Fuente: Radio Nacional de Colombia
Acerca de la labor de Álvaro José Arroyo González en la música colombiana, de su importancia como pionero de la salsa y como el artista que consolidó mil vertientes provenientes de África y el Caribe latinoamericano en un solo gran producto llamado “joesón”; acerca de su vida agitada y díscola, de sus decenas de coqueteos con la muerte, de sus amores de la vida y de las circunstancias todavía no muy claras acerca de su muerte… Acerca de todo eso, han corrido ríos de tinta.
Mauricio Silva Guzmán, escritor de la biografía “Joe Arroyo, el Centurión de la Noche. Una vida cantada”, recuerda en su libro que “Arroyo, posiblemente el más talentoso de los creadores e intérpretes populares que ha dado Colombia”, también fue “un hombre marcado al mismo tiempo por el éxito y por la desgracia: consagrado por el genio musical que heredó de sus ancestros africanos y que supo conjugar con los ritmos del trópico, aplaudido por esa voz inconfundible que muchos califican como la versión masculina de Celia Cruz, pero, así mismo, condenado por el vicio, golpeado por las tragedias familiares y disminuido por enfermedades de las que en más de una ocasión se salvó por verdadero milagro”.
Y sin embargo, ahí estaba también el genio, el artista que grabó en su voz más de 300 canciones en unos 40 álbumes, alrededor de unos 100 temas propios y más de 60 temas en los primeros lugares de éxito, suficientes cartas de presentación para un artista llamado a arañar el Olimpo de los más grandes.
Después de pasar por la orquesta de Rubén Darío Salcedo y por la agrupación La Protesta, a sus escasos 16 años el cartagenero ya era parte de la agrupación más importante de la salsa nacional de la década del 70, Fruko y sus Tesos. Allí impuso su estilo, sus dejos vocales y varias de sus composiciones, que lo catapultarían a la inmortalidad. Fueron los primeros pasos de la leyenda, mismos que retomó en otras agrupaciones que integrara como The Latin Brothers, Los Líderes, Los Bestiales, La Integración y hasta la orquesta de Pacho Galán, y que concretaría como solista en los más de 30 años que trasegó por la salsa, el joesón y la música de carnaval en sus grabaciones para Discos Fuentes y Sony Music.
Sin duda alguna, Joe Arroyo fue el cantante más importante de su generación y de su tierra desde la década del 70 en adelante. Fue tanto el prestigio que alcanzó en cierto momento de su carrera el cartagenero, que el Carnaval de Barranquilla tuvo que inventarse un galardón nuevo para él: el llamado Supercongo de Oro. Y nunca han dejado de bailarse temas suyos como “La noche”, “Rebelión” (verdadero himno de la cosmogonía del Caribe colombiano y de la historia de nuestra multiplicidad cultural), “Echao pa’lante”, “En Barranquilla me quedo”, “Te quiero más”, “Mary”, “Por ti no moriré”, “El trato”, “Fuego en mi mente”, “Musa original”, “Tumbatecho”, “A mi Dios todo le debo”, “Noche de arreboles” y “La fundillo loco”, entre muchísimos otros y sin contar las piezas que otros autores dejaron en su voz, como “Pa’l bailador”, “Yamulemau”, “Con gusto y gana”, “El ausente”, “El caminante”, “El son del caballo”, “Nadando”, “Confundido” más varios mosaicos carnavaleros con temas tradicionales.
Este 26 de julio conmemoramos una década de la partida de la leyenda, Joe Arroyo.