Quito, 02 ago (La Calle).- La Plaza de La Independencia estaba desolada. La Policía resguardaba las calles aledañas al Municipio de Quito, mientras simpatizantes de Jorge Yunda y Santiago Guarderas evitaban cualquier contacto. Los seguidores de Yunda copaban la calle Chile; en cambio, los de Guarderas esperaban en la Guayaquil. Él conversaba con la prensa en los exteriores de la calle Venezuela.
Este ambiente, algo atribulado y confuso, acompañaba los actos por el 2 de agosto de 1810, que coincidía con la áspera disputa política por el sillón municipal. Lo cívico y lo político rondaban el corazón de Quito.
Guarderas, ataviado de un terno color marrón, dijo: «no voy a caer en lo que quiere el doctor Yunda. Yo haré respetar la ley. Nos llevó a estas circunstancias por no acatar el fallo. Debería abstenerse de hacer acto alguno», dijo. Luego agregó: «Soy alcalde bajo los principios del Concejo Metropolitano y la decisión del Tribunal Contencioso Electoral”.
Unos metros más allá, en el Museo Alberto Mena Caamaño, las notas del Himno Nacional del Ecuador brotaban de las trompetas de la Banda Municipal. El alcalde Yunda, al interior del que fuera el Cuartel de la Real Audiencia de Quito, daba el discurso en honor a los próceres de la gesta del 2 de agosto de 1810.
«Ese 2 de agosto fue una de las masacres más terribles al pueblo de Quito que lo único que reclamaba es democracia y libertad. Nosotros estamos haciendo frente a las nuevas amenazas de la libertad: la pobreza, la desigualdad. Debemos unir nuestros esfuerzos».
El alcalde Yunda, posterior, recorrió la escena de la matanza que se recrea en el Museo de Cera, luego cruzó la calle para la sesión del Consejo Metropolitano. 15 minutos antes, Guarderas había dejado la escena en medio de preguntas que flotaban en la mente de los presentes.
Dos alcaldes, una sesión
Yunda no quería hablar con los medios. Pero no lo logró. Los periodistas lo detuvieron en el acto. Con cierta resignación contestó: «Yo gané en las urnas. En un Estado de derechos también se acatan las órdenes de la Corte Provincial.[…] Cuando se trata de derechos políticos, institucionales, la disposición de la Justicia está por encima de cualquier otra cosa”, dijo.
Una vez dentro, en el salón de sesiones del Concejo, Yunda tomó su puesto directivo. A su diestra Santiago Guarderas. Jamás se regresaron a ver. Yunda tomaba café. Quien fuera su compañero de fórmula electoral movía los dedos sobre el teclado de su celular.
Después del Himno Nacional, Guarderas djo «esta sesión es ilegal», se abrió espacio entre concejales y periodistas para abandonar el salón.
La sesión siguió su curso. El concejal Marco Collaguazo tomó la palabra.»Nuestro país es un Estado de derecho y garantías constitucionales y esa es nuestra bandera de lucha. […] Los concejales no somos enemigos. Tenemos diferentes formas de pensar. El enemigo es la pobreza, la desigualdad y desnutrición», añadió
Le siguió Yunda, quien agradeció la presencia a los concejales «que no vinieron por una persona, sino por la gesta de agosto de 1810. Debemos transmitir a los jóvenes la memoria histórica”.
Ni los acordes del Himno a Quito pudieron disimular el bochorno que flotaba en el aire. Se sentía como un barco a la deriva.