Por: Omar Jaén
Periodista y docente universitario
Recuerdo muy bien ese domingo 7 de julio de 1996. Mi viejo estaba inquieto, expectante, con hormigas en los pies. A las 17:00 corrimos a encender la televisión y nos encontramos en Teleamazonas a un Diego Oquendo nervioso, dubitativo, sacado de sí. Para esa hora se habían ofrecido los primeros resultados del exit poll de la segunda vuelta entre Jaime Nebot (PSC) y Abdalá Bucaram (PRE).
Sin embargo, Oquendo no los dio. Pasaron 60 minutos y tuvo que salir un desencajado Oquendo a dar la noticia: Bucaram apaleó en las urnas a Nebot y era el nuevo presidente de Ecuador.
Los datos fueron demoledores: El “loco” ganó en 20 de las 21 provincias que fueron a votar ese domingo. En todas las jurisdicciones sacó al menos 10 puntos de ventaja sobre Nebot, a excepción de Pichincha donde ganó por 0,6% (50,3% a 49,7%). El socialcristiano solo logró vencer en Guayas (56,4% a 43,6%).
Tras esa humillante derrota nacieron leyendas urbanas (no comprobables) como el supuesto puñetazo que le habría propinado el padre de Nebot a León Febres Cordero, a quien responsabilizaron del desastre electoral por unas declaraciones clasistas. Lo cierto es que Jaime Nebot entró en una etapa de duelo, de poca autocrítica (tras bastidores culpó a la clase política serrana de su debacle), aunque luego se “recuperaría” al llegar al Congreso Nacional.
Esta reseña me sirve para desarrollar una idea que, aunque no lo crea, me resulta cierta: la derrota contra Bucaram es un fantasma que, 24 años después, aún ronda en la vida de Nebot.
Es verdad, mucha agua ha corrido desde 1996. Nebot se afincó en Guayaquil para desde la Alcaldía construir un cacicazgo que, en parte, le ayudó a curar las heridas. Pero la derrota ante Bucaram también provocó que sufra un pavor a las elecciones nacionales. Nebot ya perdió dos veces en segunda vuelta (la primera fue ante Sixto Durán Ballén en 1992), así que cuando le hablan de candidatura presidencial se lo piensa mil veces.
En la actualidad Nebot coquetea con la postulación. Presentó su libro, se muestra como estadista con soluciones de país en redes sociales, pero sigue evitando una respuesta clara a la pregunta de si estará en la papeleta de 2021. Y es ahí cuando se activa el fantasma de 1996.
Tengamos claro que Nebot no se presentará como candidato presidencial hasta que esté 100% seguro de que ganará. Él no se arriesgará a “pelearla”, no puede darse ese lujo. Una nueva derrota en las urnas significaría su entierro político, sería perder el poder que acumuló en Guayaquil y que se multiplicó al mandar en el gobierno de Lenín Moreno.
Otro punto que de seguro Nebot lo ve venir es lo que enfrentaría en la campaña electoral. Se imaginan la cantidad de trapos sucios que desde -y sobre todo- le destaparán desde el bando de Guillermo Lasso. A mí no me quedan dudas que el banquero soltaría a su jauría (Fernando Villavicencio o Andrés Páez) para que hablen sobre las fundaciones en Guayaquil, la venta de terrenos en Daular, los contratos de obras públicas en 19 años de administración municipal, entre otros temas.
Nebot es un viejo y sagaz político, eso no lo dudo. Él también respondería y quizás sería hasta más eficaz que sus contradictores, pero que le expongan esos temas sensibles no deja de incomodar al jefe del PSC.
Y como para rematar el panorama, hay versiones que en el círculo familiar de Nebot no quieren que se postule. Y es comprensible por parte de ellos tras una larga vida política de su pariente.
Yo no sé si Nebot se termine postulando como candidato presidencial -fuentes me indican que en marzo se conocerá si lo hace o no-, lo que sí puedo deducir es que la decisión no le es fácil, que está soportando la presión de muchos lambones -como Carlos Vera- que lo necesitan en campaña para sacar réditos y que está corriendo encuestas constantemente para ver si tiene opciones reales.
Jaime, te entiendo. A mí también las preocupaciones me tienen sin dormir. Un té de valeriana te ayudará, créeme.