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Grandes desdichados – Séptima parte: Charles Baudelaire

Por: María Isabel Burbano / @rizossalvajes

La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.

Las flores del mal – Charles Baudelaire

Esos son los versos iniciales que Charles Baudelaire ofrece al lector en Las flores del mal (1857). Poeta maldito por excelencia, Baudelaire es el representante más grande del simbolismo francés. Maldito por su grandeza, pero también por el cuestionamiento de la moralidad, los valores del siglo XIX y el incipiente capitalismo en crecimiento. El genio de Baudelaire lo ha colocado en los altares de la poesía, pero su errante vivir lo llevó a una muerte prematura.

En esta entrega les contamos sobre la vida del simbolista francés, Charles Baudelaire.

Primeros años

Nació en París el 9 de abril de 1821. Su padre, Joseph-François Baudelaire era un exseminarista, antiguo preceptor, pero también profesor de dibujo, pintor y funcionario jefe del Despacho de la Cámara de los Pares. Su madre era hija de migrantes francés a Londres en la revolución de 1793. Le enseñó inglés a Charles.

Falleció en 1827, cuando Charles tenía apenas cinco años. Dejó una pequeña herencia. Su madre cambió de residencia y, a los veinte meses se casó con su vecino Jacques Aupick, que llegaría a ser general comandante de la plaza fuerte de París. La unión produjo un amargo sinsabor en Charles que sintió el abandono de su madre y siempre detestó a su padrastro.

En 1830 asecendieron Aupick a teniente coronel por su participación en la campaña de Argelia. Dos años más tarde lo nombraron jefe del Estado Mayor y se trasladó con su familia a Lyon. Allí permanecerá cuatro años, en los que Baudelaire no guarda buenos recuerdos de su estancia. En 1936 cuando el padrastro ascendió a general del Estado mayor retornan a París. Logra terminar el bachillerato, pero es expulsado por una dura falta disciplinaria.

En 1840 Baudelaire se inscribió en la Facultad de Derecho. Comienza a frecuentar a la juventud literaria del Barrio Latino y entabla amistad, entre otros, con Honoré de Balzac. Comienza a llevar una vida desenfadada y tiene altercados con su familia por el consumo de drogas y el ambiente bohemio en el que estaba inmerso. También empezó a frecuentar los prostíbulos.

Rechazó ingresar en la vida diplomática, por lo que su padrastro, horrorizado por su conducta, decide alejarlo de París. La familia lo envió a Burdeos para que embarque con destino a Calcuta. Allí escribió el poema El albatros. Al llegar a la isla de Mauricio, tomó un barco que lo llevó de vuelta a casa. En París retomó su vida bohemia.

El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes
Que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo en medio de la grita,
Sus alas de gigante le impiden marchar.

El albatros – Charles Baudelaire

París en Baudelaire

El genio de Baudelaire, que se nutre de la melancolía, es alegórico. Con
Baudelaire París se convierte por primera vez en objeto de la poesía lírica.
Esta poesía no es arte regionalista, sino más bien la mirada del alegórico que
se encuentra con la ciudad, la mirada del alienado. Es la mirada del flâneur,
cuya forma de vida todavía baña la futura y desconsolada vida del hombre de
la gran ciudad con una pátina de reconciliación
El París de Baudelaire - Walter Benjamin 

Uno de los estudiosos de la vida de Baudelaire es Walter Bejamin, quien habla de Baudelaire y la importancia de París en su obra. El concepto de flâneur que Baudelaire definió como “caballero que pasea por las calles de la ciudad” define a un hombre que vive de descubrir la ciudad, de transitar por sus calles y rincones. Una doble condición tiene este hombre callejero: la de formar parte de y la de observar a. El flâneur ocupa las plazas, cafés y parques de la ciudad y su observación e inmersión dentro de la multitud responde a un interés propio de entender la urbe. Con la llegada del capitalismo desaparece el flâneury toma lugar el badaud, el mirón que pierde individual y es arrastrado para formar parte de la masa.

Lo extraordinario en la poesía de Baudelaire es que las imágenes de la mujer
y de la muerte se entrelazan en una tercera, la de París (...) Pero lo decisivo en el
«idilio mortuorio» de la ciudad en Baudelaire es un sustrato social, moderno.
Lo moderno es uno de los acentos principales de su poesía.
El París de Baudelaire - Walter Benjamin 

En efecto, Baudelaire toma el concepto modernidad, donde el artista tiene que capturar las partes de una vida que se vuelve más efímera y cambiante en el espacio urbano. Esa modernidad se vería reflejada en su primera obra El Salón de 1845 y El Salón de 1946, con las que destacó como crítico de arte y rescató el trabajo de Delacroix. Además de alagar a Richard Wagner, cuya obra consideraba como arte nuevo. Tradujo las obras de E.T.A. Hoffmann y Edgar Allan Poe en esta persecución de un arte vanguardista.

Las flores del mal

La obra más conocida de Baudelaire son Las flores del mal (1857), una reunión de los poema que había escrito hasta ese momento. Sin embargo, publicarlo no iba a ser tarea fácil. En agosto de 1857 – solo unos meses después del juicio contra Gustave Flaubert por Madame Bobary – el fiscal Ernest Pinard, de quien se sabe escribía relatos eróticos, acusó al poemario por obsenidad y atentar contra la moral.

A seis poemas de Las flores del mal se los acusa de “cantar la carne sin amarla”, de destilar un veneno embriagante y abyecto, como en Lesbos, donde el poeta introduce el amor entre las mujeres.

Lesbos, donde los besos son como cascadas
Que se vuelcan sin temor en los abismos insondables,
Y corren, sollozantes y cacareantes, a borbotones,
Tempestuosos y secretos, hormigueantes y profundos;
¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas!

Lesbos – Charles Baudelaire

Tuvo que suprimir los seis poemas señalados: Lesbos, Mujeres condenadas, El Leteo, A la que es demasiado alegre, Las alhajas y La metamorfosis del vampiro, que se publicarían en ediciones posteriores – en 1949, la Corte revocó la condena – y pagar una multa de 300 francos. Molesto estaba el poeta, no por la acusasión de inmoralidad – buscaba sacudir las fibras de la burguesía francesa – si no porque la acusación decía que sus poemas llevaban “a la excitación de los sentidos mediante un realismo grosero y ofensivo para el pudor”.

El juicio contra Baudelaire y Flaubert abren las discusión de hasta qué punto la literatura puede ser juzgada por la ley ¿no son acaso los lectores quienes podrían tener la última palabra? o más allá ¿la última palabra la tienen los propios autores? Era una época donde los viejos valores se negaban a sucumbir ante la modernidad, un período que no duraría mucho una vez terminado el siglo XIX.

Ocaso, enfermedad y muerte

En 1864 viajó a Bruselas, residió dos años en Bélgica, donde intentó dar conferencias sobre arte que no tuvieron mucho éxito. Las visitas a los prostíbulos lo llevaron a la sífilis. En 1865 le causó un primer conato de parálisis. Los síntomas de afasia y hemiplejía, que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup. Es probable que se la haya transmitido a su amante, la mujer que más amó después de su madre, la bailarina haitiana Jeanne Duval, con la que convivió dos décadas.

Su madre lo trasladó a una clínica en París y allí permaneció sin habla, pero lúcido hasta el final de sus días el 31 de agosto de 1867. Lo en el cementerio de Montparnasse, junto a la tumba de su padrastro.

Reconocimiento post mortem

Como sucede con la mayoría de genios y artistas, el trabajo de Charles Baudelaire no fue comprendido por la sociedad francesa en su conjunto, con excepción de otros artistas y escritores. Si bien cultivó su posición de maldito, también quería lograr el éxito que no pudo ver en vida.

Baudelaire es uno de los fundadores de la poesía moderna y el padre del simbolismo. Su aporte desde las letras para tratar el sufrimiento que se gestaba en los sujetos de la modernidad, que empezaban a sujetarse al capitalismo como forma de vida, pero también superar la moralidad y llevar temas como la mujer, el amor, la muerte, el placer, la vida en su poesía le otorgaron un reconocimiento que llevó a Marcel Proust o T.S Elliot a indagar en su obra. Jean Paul Sartre y Benjamin también siguieron sus pasos desde lo intelectual. Para André Breton, el surrealismo no hubiera sido posible sin su influencia.

Baudelaire es un desdichado genial. Si bien su vida no fue un camino de rosas – cruzada por el abandono, la incomprensión y la enfermedad – logró crear un legado profundo que perdura hasta nuestros días.

Siempre hay que estar ebrio. Todo se resume a eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos quiebra las espaldas y nos hace doblar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.

¿De qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si, a veces, sobre los escalones de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, con la ebriedad ya atenuada o desaparecida, ustedes se despiertan y le preguntan al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla: qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:

«¡Es hora de embriagarse!»

Para no ser los esclavos del Tiempo, ¡embriáguense, embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.

¡Embriáguense! – Charles Baudelaire

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