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La encrucijada del movimiento indígena en 2021 – OPINIÓN

Renato Villavicencio Garzón
Renato Villavicencio Garzón

La encrucijada del movimiento indígena en 2021

La década de los 90 en el Ecuador puede considerarse la época en la que el neoliberalismo corrió a sus anchas por el país y el continente. En esos años parecía que no había forma de detener el embate de nuestras élites para establecer un modelo de país en el que individualismo, el fin de lucro, y el Estado raquítico sean los ejes estructuradores de nuestra sociedad. Los partidos de izquierda o centroizquierda tradicionales perdían relevancia; caían en una anomia al perder su capacidad de leer el momento histórico, sus referentes políticos, y su capacidad de convencimiento programático al electorado.

No fue casualidad que durante toda la década hayan ganado la presidencia de la república 3 candidatos de derecha (Sixto Durán Ballén, Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad). Y no solo eso, sino que, en esas 3 elecciones, la segunda vuelta la disputan solo candidatos de derecha (Jaime Nebot en las 3 ocasiones).

Pero, así como en el campo popular progresista perdían fuelle sus principales referentes, al mismo tiempo hacían su aparición otros que iban a ocupar el espacio de los anteriores. Uno de estos, y quizás el más importante, fue le movimiento indígena que empezaba una nueva etapa de maduración de su propio proceso político. A mediados de los 80 se crea la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) para aglutinar y consolidar a las diferentes organizaciones indígenas del Ecuador en sus diferentes luchas (autonomía del territorio, plurinacionalidad, educación, racismo estatal, entre otros).

Con la marcha indígena de 1990, la CONAIE da un golpe sobre la mesa al aparecer como una actor político propio; apuntaba a convertirse no solo en el referente principal de los pueblos y nacionalidades del país, sino que se enfilaba como unos de los principales opositores del neoliberalismo rampante. Rol no menos que titánico. En línea con este proceso, en 1995, se funda el movimiento político Pachakutik como vehículo electoral propio de la CONAIE, con el objetivo de tener representación autónoma en los distintos estamentos del Estado.

Ocupando el sillón vacío

El vacío que tienen que ocupar no es menor en la izquierda ecuatoriana, lo que les permite en un primero momento abarcar y representar más que solo a los sectores indígenas y campesinos del país, acordando alianzas y llegando a articular su discurso y voto con sectores medios urbanos. Para las presidenciales de 1996, la alianza Pachakutik-Nuevo País, con su binomio Ehlers-Vinueza sorprende quedando terceros en la primera vuelta con más del 20% de los votos; logrando ocho escaños para el Congreso Nacional, logrando ser la primera fuerza de izquierda en el parlamento.

Para las elecciones de 1998, no mejoran los resultados anteriores, pero se mantienen relevantes con 7 escaños legislativos y un cuarto lugar en la lid presidencial con casi el 15% de los votos. Elección que ganaría el demócrata cristiano y ex alcalde de Quito, Jamil Mahuad.

Hay que acotar dos puntos aquí

Primero, esta vez Pachakutik no entró en alianza directa con Nuevo País, pero apoyó nuevamente a Ehlers. Y, segundo, que el expresidente Rodrigo Borja participó de esta elección para tratar de reinyectar fuerza a su proyecto de centro izquierda; quedó tercero con el 16% de los votos. En otras palabras, Pachakutik tuvo que compartir el voto progresista del país con uno de sus grandes referentes.

Pero más allá de lo electoral, el movimiento indígena como tal seguía ganando fuerza en la calle, representando cada vez más a sectores populares en sus consignas. El neoliberalismo seguía fuerte y la movilización popular empezaba y terminaba con el movimiento indígena; este se acostumbraría a movilizarse desde sus comunidades hasta las ciudades, especialmente a la capital, para manifestarse en contra de las medidas gubernamentales. El punto más álgido de estas movilizaciones llegaría con las manifestaciones que liderarían en contra del gobierno de Jamil Mahuad luego de decretar la congelación de los depósitos bancarios en todo el sistema financiero; y la posterior dolarización de la economía nacional. Mahuad sería derrocado con el apoyo de mandos medios del ejército en enero del año 2000.

El momento de la alineación

Es en el 2002 en donde por primera y única vez el grado de movilización y representación popular se alinea con el momento electoral. Pachakutik y su alianza con el nuevo partido formado Lucio Gutiérrez y por los militares que formaron parte del derrocamiento de Mahuad, Sociedad Patriótica, lograron una victoria en las presidenciales por primera vez en su historia.

Esta vez la alianza no duraría mucho tiempo, puesto que Gutiérrez, una vez en Carondelet, no tardo en acercarse al bloque de derecha para gobernar con un programa de corte neoliberal; así como también plasmar un alineamiento geopolítico con los Estados Unidos. Esto llevó nuevamente al movimiento indígena a pasar a la oposición política de un gobierno; del cual también participó de su derrocamiento en el año 2005, aunque esta vez ya no fueron tan protagonistas como en años anteriores. Con Alfredo Palacio como sucesor en la presidencia para terminar lo restante del mandato constitucional hasta 2007, el movimiento indígena se mantuvo en la oposición, siendo todavía relevante para frenar la firma de un tratado de libre comercio con los EE. UU.

Aunque pocos lo vaticinaron, las elecciones de finales del 2006 fueron un parteaguas en la deriva política ecuatoriana.

La desazón con toda la clase política (movimiento indígena incluido), la situación económica y la corrupción en todo el sistema estatal dieron como resultado que una nueva fuerza política apareciera como carta de renovación nacional. Rafael Correa y el movimiento Alianza País (AP) dieron la sorpresa al derrotar al empresario Álvaro Noboa en segunda vuelta. Los significantes de esperanza, renovación, progresismo, anti-neoliberalismo, anti-oligarquía, inclusive el de plurinacionalidad, fue representado por Correa y AP. Una nueva fuerza de izquierda había nacido para quedarse. Pachakutik en esa elección solo recabó poco más del 2% de la votación, la más baja de su historia hasta el momento.

Un terremoto político

La aparición de Correa y AP generó un cisma en todo el tablero político. En el caso particular al que nos referimos ahora, tiene hasta ahora efectos que no terminan de asimilarse. La Conaie, Pachakutik y el resto del movimiento indígena, a pesar de tener unos pocos años de apoyo y cercanía al proyecto político de AP, para el año 2009, comenzó a generarse una distancia que no pararía de crecer. En lo concreto, las divergencias comenzaron con el tratamiento de la nueva ley de recurso hídricos; que luego se ampliaron a visión sobre el extractivismo petrolero y minero, la autonomía de sus territorios, la gestión de la educación intercultural, como temas
principales. Pero hay una cuestión más profunda que es la transformación misma de la identidad política que llegó a representar el movimiento indígena.

Así como en los 90 cuando la izquierda ecuatoriana era incapaz de recomponerse del golpe de neoliberalismo, el relato del fin de la historia y la globalización capitalista fue el movimiento indígena; quien supo y logró articular su discurso indianista a un sentir progresista más amplio en diversos sectores del país.

A partir del 2006, el movimiento indígena también sufre el desgaste del tiempo, de sus actos y especialmente de sus errores. Se convirtió también en parte del establishment político, y un actor nuevo y diferente pasó a representar mejor aquellos valores y significantes para una nueva mayoría social. Hay que entender que cuando de identidades políticas se trata, estas nunca están cerradas ni definidas totalmente y a lo largo del tiempo están en permanente transformación. Estas transformaciones no solo dependen de lo que suceda al interior de ese identidad discursiva; sino con su forma de relacionarse con las identidades a su alrededor.

La pugna por representar al progresismo

El efecto de la aparición y constitución de un nuevo actor (líder incluido) que aglutine y represente la identidad política del progresismo nacional, propició un ruptura en el campo político nacional, no solo en la derecha sino principalmente en la izquierda. En esta línea, el movimiento indígena perdió la centralidad dentro del campo popular progresista que mantuvo por más de una década. Más allá de las diferencias y tensiones que tuvo con el gobierno de Rafael Correa por temas de extractivismo, fuentes de agua, autonomía territorial indígena; estas no son pugnas con un gobierno puntual, son nodos de tensión permanente con el Estado ecuatoriano. Entonces, en el fondo la tensión que existe con la Revolución Ciudadana es también por el desplazamiento político este produce en el movimiento indígena. Desplazamiento que lo lleva a lugares que nadie pensaba que podían ocurrir solo unos antes.

Lo particular del caso es que el proceso político de la Revolución Ciudadana, aunque en sus inicios logró el apoyo de los sectores de izquierda tradicionales (incluido el movimiento indígena), estos terminaron alejados completamente, marcando dos proyectos políticos distintos. El movimiento indígena se replegó con el resto de las formaciones de izquierda tradicional, aquellas que sobrepasó en la década anterior (MPD, ID, entre otros). Incluso hubo sectores de estos actores que se alejaron tanto del proyecto de la Revolución Ciudadana que acabaron sentándose en la misma mesa con actores de derecha para hacer oposición al gobierno de Rafael Correa. Para la izquierda nacional la Revolución Ciudadana era de derecha, y para la derecha nacional esta era el socialismo-chavismo-castrismo ecuatoriano. Esto da cuenta que la incomprensión latente que existe de ese proceso político hasta ahora.

Recuperar el terreno perdido

La lucha interna de la Conaie y Pachakutik durante estos últimos 13 años ha sido lograr recuperar la centralidad dentro del bloque, pero con infructuosos esfuerzos. Principalmente porque la aparición del “correísmo” cambio los ejes estructurantes del debate político; o al menos en suficiente medida como para desarticular lo tejido por este la CONAIE/Pachakutik en años anteriores. Significantes como cambio, renovación, ambientalismo, soberanía nacional, pluriculturalidad dejaron de tener un solo representante. Los intentos electorales por erosionar a la Revolución Ciudadana fueron poco más que intentos. En 2013, en alianza con varios actores de izquierda tradicional lograron un poco más que el 3% de la votación, con el binomio Acosta – Caicedo, y en 2017, endosando su apoyo a Paco Moncayo, lograron algo más del 6%.

El paro nacional de octubre de 2019 contra las medidas neoliberales del gobierno de Lenín Moreno, le proporcionan la oportunidad que tanto habían estado esperando. El movimiento indígena es nuevamente el protagonista de las movilizaciones que paralizan la sierra centro del país; mantienen el pulso a la represión policial y militar en la capital de la república. En un hecho nunca suscitado, el gobierno que había huido a Guayaquil regresa a Quito para sentarse a negociar con el frente del movimiento indígena; mientras se transmite el encuentro en vivo y
en directo.

Más allá de las consideraciones sobre lo que significó ese encuentro y sus derivaciones en el mediano plazo, el movimiento indígena capitalizó públicamente el esfuerzo realizado para plantarle cara a actual gobierno y sus medidas antipopulares. Sus líderes más visibles, Jaime Vargas y Leonidas Iza, fueron enseguida catapultados como posibles presidenciables para las elecciones en 2021; pero luego de unas elecciones primarias tensas, el candidato presidencial de Pachakutik se definió con el nombre de Yaku Sacha Pérez, en ese momento Prefecto del Azuay.

El horizonte de Yaku en 2021

Pérez es un militante del movimiento indígena desde hace varias décadas. Su carrera política la inició en los 90 logrando ser electo concejal de Cuenca. Abogado especialista en derecho ambiental, ha sido defensor de las fuentes aguas y se ha posicionado en contra de la minería a cualquier escala. Su militancia en el movimiento indígena lo ha llevado a ser presidente de varias organizaciones del medio, como la Ecuarunari y la Federación de Organizaciones indígenas del Azuay. Logró notoriedad pública al ser una de las figuras principales del movimiento indígena opositoras a Rafael Correa. Fue varias veces encarcelado por liderar manifestaciones en contra del gobierno anterior y también fue participe de las manifestaciones de octubre de 2019 en Quito.

Está claro que febrero 2021 no es octubre 2019. Mucha agua ha corrido por el río; ahora es él quien tiene en sus manos la responsabilidad, no solo de lograr que Pachakutik logré unos resultados mejores que los tuvieron en 2017; sino certificar que el movimiento indígena como tal sea nuevamente gravitante en el sistema político ecuatoriano. Por lo pronto, parece que los hechos de octubre todavía están latentes en la memoria colectiva. Según las encuestas que se han ido presentando hasta el momento, Yaku Pérez oscila entre 10% y 20% de la intención del voto. No es suficiente para entrar en segunda vuelta aún; pero indica que Pachakutik está recogiendo nuevamente el voto de cierto sector progresista que va más allá del sector indígena campesino.

En este momento parecería que, con Pachakutik, la Conaie y el movimiento indígena en general, se abren más preguntas que respuestas.

La principal sería saber si en un momento de renovación forzada de la Revolución Ciudadana, podrían aprovecharlo para ocupar más espacio representando mejor ciertos significantes del campo progresista (cambio, renovación, ambientalismo). Es decir, definir al corto plazo si aún le queda espacio para llegar a su techo para la primera vuelta de 2021. Esto teniendo en cuenta el despegue de su precampaña lleno de deslices comunicacionales que no lo encuadran como un candidato del todo serio.

Otra incógnita sería su posicionamiento frente a una segunda vuelta en la que no participen; que sería posiblemente entre el binomio de Araúz-Rabascall y alguno de los binomios de la derecha. No se sabe si pesará más su anticorreísmo que su vocación progresista como en 2017. Y finalmente, queda por dilucidar si en este nuevo momento de movimiento indígena implica renovarse y articularse nuevamente en el campo popular en consonancia con su actuación en octubre de 2019; o seguir recabando en su anticorreísmo para diferenciarse.

La encrucijada a la que se enfrenta el movimiento indígena, en este caso es que este reflejo adquirido no solo lo aleja de la Revolución Ciudadana; sino que termina distanciándolo también del discurso progresista del que pretende impulsarse para recobrar su protagonismo. Por lo pronto, no parece que ni Yaku ni Pachakutik tienen entre sus prioridades acercar posturas y finalmente buscar una forma de cooperar y convivir dentro del terreno progresista en el Ecuador

Renato Villavicencio Garzón estudió el Máster en Estudios sobre Globalización y Desarrollo por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU); Máster en Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Actualmente es doctorando en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid.

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