Publicidad spot_img

Apoya a Radio La Calle ($2,00)

Grandes plumas | Capítulo 1: Julio Cortázar

Por: María Isabel Burbano / @rizossalvajes

Las influencias, los prejuicios disfrazados de experiencia. Lo malo es que eran necesarios, lo malo es que eran buenos. Y lo bueno es que a la larga resultaron malos. 

El examen

***

El 12 de febrero de 1984 moría Julio Cortázar en París. Su última pareja la escritora y fotógrafa estadounidense Carol Dunlop falleció por una aplasia medular en 1982 y en ese tramo de dos años, la leucemia que padecía el escritor se agravó. En 1983 viajó de incógnito a Buenos Aires para despedirse de su madre, consciente de lo que ya estaba por venir, llegó en los últimos días de noviembre, unos días antes de que se posesione el gobierno de Raúl Alfonsín, el primero de la vuelta a la democracia en Argentina.

Por cuestiones del destino, Martín Caparrós, escritor argentino, recibió una llamada de Héctor Yánover para avisarle que Julio Cortázar estaría en su librería. El escritor aceptó darle una entrevista, pero tenía que ser en ese momento. Caparrós estaba un poco desesperado al hacer una entrevista cuyas preguntas no había preparado, pero Cortázar tenía la predisposición de conversar. Hablaron del exilio, la migración, Buenos Aires, la dictadura, la democracia y sus libros.

Para esas fechas, la enfermedad se lo estaba devorando con un poco de prisa y sin pausa. En enero de 1984 se internó en el hospital Saint Lazare, donde terminó los escritos de lo que sería el póstumo Negro el 10. Fue enterrado con Carol en el cementerio de Montparnasse, el pequeño cortejo fúnebre pasó por los jardines de Luxemburgo frente a la estatua de Balzac y si bien la noticia no resonó mucho en los periódicos argentinos, en París, que había sido su segunda casa, se destacó la habilidad de cuentista y novelista que tuvo.

Uno de los miembros del boom latinoamericano, Cortázar logró que su Rayuela se quedará rondando en las mentes de los jóvenes latinoamericanos de varias generaciones. “De todo lo que he hecho, Rayuela es el libro mágico para ellos, en toda América Latina”, dijo en esa última entrevista.

Cortázar, para mí, es Rayuela, pero también mucho más. Es su maravilloso libro de cuentos Bestiario, con La casa tomada a la cabeza. El uso del narrador, el ritmo, la musicalidad. El uso del tiempo en La isla al mediodía, igual que en La noche boca arriba o la Continuidad de los parques, ambos con un giro de tuerca que nos permite apreciar el talento narrativo de Cortázar.

Además de la ya mencionada Rayuela. Aparecen Los premios que además del trabajo estético, nos muestra las relaciones de personas cotidianas en un entorno fuera de lo común. Este párrafo es mi favorito:

Bettina se había quedado en la cama, desnuda y con el ventilador en la mesa de luz, leyendo a Proust en traducción de Menasché. Toda la mañana habían hecho el amor, con intervalos para dormir y beber whisky o Coca Cola. Después de comer un pollo frío habían discutido el valor de la obra de Marcel Aymé, los poemas de Emilio Ballagas y la cotización de las águilas mexicanas. A las cuatro Medrano se metió en la ducha y Bettina abrió el tomo de Proust (habían hecho el amor una vez más). En el subte, observando con interés compasivo a un colegial que se esforzaba por parecer un crápula, Medrano trazó una raya mental al pie de las actividades del día y las encontró buenas. Ya podía empezar el sábado.

Los Premios

También está El peseguidor. A Cortázar le gustaba el jazz y el protagonista de este cuento largo está basado en el saxofonista Charlie Parker, quién al igual que Johnny Carter era drogadicto y alcohólico. El libro nos lleva por la turbulenta relación entre Johnny y su amigo Bruno a quienes los une el amor por la música. El segundo intenta rescatar al primero de las adicciones, mientras intenta entender el mundo onírico en el que transita el protagonista. Podríamos hablar de sus obras eternamente, pero la única forma de disfrutarlas es leyéndolas ¿Qué más nos ofrece Julio Cortázar en su literatura?

***

En 1980, Cortázar dio clases en la Universidad de Berkeley y esas dos horas a la semana que recibían los alumnos del departamento de Español y Portugués de esa Universidad quedaron grabadas para posteriormente formar parte del libro que editó Alfaguara y se llama Clases de literatura. En este escrito, Cortázar va contando a sus alumnos cómo construyó su camino como escritor, sus cuentos, sus novelas, Rayuela.

Empieza refiriendo que existen tres etapas en su viaje literario. La primera era una fase estética. El modelo de referencia era Jorge Luis Borges aunque también destaca Roberto Arlt. El Buenos Aires de los años 30 y 40 era una ciudad mucho más europea en sus formas. Los cuentos que aparecen en Bestiario o El fin del juego son ejemplos claros de esa etapa.

“Pertenezco a una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la clase media en Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma”.

Clases de literatura

Si en su etapa estética, Cortázar se concentraba en lo fantástico; su etapa metafísica lo llevó a focalizar su atención en los personajes que construía. De esa fase se desprenden El perseguidor, Los Premios y por supuesto Rayuela. Si me preguntan, creo que no se puede pensar en que las etapas de este escritor están separadas una de la otra. Cortázar siempre mantuvo esa idea de lo fantástico, pero empezó a conjugarla con el realismo y la invitación al juego para el lector que aparece en Rayuela o 62 modelo para armar.

La última etapa es la histórica. Pensar a la literatura más allá de sí misma y más allá del individuo como construcción literaria. Integrar a la literatura en los procesos sociales para que pueda incidir en la historia. Cortázar llega hasta aquí por la Revolución Cubana. Cuando visita Cuba ingresa al espacio social fuera de los cafés y los amigos en París. De esta etapa se desprende El libro de Manuel.

“En ese momento, por una especie de brusca revelación —y la palabra no es exagerada—, sentí que no sólo era argentino: era latinoamericano, y ese fenómeno de tentativa de liberación (…) Me di cuenta de que ser un escritor latinoamericano significaba fundamentalmente que había que ser un latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la condición de latinoamericano, con todo lo que comportaba de responsabilidad y deber, había que ponerla también en el trabajo literario”.

Clases de literatura

Rayuela se escribe en los años 50 inconscientemente, Cortázar ya esbozaba en El Perseguidor lo que sería Rayuela. El personaje principal del cuento y la novela sufren, se concentran en sí mismos. A Horacio Oliveira le atormentan con preguntas relacionadas a la existencia, el ser humano. También se desprende el personaje femenino de “La Maga”, cuya interacción con el protagonista también forma parte del imaginario de los lectores de Cortázar.

Era un momento de la vida del escritor, donde el existencialismo que pregonaban Sartre y Camus le habían causado profundo interés. La novela se forma con los muchísimos apuntes que el escritor hizo de su vida en París que se fueron estructurando de una cierta manera. Al libro, como lo vio Cortázar, se lo lee de dos formas que están explicadas en la primera página. Linealmente hasta el capítulo 56 o empezando por el capítulo 73, saltando de espacio en espacio como describe el nombre de este libro.

Cortázar decía que los críticos habían sido implacables en una forma negativa con Rayuela. Que la novela es difícil de leer, que no se entiende, que parece el Ulysses de James Joyce (que para mí no tiene sentido en absoluto porque lo de Joyce es una batalla muchas veces intentada y pocas veces lograda). Tampoco lo entendieron los lectores de mayor o igual edad que Cortázar (que estaba en sus 40), pero sí los jóvenes, porque Rayuela muestra ciertos cuestionamientos, anhelos que llegan a ese grupo etario. También estaba el factor del juego, que no es algo inherente necesariamente a los jóvenes, pero ellos atendieron el llamado y puedieron jugar.

“La felicidad tenía que ser otra cosa, algo quizá más triste que esta paz y este placer, un aire como de unicornio o isla, una caída interminable en la inmovilidad”.

Rayuela

Cortázar era una pieza clave del boom latinoamericano. Como la mayoría de sus miembros fue a Europa para poder darle un sentido a la literatura que llevaba dentro. Se empapó de esa fuerza cultural que era París en el siglo XX, pero nunca soltó lo argentino, lo porteño. Era un hombre singular que se dejó llevar por las experiencias que le dio la vida. Eso alimentó muchísimo su forma de escribir. El talento narrativos de sus primeros escritos se combinó con la capacidad de pensar la literatura como un espacio de comunicación juego e interacción con los lectores, pero también como una actividad que incide en lo histórico – social. Para los que disfrutamos sus escritos, podemos decir que lo logró. Vaya que lo hizo.

Porque un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente puente mientras los hombres no lo crucen. Un puente es un hombre cruzando un puente, che.

El libro de Manuel

Publicidad