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Justicia para Lisbeth es la nueva consigna (opinión)

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Por: Macarena Orozco / @macaorozco3

El sábado 23 de enero del 2021 a las 10h00, se realizó el plantón “Justicia para Lisbeth” en Guayaquil desde el Parque Bicentenario hasta el Malecón. Varias personas y familiares de recorrieron las calles para exigir justicia y rapidez por parte de la Fiscalía. “No tengo plata para comprarlos, pero exijo como ciudadana de este país, como madre, necesito justicia, seguiré aquí y no pararé hasta que alguien me de una respuesta. El femicida y los cómplices tienen que pagar lo que hicieron. Y no pararé porque una madre nunca se cansa[..]” fueron la palabras de la madre de Lisbeth durante esta mañana.

El asesinato de Lisbeth Baquerizo a manos de su esposo, quien además fue su pareja durante 11 años se viralizó rápidamente en diferentes redes sociales. En este caso el femicidio puso en evidencia las fallas del sistema judicial en Ecuador, la facilidad con la que se filtra información, y una cultura violenta y machista en la que toda una familia puede encubrir un crimen violento. El asesino, los cómplices y testigos huyeron mientras la Fiscalía continúa en silencio frente a lo sucedido.

Lo sucedido el pasado 21 de diciembre es prácticamente de conocimiento público, así como detalles sobre las condiciones del cuerpo de Lisbeth que parecen sacados de la ficción pero que al final demuestran la realidad a la que se enfrentan miles de mujeres en Ecuador. Sin embargo, resulta dolorosamente necesario recapitular cada detalle para mirar en Lisbeth a un ser humano y no un número que se suma a una estadística.

I

A las 23h30 del 21 de diciembre del 2020, los padres de Lizbeth Baquerizo, Katty Muñoz y Mario Baquerizo, recibieron una llamada en la que les dijeron “Tienen que venir rápido, Lisbeth está muertita”. La llamada la realizó el suegro de Lisbeth, Bolívar Hermida Gómez. Durante la llamada, el padre de Lisbeth preguntó varias veces si habían llamado al 911 para verificar los signos vitales pero la respuesta fue “No, ya no, ya está muertita”.

Al llegar al domicilio de Lisbeth, la situación se torno confusa. La versión de Luis Javier Hermida Núñez, esposo de Lisbeth, y su familia, fue que Lisbeth había caído por las escaleras. Pero algo que llamó la atención fue que Luis tenía un corte en la ceja. Al preguntarle sobre el origen de la herida, él respondió que le robaron y que incluso había colocado la denuncia. Durante la confrontación entre Luis y la madre de Lisbeth, él entregó dos celulares, el de la víctima y el suyo que supuestamente había sido robado.

A estos hechos se suman otras inconsistencias que colocan a toda la familia de Luis Hermida como cómplices del asesinato de Lisbeth.

Cuando los padres de Lisbeth llegaron a ver el cuerpo, esté estaba completamente rígido, razón por la que se asume que Lisbeth llevaba muerta mucho más tiempo.

El cuerpo estaba lleno de sangre pero no se le permitió a los padres de la víctima hacer una autopsia ni revisar las heridas.

En la casa de Luis y Lisbeth se presentó un hombre que se hizo pasar por médico, actualmente se sabe que es el maquillador de la funeraria Santa Ana.

La familia de Luis quería realizar el entierro el mismo día en que Lisbeth falleció debido a una “política” de la funeraria.

Nunca se llamó a medicina legal para llevar el respectivo proceso, pero hubo varios hombres afuera de la casa con trajes de bioseguridad que más tarde entraron con un ataúd y se llevaron el cuerpo. La funeraria llegó al lugar incluso antes que los padres de Lisbeth. 

II

Durante el velorio de Lisbeth, Luis Hermida mostró una actitud sospechosa, estaba demasiado tranquilo en relación a lo sucedido. Cuando le preguntaron, respondió que había tomado unas pastillas para controlar los nervios. Esta actitud llamó la atención de varios asistentes.

El cuerpo de Lisbeth en el ataúd empezó a mostrar algunos signos de violencia. Los ojos comenzaron a tornarse morados, tenía las uñas rotas y moretones en las muñecas. Fue así que la familia supo que todo el cuerpo había sido maquillado.

Una de las amigas de Lisbeth señaló que Luis había cambiado de actitud desde hace un año. Luis agredía verbalmente a Lisbeth y la había empujado dos veces; estos cambios se habría dado debido a que él mantenía otra relación.

Con las evidencias en el cuerpo y el testimonio de la amiga la familia decidió poner la denuncia ese mismo día en la Fiscalía. El proceso inició con la orden de levantamiento del cuerpo para la investigación y la toma de versiones. Sin embargo, desde el inicio el proceso presentó fallas. La persona encargada de levantar el cuerpo se demoró más de la cuenta y fueron los padres de Lisbeth quienes tuvieron que mover el cuerpo.

Cuando se procedía a realizar la detención de Luis para que rindiera la versión, la familia Hermida bloqueó el acceso a los agentes de la DINASED. Luis se subió al carro de su hermano quien casi atropella a uno de los agentes.

III

La denuncia por el femicidio de Lisbeth se colocó el 22 de diciembre del 2020 pero orden de boleta de detención preventiva se extendió 7 días después, el 29 de diciembre, el mismo día en el que Luis salió de país. Los padres y hermanos del femicida también huyeron y hasta el momento nadie ha sido detenido. La respuesta de la fiscalía fue que la información se filtró.

A estas inconsistencias por parte de la fiscalía se suma el cambio de fiscal en el caso, lo que conlleva a un retraso en la mayoría de procedimientos a seguir. La familia ha solicitado la alerta azul para que la INTERPOL pueda buscarlo, pero la solicitud no procede.

Lisbeth fue asesinada el 21 de diciembre y el 12 de enero, Miguel Ángel Hermida Núñez, Josué Hermida Núñez, Nancy Núñez Medrano y Bolívar Hermida Gómez huyeron.

IV

La autopsia de reveló Lisbeth sufrió una muerte violenta a causa de un objeto cortopunzante. Además se descubrió que las lesiones que causaron la muerte estaban ubicadas en la cabeza y que fueron pegadas con brujita (pegamento) para intentar ocultar la evidencia.

V

La muerte de Lisbeth Baquerizo tiene  varios puntos  desde los que se puede entender la violencia de género.  La violencia tiende a escalar, puede pasar de gestos casi imperceptibles, hasta el desarrollo de violencia psicológica, violencia verbal y violencia física.

Por otro lado, podemos observar que existe una imaginario social que tiende a proteger y encubrir al agresor. Este no es el primer caso mediático en el que la familia del femicida busca encubrirlo, entorpecer los procesos y burlar al sistema. Algo similar sucedió con el femicidio de la cantante de música popular Sharon.

Y finalmente, la estructura política y judicial del Ecuador no está capacitada para atender de manera pertinente las denuncias de violencia y para dar el debido proceso a las denuncias de femicidio. Los trámites y la burocracia colocan tantas trabas a la hora de la denunciar que resulta habitual que los agresores y femicidas queden impunes. De ahí surge la necesidad de pensar una ley que actúe de manera más eficaz para proteger a las mujeres, a las familias, a los miles de niños que quedan en la orfandad producto de femicidios. Pensar y releer estos hechos resulta dolorosamente necesario porque aún no hemos comprendido la magnitud de la violencia contra las mujeres. Pensemos por ejemplo en las propuestas sobre mujeres y violencia de género que se presentaron en el debate presidencial. El problema de la violencia apenas y se toca de manera superficial. No existe un discurso claro, no existe una propuesta firma y una política de estado que busque alternativas para reducir la violencia a corto y largo plazo.

Las mujeres debemos ser tratadas como seres humanos, como sujetos de derecho y no como una cifra en el INEC. Y son precisamente las luchas que nacen por todas las que ya no están las que nos motivan a seguir peleando por nuestros derechos. Me gustaría regresar a un fragmento inicial de este texto y que pertenece al discurso de la madre de Lisbeth “No pararé porque una madre nunca se cansa” y por todas las que nos faltan, las que estamos y las que vienen nosotras tampoco nos cansaremos.