Por Daniela Rizzo / @loinquieto
Quito, 3 nov (La Calle).- La mayoría de los políticos habla de cambio. Si todo siempre va mal, lo mejor es ofrecer cambios. Pero en 1984, la novela escrita por George Orwell, los políticos ofrecen que todo siempre siga igual. De este modo, esta novela nos presenta al ficticio Socialismo Inglés (Ingsoc) en donde las personas transitan, sobreviven y trabajan bajo completo control de los poderosos. Podemos decir que solo hay una regla: está prohibido pensar por uno mismo.
La historia es muy sencilla. Ubicado en un Estado totalitario y ultra vigilante, un hombre llamado Winston Smith tiene la loca idea de pensar por sí mismo. Esto es un crimen mental ya que pone en riesgo el funcionamiento de todo el aparato estatal. Su atrevimiento a desafiar el control, lo llevará a encontrar que hay otra vida posible. Pero soñar en algo distinto a lo impuesto por los poderosos es el primer paso hacia su perdición.
En pocas palabras, el mundo inventado por Orwell funciona como una gran máquina de difundir mentiras para mantener controlados a todos sus habitantes. La clave está en el miedo. El Ingsoc se inventa guerras y enemigos para mantener a sus ciudadanos en una constante paranoia.
Fácil. Todos ya sabemos cómo es esto: no pidas justicia porque te vas a arrepentir, no pidas cambios porque te estamos vigilando. Esta es una novela de ciencia ficción. Es decir, una imaginación que se convierte en libro. Pues no, eso es mentira.
El mundo de 1984 es tan real que todos podemos identificarnos con la vigilancia, la presión y la desesperanza. Esta novela nos causa pánico y tristeza porque es nuestro mundo: estamos sumidos en noticias y testimonios de mentira que nos provoca un perpetuo estado de miedo. Los tiempos cambian, la lucha siempre es la misma en la ficción y en la realidad.