Quito, 5 feb (La Calle).- En Ecuador, las elecciones ya no son una fiesta democrática; son un campo de batalla donde los candidatos no compiten por el futuro del país, sino por quién odia más al otro o quién ejecuta el fraude. Este 9 de febrero, 14 millones de ecuatorianos votarán entre el miedo y la incertidumbre, mientras el país se hunde en cortes de luz, violencia desbordada y un Gobierno que juega con las reglas como si fueran plastilina.
Por un lado, Daniel Noboa, el niño rico que convirtió su apellido en una franquicia electoral. Por el otro, Luisa González, la herencia política de Rafael Correa, que intenta consolidarse más allá del voto correísta. Pero más allá de los nombres y las siglas, la pregunta real es: ¿se respetarán los resultados o estamos viendo el ensayo general de un fraude anunciado?
Polarización: cuando votamos por odio, no por esperanza
Ecuador ha quedado atrapado en una guerra de bandos. No se trata de elegir un proyecto de país, sino de evitar que el «otro» gane.
El analista Henry Allan lo explica sin rodeos: «Aunque la administración de Noboa haya sido un desastre por la falta de electricidad o la violencia, la gente sigue creyendo en él. No por sus logros, sino porque representa el voto contra el correísmo». Por otro lado, Omar Sempértegui señala que se está gestando algo que podría cambiar el tablero: el antinoboísmo. Un grupo de ciudadanos hartos del show mediático, de las excusas y de la acumulación de poder, que no son correístas, pero tampoco están dispuestos a tolerar otro gobierno que solo sabe jugar con la improvisación y el autoritarismo.
El problema es que Ecuador no está eligiendo un líder, sino un enemigo a derrotar. Y cuando la política se basa en la revancha y el fraude, lo que menos importa es el bienestar del pueblo.
El fraude silencioso: cómo manejar un país y una elección al mismo tiempo
La ley es clara: un presidente en funciones no puede ser candidato sin pedir licencia. Pero Noboa encontró la trampa perfecta: «tomarse días libres» para hacer campaña mientras sigue manejando el país desde su escritorio.
«Es una trampa para seguir controlando el Estado mientras busca la reelección», advierte Allan.
No es la única anomalía. Se han denunciado regalos de campaña financiados con recursos públicos, se han ignorado auditorías al software electoral y el Consejo Nacional Electoral ha decidido jugar a la estatua de sal, mirando hacia otro lado.
La estrategia es simple: desgastar la confianza en el proceso, sembrar dudas y, si el resultado no favorece a Noboa, cuestionarlo desde el poder. Desde la invasión a la Embajada de México hasta la destitución irregular de su vicepresidenta, Noboa ha demostrado que las normas son una sugerencia opcional. Si mañana decide desconocer los resultados, ¿quién se lo impedirá?
«No podemos hablar de una dictadura con militares en las calles, pero sí de un control absoluto del Estado para doblegar a la oposición», afirma Allan.
Si Noboa gana, lo hará con un sistema que ha manipulado desde dentro. Si pierde, tiene los resortes del poder para cuestionar los resultados. De cualquier manera, Ecuador pierde.
Las elecciones más peligrosas en décadas
Si las encuestas no se equivocan… Ecuador se verá en un momento crítico. Si González gana en la primera ronda de votaciones ¿aceptará Noboa el resultado final?. En caso de haber una segunda vuelta ¿qué tipo de campaña sucia presenciaremos?. Con un entorno electoral en el que el Consejo Nacional se mantiene en silencio y un presidente que divide su atención entre la Casa de Gobierno y la campaña política; además de una nación polarizada en dos bandos distintos: estas elecciones parecen destinadas a provocar un verdadero terremoto político. Ecuador no puede permitirse otro periodo sin estabilidad de gobierno ni bajo Noboa ni bajo González porque independientemente del resultado electoral el país se encuentra al borde de un colapso institucional inminente.
¿Democracia o teatro electoral?
El 9 de febrero, Ecuador no solo elegirá un presidente. Elegirá si quiere seguir siendo una democracia o si estamos listos para convertirnos en una farsa institucional. Si Noboa logra perpetuarse en el poder manipulando las reglas, habremos abierto la puerta a un modelo donde el poder no se gana, se arrebata. Si González gana y el resultado es desconocido, Ecuador entrará en una crisis institucional sin precedentes. Lo único seguro es que, pase lo que pase, la democracia ecuatoriana ya está herida de muerte. Y lo que viene después, no pinta nada bien.