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El año que vivimos en peligro (Homenaje a Raúl Lluno)

Quito, 31 dic, (La Calle).-Ese año fuimos protagonistas de una mega producción universal llamada: el año que vivimos en peligro, tal cual el filme, que en 1982, se llevó una estatuilla dorada.

Desde mi hogar y revisando las redes sociales de Radio La Calle, mientras en la cocina se cuece algún platillo, me provoca dar gracias y recordar a quienes ya no están. Mi vecino del 12-04, por ejemplo, el que durante años estacionó su vehículo en el lugar destinado a los invitados del condominio, aquel que fingía sordera para no escuchar mis reclamos falleció por Covid hace tres meses y la verdad es que pienso en él a diario. Cada vez que veo “su lugar” de parqueo vacío tengo ganas de llorar. Esa pena se ha vuelto mi forma de empezar el día.

El año que vivimos en peligro escogió quienes se marcharían del mundo. Un designio arbitrario y hasta inmerecido nos dejó en esta dimensión ¿Por qué? Nadie lo sabe, así que aprovechémoslo.

Debo aclarar que si bien me hacen falta: Maradona, Ennio Morricone y Luis Sepúlveda, entre tantas otras figuras del deporte, la cultura y la escritura, yo extraño salvajemente a Raúl Lluno.

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Foto de Raúl Lluno. Crédito: Julia Chávez.

Lluno era un fotógrafo chiquitito de la tercera edad. Un hombre que saludaba a todo el mundo desde que ponía un pie en una cobertura. Un profesional dispuesto a enfrentar la vida con su camarita colgando del cuello, un aparatito aparentemente inocuo, pero que a la final resultaba tan poderoso como un sable samurái.

Raulito era invencible desde su don de gentes, desde la sabiduría de la sencillez. Gracias a él aprendí que el único oro de esta vida es la autenticidad y que una sonrisa es bella desde el mirador del alma.

Años atrás, Diario La Hora lo despidió (¡¡Malditos!!) y tres colegas fotógrafos se acercaron al diario a reclamarle al director de ese medio una gotita de humanidad. El director salió y estos tres compañeros le dijeron a ese hombre gris, el tamaño de mierda que era y será para siempre.

Raulito resistió todo: la desmemoria, la ingratitud y el hambre, finalmente la hoz implacable de este 2020 se lo llevó. Sin embargo, está en estas escasas letras, como mi vecino, como los que hicieron de este año un periodo inolvidable.

Nos merecemos un Oscar, como el que le recibieron Mel Gibson o Sigourney Weaver. Nos debemos un trofeo enchapado en oro, pero solo para rechazarlo como hizo Marlon Brandon en 1973. Ese año el protagonista de El Padrino envió a la india sioux Sacheen Little Feather a recibir el premio, como una forma de protesta frente al genocidio de los nativos estadounidenses.

Cuando llegue mi turno, diré que el Oscar realmente se lo merecía Raulito.