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El acoso laboral cobra vidas en Ecuador

Quito, 20 oct (La Calle). – El acoso laboral es un tema sensible que crece con fuerza en el país, sin embargo, la sociedad ecuatoriana lo normaliza todos los días. Por ello, la abogada Paulina Mogrovejo explica la importancia de reconocer cuando un trabajador se encuentra en esta situación para denunciarla a tiempo.

En una entrevista para radio La Calle, la abogada especialista en Derechos Humanos (DD. HH) resalta que este tipo de delitos está naturalizado al punto de volverse imperceptible. En su mayoría, los trabajadores confunden tal agresión como un chiste de mal gusto. En otras instancias, las víctimas prefieren no denunciar el hecho por temor a represalias como despidos intempestivos.

“Vemos que no hay ningún control, prevención o protección en derechos a la integridad física o psicológica en los trabajadores”, asegura la experta en DD.HH.

En realidad, desde el 2017, si existen normativas y garantías constitucionales que el Gobierno ofrece para tratar dichos casos, aunque no se pongan en escena ni se usen. “El Ministerio de Trabajo hace poco por proteger a las personas, las denuncias llegan y quedan en su gaveta”, concluye.

Según el Ministerio del Trabajo, en 2021 se registró un promedio de 2 a 24 denuncias de acoso laboral al mes. En todo el año, hubo más de 251 denuncias registradas. Los datos para el año 2022 aún no han sido liberadas.

Último caso en Ambato

Un caso mediático sucedió hace tres días, cuando un médico internista de 28 años del Hospital de Ambato Fabricio López se quitó la vida por el acoso laboral que recibía puertas adentro de la institución de salud. Durante días, el mismo médico y sus compañeros aseguran haber pedido ayuda para frenar el maltrato laboral que ocurría. Sin embargo, no fue tratado como un tema de relevancia para los entes encargados.

¿Cómo identificar cuando hay acoso laboral?

Paulina Mogrovejo asegura que los delitos de acoso laboral provienen de algún tipo de discriminación debido a una característica puntual. Entre ellas, pueden intervenir situaciones de género, labor, orientación sexual, lugar de origen, religión, línea política, etnia, entre otros.  Aun así, para la experta, nada de esto tiene justificación alguna.

“Nosotros como sujetos y los movimientos sociales debemos evitar a toda costa estas prácticas, quitarnos el miedo de perder el empleo y denunciarlas con la relevancia pertinente”, manifestó.

El perfil de un agresor puede variar en distintas situaciones. A veces, la persona puede parecer estar del lado de los derechos de las personas, incluso pertenecer a un movimiento social. Aunque en la vida privada hagan totalmente lo contrario. (J.P.C)