Por: María Isabel Burbano / @rizossalvajes
Esta frase la dijo Oscar Wilde a propósito de El retrato de Dorian Gray, cuya publicación en 1890 causó el rechazo de la sociedad victoriana, imperante en esa época. La novela desnudaba a los miembros de la clase alta, su frivolidad y superficialidad. La capacidad de destrozar a un joven ingenuo, su retrato era la muestra de la banalidad en la que vivían. Sin embargo, la sociedad en la que vivía Wilde no solo era superflua, sino también castigaba lo que a su juicio era inmoral y el escritor lo pagó con creces.
En esta entrega repasaremos la vida de Wilde y su obra que ha tenido un impacto profundo en las generaciones de escritores venideros.
Primeros años
Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde nació en Dublín, el 16 de octubre de 1854. Su padre, William Wilde era cirujano otólogo y oftalmólogo, además de arqueólogo y estadístico. Su madre, Jane Frances Agnes Elgee, era poetisa. Escribía para los revolucionarios jóvenes irlandeses y era conocida partidaria del nacionalismo irlandés. Su hermano mayor, Willie Wilde (1852-1899) sería más tarde un destacado periodista para Punch y Vanity Fair, además de editorialista para The Daily Telegraph.
Hasta los nueve años estudió en casa, demostrando una inteligencia particular y facilidad para el francés y el alemán. A los 10 años ingresó a la Portora Royal School de Enniskillen y a los 17 entró al Trinity College de Dublín, donde se dedicó al estudio de los clásicos, especialmente los poetas griegos.
Gracias a una beca, consiguió entrar al Magdalen College, de Oxford, donde continuó sus estudios hasta 1878 y se graduó en Letras con la mayor nota posible.
Jamás se interesó lo más mínimo por las matemáticas, ni en la escuela ni en el colegio. Se reía de la ciencia y nunca tuvo una buena palabra para un profesor de matemáticas o de ciencias; pero tampoco había la menor malevolencia ni rencor en nada de lo que dijera sobre ellos; ni, a decir verdad, sobre nadie. Los clásicos absorbieron casi por entero su atención en sus últimos tiempos escolares, y la fluida belleza de sus traducciones orales en clase [...] era algo que no se olvidaba fácilmente. Oscar Wilde en la escuela según sir Edward Sullivan.
A mediados de 1881, a los 27 años revisó y compiló su poesía en su primer libro: Poemas.. El libro gozó de cierto con 750 copias vendidas, lo que llevó a imprimir un lote mayor en 1882. Al graduarse de Oxford, regresó a Dublín, donde se enamoró de Florence Balcombe, quien finalmente se casaría con Bram Stocker, autor del clásico de terror Drácula. Poco después, Wilde anunció su intención de abandonar Irlanda permanentemente. Se trasladó a Londres, allí había conocido a Constance Lloyd, con quien se casó y tuvo dos hijos Cyril y Vyvyan.
Llevó como bandera el movimiento conocido como esteticismo que tiene al arte como expresión y exaltación de la belleza, por lo que debería estar por encima de prácticas morales o sociales. Wilde, uno de sus máximos representantes, ya desde la Universidad se había dejado crecer el cabello y desdeñaba los deportes considerados masculinos. Adornaba sus cuartos con flores y arte. Algo que desdeñaban y destruían sus compañeros.
En 1888, empieza una intensa actividad literaria, había publicado sus cuentos en revistas y luego los compilaría en El Príncipe feliz y otros cuentos. Al año siguiente escribe sus primeros ensayos y en 1890 aparece El retrato de Dorian Gray. Para 1981 sale de las prensas Intentions, libro de ensayos que incluye La decadencia de la mentira y El crítico como artista. Y se publican los libros de relatos y cuentos: El crimen de Lord Arthur Savile y otros cuentos y Una casa de granadas. En 1895 se estrena la obra teatral La importancia de llamarse Ernesto.
El escándalo
En 1895, Wilde estaba en la cima de su carrera cuando un escándalo lo cambió todo. El padre de sir Alfred Douglas, su amigo, sospechaba que tenían un romance. Le envió una carta acusándolo de sodomita.
Alfred lo animó a denunciarlo por calumnias. Una decisión que no salió nada bien, pues John Douglas quedó libre y Wilde debió enfrentar un segundo juicio en mayo de 1895, en el que se le acusó de sodomía y de grave indecencia. Lo condenaron a trabajos forzados durante dos años. La sentencia recrudeció la política intolerante y persecutoria contra los homosexuales, no solo en Gran Bretaña sino en toda Europa.
Durante su estancia en la cárcel, Wilde escribió la extensa carta dirigida a lord Alfred Douglas que lleva por título De profundis (1897) y el poema La balada de la cárcel de Reading. Las cárceles victorianas eran, como cualquier encierro, el infierno: raciones mínimas de comida, prohibición absoluta de hablar con otros reclusos y aislamiento del exterior sólo aliviado por una visita cada tres meses. Un día, por la pérdida de peso y la debilidad, se desmayó en la capilla y sufrió una lesión en el oído derecho. Lo mediático de su caso le permitió que lo trasladaran a otra prisión y le den lápiz y papel.
En mayo de 1897 abandona la prisión, pero ya no es el Oscar Wilde que conocían. Estaba destruido física y espiritualmente. Divorciado y su ex esposa le había prohibido ver a sus hijos, a los que les quitó el apellido Wilde. Se reencontró con Douglas en Ruan, donde retomaron su amistad. Ambos vivieron juntos unos meses al final de 1897, cerca de Nápoles, cuando sus familias amenazaron con quitarles los fondos si seguían juntos. Sus amigos lo abandonaron, hartos de que les pida dinero y avergonzados de su comportamiento en París, donde se mostraba con sus jóvenes amantes. Wilde pasó el resto de su vida en París, viviendo bajo el nombre falso de Sebastián Melmoth. Un cuadro de meningitis, por una infección en su oído lesionado que no fue atendida bien, lo llevó a la tumba a los 46 años, el 30 de noviembre de 1900.
La ley que lo condenó a prisión fue abolida en 1956 y varias notables personalidades británicas sufrieron persecución por su homosexualidad. Uno de ellos fue Alan Turing, padre de la informática moderna que ayudó a descifrar la comunicación en código de los nazis durante la segunda guerra mundial. En algún momento, Wilde escribió sobre su condena: «No tengo duda de que ganaremos. Pero el camino será largo y lleno de monstruosos martirios». Tenía razón.