Hace 80 años, Virginia Woolf se refugió en «La habitación propia»

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Quito, 28 mar (La Calle).- 28 de marzo de 1941 no fue el primer intento de suicidio de la escritora británica Virginia Woolf, pero si el definitivo. Fue una de las mejores exponentes literarias de su época, sin embargo, varios de los episodios de su vida la llevaron a una depresión de la que nunca se recuperó.

Hoy en día se considera que Virgina Woolf padeció un trastorno bipolar con fases depresivas severas. Nacida en Londres, el 25 de enero de 1882, Woolf creció en un hogar liberal y siempre tuvo conciencia de que el sistema en el que vivía no le permitía desarrollarse como quisiera.

Perteneció al grupo de Blomsbury, en el que también estuvieron figuras como el economista John Keynes o el crítico E.M Foster. En agosto de 1912 se casó con el teórico político, escritor, editor y antiguo funcionario público británico, Leonard Woolf. Los trastornos más graves que padeció Virgina los sufriría entre los años 1913 y 1915. El 9 de septiembre de 1913, Virginia ingirió cien gramos de veronal, en otro intento por quitarse la vida.

Obras

El libro que la puso en conocimiento de la crítica londinense fue La Señora Dalloway (1925), novela que sigue un día a Clarissa Dalloway y que representa el periodo entreguerras en Gran Bretaña.

En 1927, aparece El Faro. En esa novela, Woolf explora el viaje de una familia a un faro y antepone las reflexiones filosóficas sobre la trama. Después seguirían Orlando (1928), Las Olas (1931).

Una de sus obras más importantes es Una habitación propia (1929), un ensayo que explora las dificultades de ser mujer  y querer tener una carrera en la literatura. «¿Qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Independencia económica y personal, o sea, una habitación propia», se preguntaba.

El final

Aunque la escritura fue su tabla de salvación, no pudo hacer frente a la desesperación y sus sentimientos.

El 28 de marzo de 1941, se puso el abrigo y despojándose de su bastón, llenó los bolsillos de piedras y se adentró en el río Ouse, dejándose llevar por «las aguas que corren». 

Antes de morir, Virginia dejó dos cartas. Una para su hermana Vanessa y otra para su marido, Leonard Woolf, las dos personas más importantes de su vida.