Por: Sebastián Jarrín / @seb_astian1001
El coronavirus ha impactado a todos los países del mundo casi de manera uniforme: colapso de los sistemas de salud y paralización total de las economías debido al #QuédateEnCasa. Organismos tales como la CEPAL, el FMI, el Banco Mundial, la OMC, calificadoras de riesgo, consultoras y más, apuntan a una “recesión sin precedentes”, pero a una “recuperación rápida y vigorosa”. Sin embargo, la respuesta ofrecida por cada país si ha variado dependiendo de dónde se ubiquen, según el umbral decretado por el presidente Harry Truman por allá en 1949: si somos desarrollados o subdesarrollados.
Los países desarrollados han sido prestos a implementar programas de ayuda de cantidades inimaginables para algunos países, que rondan el rango de los billones o trillones. La Unión Europea abrió la posibilidad de una compra de deuda pública y privada por parte del Banco Central Europea “sin límites”. Incluso Robert Chote, jefe de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria de Reino Unido dijo a legisladores “ahora no es momento de ser aprensivos respecto de la deuda del sector público”.
Además, la solidaridad no falta entre estos países, agrupados en G-7, G-20, quienes han prometido concentrar sus esfuerzos en el libre comercio para la recuperación. La Reserva Federal de Estados Unidos, el 19 de marzo abrió líneas SWAP con otros bancos centrales, lo que significia que que la Fed acepta otras monedas a cambio de dólares, al menos durante los próximos seis meses. Al principio lo hizo con los bancos de Inglaterra, Suiza, Japón, Canadá y el Europeo. Luego añadió a los bancos centrales de Australia, Brasil, Corea del Sur, México, Singapur, Suecia, Dinamarca, Noruega y Nueva Zelanda y que suman un total de 700 billones aproximadamente.
Ahora bien, cuando regresamos la mirada a América Latina, América del Sur y al Ecuador en concreto, la situación es otra completamente distinta. Acá “No Tenemos Alternativa”: la corrupción nos ha dejado sin ahorros, tenemos poco espacio fiscal y por lo tanto debemos recurrir a financiamiento internacional.
Pero la doble moral abunda en nuestra región. Mientras el director para el Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner destaca el papel de los bancos centrales, los cuales han reducido sus tipos de interés y han acometido acciones para suministrar liquidez y solventar la situación de volatilidad en los mercados domésticos; en Ecuador a raíz de la carta de intención firmada con el FMI, se eliminó la capacidad del Banco Central de comprar deuda pública, una alternativa denominada #sobregiroBCE. Al mismo tiempo, mientras que Werner anuncia que se está trabajando en nuevo acuerdo entre el Ecuador y el FMI que, literalmente, “reemplace al anterior”, el Ejecutivo envío de carácter urgente las reformas al Código Orgánico de Planificación de las Finanzas Públicas, que entre otras cosas, reduce la capacidad de ampliar el Presupesto General del Estado de 15% a 5%, en tiempos donde lo público es necesario para una respuesta oportuna, contundente y universal, porque como dice Roberto Bissio, director del Instituto del Tercer Mundo y coordinador de la red internacional Social Watch “No desdeñamos la importancia de la cooperación –toda contribución es bienvenida, pero dada la magnitud de la crisis, es claramente insuficiente, es más bien un gesto simbólico”. Y en eso queda las iniciativas del sector privado: un gesto simbólico. Y en el caso del Ecuador un gesto con cálculo electoral.
Decía hay que huirle al discurso de “No Hay Alternativa” (Ther is No Alternative), acuñado por Margareth Thatcher y Ronald Reagan para implementar el neoliberalismo en los 70-80. Y que bueno que Werner reconozca que “la región enfrenta al espectro de otra década perdida durante 2015-25″, porque es el reconocimiento de la década ya perdida en los 80, guiada por el neoliberalismo y ante lo cual hoy debemos creer en las alternativas, imaginativas, colaborativas y solidarias.