Por: Juan Carlos Cabezas / @liberjuan
Quito, 04 abr (La Calle).- Es sábado de feria en el Comité del Pueblo. El día en que decenas y decenas de camionetas llegan cargadas de productos provenientes por lo general desde la Costa o Santo Domingo de los Tsáchilas.
Ahora, todo ha cambiado. Ya no están los vendedores que ofrecen ropa interior y audífonos, ni los venezolanos y venezolanas que venden cigarrillos y empanadas, o tequeños o arepas. Aquí donde era posible comprar desde una moto hasta un chaulafán, algo ha cambiado: ya no parece “El Comité”.
Un coro de puertas lanfor cerradas repite la misma frase fría, apenas interrumpida por fruterías y verdulerías, farmacias y locales de venta de alimentos para mascota. Escasísimos ambulantes ofrecen tres mascarillas a dólar, o matas de romero y eucalipto a 35 centavos, todo con la preocupación reflejada en el seño.
La Policía Nacional hace sonar sus sirenas, mientras uniformados Metropolitanos orillan vehículos que cruzaban por la avenida Jorge Garcés, la principal del sector. Lo más llamativo es el silencio, algo antes imposible en este barrio. Una visita al Comité del Pueblo, actualizaba a cualquiera de los últimos éxitos musicales, ahora he ido y retornado, tarareando el mismo silencio tenso, mientras compartía con otros fantasmas enmascarados, que como yo, buscaban comida a partir de un impulso superior al apetito.
En términos generales se registra una reducción de actividad de hasta el 60%. Los peatones debíamos circular por las calles, ahora no es necesario. Unas pocas personas cargan y descargan productos, en especial pollos y cárnicos. En los locales se observan filas entre siete u ocho compradores, que esperan guardando la distancia respectiva.
Compras a domicilio
Byron, un vendedor de una empresa de entrega de alimentos a domicilio, me habla a través de su mascarilla, mientras hace fila. “Si quiere, le hacemos las compras, usted nos indica en donde quiere que compremos y le agrega dos o tres dólares y punto, ya no necesita salir”. Byron debe comprar un quintal de harina para una panificadora, luego buscará frutas y hortalizas, pero lo que más le preocupa es adquirir unos helados de litro. “Los centros comerciales están repletos”, y es verdad, los locales de la Corporaciones y otros negocios tenían colas de más de 40 o 50 personas para ingresar.
Es hora de volver, este panal de abejas adormiladas seguirá trabajando a medio gas.