Quito, 08 dic (La Calle). – No recuerdo cómo llegué a este libro y no lo tengo físicamente conmigo. Pero lo tengo tan presente porque me divertí tanto al leerlo. Reí y lloré porque también me hizo sentir mucha empatía.
Puig es un genio, no hay duda. Y es el maestro de las historias que se desarrollan en varios niveles. Por ejemplo, contarte algo desde los márgenes.
En este caso, la historia nos pone en la celda de dos presos que no tienen más distracción que contarse historias. Al principio no hay mucha empatía entre los dos, así que uno de ellos decide relatar la trama de una película que vio cuando era libre: El beso de la mujer araña. Parece tan solo una excusa para romper el hielo. Pero no.
Además de hablar de la película, llegamos a escuchar sus anécdotas y algo más. Esta historia está que quema.
Para rematar, Puig nos introduce unas notas al pie que nos hablan de «ciencia» y homosexualidad. Así que la novela termina siendo una historia con muchísimos hilos por donde tirar. Al mismo tiempo, es una historia muy sencilla, honesta y que llegó de plano a mi mente y corazón.