la suerte, aunque en ocasiones esta juegue al fútbol, sino al proyecto deportivo e institucional encabezado por su directiva.


Uno de sus mayores logros es la de unir al país. En el 2016 donó la taquilla de sus encuentros por Libertadores a los damnificados por el terremoto del 16 de abril. Aquel gesto convocó a miles de aficionados vestidos con camisetas de todos los colores, rompiendo con las fronteras del regionalismo, de la confrontación, de la violencia.


Hoy la historia se repite. Ecuador festeja al equipo chico que juega con grandeza. Hoy no existen camisetas. Hoy todos somos Independiente.

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