por Juan Paz y Miño Cepeda
Historiador
La influencia de las ideas de Javier Milei (y su agresivo estilo), el candidato a la presidencia de Argentina 2023, parece que se extiende por América Latina. Abundan los videos y relaciones escritas que dan cuenta de esas ideas. Políticamente arremete contra los “zurdos de mierda” y cualquier socialismo es despreciable, además un fracaso (Cuba, Venezuela, Corea del Norte son “basura”). La igualdad republicana es la “tiranía” de las mayorías. La “libertad” es ilimitada para el individuo. La venta de órganos humanos y hasta de niños representa “un mercado más”. La “propiedad privada” es absoluta, no solo sobre el propio cuerpo, sino sobre todo tipo de bienes y servicios. El Estado es opresor de la libertad y debe desaparecer. “Entre la mafia y el Estado prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite”, dice. Los impuestos son un robo. Todo debe privatizarse. La redistribución de la riqueza es algo abominable. El “trabajo” es libre, así como la decisión de ser pobre. Y, desde su arrogancia, afirma: somos “mejores”, “superiores”, ganamos la batalla cultural, se impone “nuestra moral”.
En materia económica, los “libertarios” o “anarco-capitalistas” -como Milei- retornan a las viejas ideas de los manchesterianos ingleses del siglo XIX, pasan por la escuela austríaca (ante todo Friedrich von Hayek y, además, C. Menger y F. Wieser) y llegan a los contemporáneos neoliberales (Milton Friedman). Utilizan a viejos críticos de Marx como Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914); y entre sus padres intelectuales encabeza Murray Rothbard y junto a él Ludwig von Mises y Hans-Hermann Hoppe (además: J. A. Schumpeter, E. Lederer, R. Reisch, W. G. F. Roscher, B. Hildebrand y K. Knies). Una mezcla de profesores destacados, alabadores del capitalismo, enemigos de todo socialismo, radicales antimarxistas y utopistas de una sociedad basada en el mercado libre, la propiedad privada, sin Estado. El eje de sus planteamientos económicos se halla en la teoría subjetiva del valor, a la que consideran que les otorga la “superioridad moral” frente a la teoría objetiva del valor de Marx. Pero ese debate ya viene desde el siglo XIX y si alguien quiere seguirlo puede acudir a una “vieja” edición de los reconocidos Cuadernos de Pasado y Presente de 1974, en la que se confronta a Böhm-Bawerk y Hilferding.
Los libertarios no dudan en exaltar al capitalismo como sistema triunfador en el mundo. De hecho, para demostrar sus ideas, un numeroso grupo de anarco-capitalistas, se propuso crear un “Estado libre” (Free State Project o Free Town Project, 2001) en Grafton, New Hampshire (EE.UU.), con gobierno limitado, sin impuestos y con individuos “libres”, que resultó un rotundo fracaso. Era una especie de emulación, pero al revés (es decir, el paraíso de la propiedad privada libre), de los falansterios (con propiedad socialista-comunitaria) creados por Charles Fourier (1772-1837) o de las fábricas de New Lanark (Escocia) establecidas por Robert Owen (1739-1806) otro socialista utópico, que tuvieron éxito por su productividad y el enorme buen trato a los obreros.
El anarco-capitalismo, que supuestamente podría coincidir con los auténticos anarquistas (lo he tratado aquí) y hasta con el marxismo en el cuestionamiento a todo poder y en la abolición del Estado, bloquea su propia comprensión de un hecho inexorable: bajo el régimen capitalista, ante Estados o gobiernos mínimos, limitados, “achicados” (minarquismo), prevalece el PODER PRIVADO, es decir, de las empresas, de los capitalistas, de los propietarios del capital, que pasan a dominar sobre el conjunto de la sociedad. El “anarquismo” de los libertarios, que cree que la propiedad capitalista responde a una especie de “estado de naturaleza” humana, no tiene una sola respuesta ante ese nuevo, único y real poder opresor y explotador.
El libertarianismo tergiversa al anarquismo original y al marxismo. Sus partidarios desconocen o falsifican la historia económica mundial y, ante todo, la historia económica de América Latina. El capitalismo en la región se levantó sobre las herencias del coloniaje, que marcaron el subdesarrollo; y se instauró sobre los regímenes oligárquicos de la época republicana. La industrialización fue tardía y en los países no solo fruto de inversionistas privados, sino del desarrollismo a partir de Estados que actuaron sobre la economía. Las políticas sociales y las leyes laborales surgieron en el siglo XX latinoamericano para frenar la superexplotación capitalista y proteger a los seres humanos subordinados a propietarios carentes de todo sentido social, porque privilegiaron sus rentabilidades y riqueza. El neoliberalismo en la región se inauguró sobre la muerte, como ocurrió en Chile, durante la dictadura de A. Pinochet, cuyo modelo económico se reprodujo en los regímenes terroristas del Cono Sur, con apoyo de las altas burguesías. El neoliberalismo se instauró de la mano del FMI para condicionar el pago de las deudas externas, que estranguló a cada país. Se articuló perfectamente con los intereses de las oligarquías de la región, que han mantenido sus ideales de gobierno mínimo y explotación máxima sobre los trabajadores, con bajos salarios, jornadas extenuantes, sin derechos ni seguridad social pública. En toda la región la privatización de bienes y servicios públicos no favoreció a los pobladores, sino a empresarios reducidos a círculos de poder que no pasan del 1% de las poblaciones nacionales. La corrupción pública y privada ha campeado en estos procesos, como en Ecuador, donde la sucretización (1983) y resucretización (1987) de deudas privadas (Estado transformó deudas privadas en dólares a sucres -moneda nacional de entonces- y asumió pago externo en dólares); y desde mediados de la década de 1990 los sucesivos “salvatajes” bancarios, sin detener la crisis que estalló en 1999 con “corralito” de los depósitos, miles de perjudicados, familias que perdieron sus ahorros, suicidios y, enseguida, una masiva emigración. En cuatro décadas de democracia constitucional ecuatoriana no ha habido casos que superaran a estos atracos privados sobre fondos estatales.
Las consecuencias del neoliberalismo abundan en todos los países, porque la modernidad que despierta el desarrollo empresarial, el florecimiento de los buenos negocios y la primacía del capital sobre el conjunto de la sociedad esconde el deterioro de las condiciones de vida y trabajo, la supervivencia constante de una masa humana de informales, subocupados y desocupados que llega al 60 y 70% de la población activa. América Latina pasó a ser la región más inequitativa del mundo. Y los estudios sobre estos temas son contundentes. También vale destacar los informes de la CEPAL, que no parece que llegan a conocimiento de los neoliberales/libertarios dedicados a leer, estudiar y basar sus criterios en teóricos ajenos a las realidades latinoamericanas.
No hay un solo país en el mundo que aplique las utopías anarco-capitalistas. Son especulaciones teóricas y hasta académicas. De aplicarse, ocasionarían una verdadera hecatombe de clases sociales en países con Estados poderosos como los Estados Unidos y más aún en las economías que, después de la II Guerra Mundial, optaron por Estados de Bienestar, como Canadá o los países europeos, a pesar de que en estos también han penetrado algunas ideas neoliberales. En Europa no se ha perdido la seguridad social, la educación pública o la medicina y salud igualmente públicas y financiadas con fuertes impuestos. En Ecuador esa ideología se ha transformado en un pentálogo de consignas, que son irrenunciables entre élites empresariales del poder y, además, para una serie de think-tanks, académicos de derecha y, obviamente políticos de iguales filas: no al Estado, no a los impuestos, no al trabajo regulado, si a las privatizaciones, sí al mercado libre. Es inocultable que el binomio Daniel Noboa/Verónica Abad para las elecciones presidenciales del 15 de octubre, también expresa esas consignas, si se atiende a la esfera de sus intereses de clase, el programa de gobierno presentado y las declaraciones que el binomio ha realizado en distintos medios.
Foto: France 24