Fernando López Romero
Luego de cogobernar en los últimos años con Lenin Moreno, la victoria de Guillermo Lasso en las elecciones del 11 de abril permite el retorno de la derecha neoliberal al gobierno. La última vez que la derecha había ganado unas elecciones presidenciales se remonta al triunfo de Jamil Mahuad en 1998, el principal responsable del feriado bancario de quien Guillermo Lasso fue Ministro de Economía. Desde entonces las fórmulas ganadoras habían sido de corte populista militar con Lucio Gutiérrez, o populista progresista con los gobiernos de Correa entre el 2007 y el 2017. Su sucesor Lenin Moreno se deslindó rápidamente hacia un gobierno abiertamente fondomonetarista.
Con el 98, 84% de votos escrutados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), se establece que 10’501.517 votantes acudieron a las urnas. Del total del padrón electoral, 2’193.896 estuvieron ausentes, una cifra mucho más alta que la de la primera vuelta del 7 de febrero.
Votaron nulo 1’715.279, un 16,33%, esto es 701,884 más que en la primera vuelta cuando fueron 1’013.395, el 9, 5%.
Los votos blancos fueron 169.361, esto es el 1, 61%.
El banquero Guillermo Lasso, candidato de la derecha neoliberal, alcanza 4’533.255 que significan el 52.43% de los votos válidos, que se establece sin considerar los votos nulos y blancos. El candidato del progresismo, Andrés Arauz obtuvo 4’100.283 de votos, el 47.59 % de votos válidos. En relación con el número total de votantes estos porcentajes se reducen de manera significativa.
Guillermo Lasso obtuvo la victoria en todas las provincias de la Sierra y de la Amazonía y en una sola provincia de la Costa. Mientras que Andrés Arauz ganó en casi todas las provincias de la Costa, lo que expresa una fractura regional muy significativa del electorado ecuatoriano.
Sobre las explicaciones del triunfo y de la derrota
En las últimas semanas la candidatura de Lasso había comenzado a crecer y sus estrategas, el equipo que trabajó con Mauricio Macri, difundieron hace unos días una encuesta que revelaba que ya superaba a su rival con un 2%. Se vislumbraba un final reñido que expresaba la aguda polarización del electorado. En la segunda vuelta, Lasso duplicó el apoyo que obtuvo Andrés Arauz, sumando 32,69% de los votos de los otros candidatos mientras que Arauz solo obtuvo el 14,88%.
Favorecieron a Guillermo Lasso la crisis económica y sanitaria, el miedo al comunismo identificado en la campaña como el Castro chavismo, la oferta de aumentar el salario mínimo a 500 dólares mensuales y de vacunar a 9 millones. En el último tramo de la campaña la credibilidad de Andrés Arauz se debilitó, y se utilizó también en su contra el fuerte anti correísmo que desde distintas posiciones ideológicas existe en el Ecuador. El banquero Lasso logró articular el voto de clase de las élites económicas y de la clase media alta, racistas, colonialistas y clasistas; el apoyo de los medios de comunicación tradicionales; de los partidos políticos más organizados de la derecha, el PSC y CREO; y los votos de la mayor parte de quienes en la primera vuelta habían votado nulo o apoyado a otros candidatos.
En el lado del progresismo en medio de la guerra de las encuestadoras, Rafael Correa comenzó en la última semana a hablar del peligro de un fraude mientras se hacían evidentes las fisuras dentro de su equipo de campaña. La candidatura de Arauz nunca pudo deshacerse de la sombra tutelar del caudillo, y aquello le impidió crecer todo lo que necesitaba para ganar.
Pesaron significativamente para la derrota de Arauz el autoritarismo de Rafael Correa y su profunda distancia con la mayoría de sectores sociales organizados, de los cuales solo un pequeño sector le dio su apoyo en la segunda vuelta mientras que la mayoría optaron por el voto nulo, o por votar contra Correa, aunque sea apoyando a Lasso. El caudillo aportó su voto duro en la primera vuelta, pero también un extendido y duro voto resistente en la segunda. Fue significativo además el rechazo a la corrupción que fue una característica de la década progresista.
Un padre de familia cristiano y liberal
Como un símbolo de lo ocurrido en las urnas, la caravana de celebración de la victoria de Guillermo Lasso salió de San Borondón, una población residencial exclusiva cercana a Guayaquil. En Quito, sus partidarios se reunieron en la avenida de los Shyris, donde se habían juntado antes para oponerse a Correa. En las últimas horas de la tarde del domingo habían desfilado por las pantallas de los grandes medios de comunicación los analistas y representantes de la más rancia derecha política y empresarial para exponer un discurso centrado en la necesidad de gobernabilidad para salir de la crisis que vive el Ecuador.
Guillermo Lasso, el padre de familia cristiano que en la mañana se había persignado al momento de votar y declarado que gobernaría para todos, se presentó en la noche con su esposa y sus hijos en la tribuna de la victoria. A su derecha se encontraba Jaime Nebot, líder socialcristiano y ex alcalde de Guayaquil, el mismo que con cajas destempladas había mandado a los indios a regresar a los páramos durante las protestas de octubre del 2019. Estuvieron también el vicepresidente electo y los dirigentes de su partido.
Lasso comenzó agradeciendo a Dios, a sus padres “que hace 40 años se encontraban en el cielo”, y en tercer lugar a los ecuatorianos. Agradeció a Jaime Nebot, a sus estrategas de campaña Santiago Nieto y Jaime Durán Barba, a su equipo de trabajo, a los dirigentes de su partido y a sus militantes.
Ofreció respetar los derechos de las mujeres, de la comunidad LGBTI, de los trabajadores, de los obreros y los artesanos, de los maestros, los médicos y los jóvenes. Anunció el cierre la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología, órgano rector del Sistema de Educación Superior creada en el gobierno de Correa, y que cada joven podrá estudiar en la universidad la carrera que elija, y reiteró su promesa de vacunar a la mayoría de la población. Se comprometió en un “proyecto nacional escuchando a todos”.
En el discurso de la victoria hay que destacar varias afirmaciones: “La familia es el valor fundamental de la sociedad”, “los ecuatorianos creemos en la democracia y en la libertad”, trabajaremos por un “Ecuador de oportunidades y de prosperidad”, “que nada ni nadie os vuelva a dividir”, para concluir señalando que esta noche “todos los ecuatorianos podrán dormir tranquilos”. Ofreció que junto a su esposa serían “los padres de las adolescentes embarazadas”. Para simbolizar el reencuentro de los ecuatorianos y la unidad nacional el acto se cerró con el Himno Nacional.
Los indios no existieron en el discurso de Lasso, fueron la ausencia más significativa. No dio detalle alguno de su propuesta económica.
El significado de la victoria de Guillermo Lasso
La victoria de la derecha es una derrota muy fuerte del progresismo. Pero no es una derrota solo del progresismo sino del pueblo ecuatoriano, y la principal responsabilidad le corresponde a Rafael Correa y al progresismo. Son ellos quienes fracasaron en su gestión de gobierno, quienes persiguieron y dividieron a las organizaciones y a los dirigentes sociales. Ellos sirvieron desde el gobierno a los grandes empresarios, se beneficiaron de la corrupción y no realizaron las reformas por las que el pueblo les había dado varias victorias en las urnas. Es muy significativo que la gestión demagógica del correismo y sus rasgos de corrupción y de autoritarismo contribuyeron de manera sensible para la desvalorización de las ideas de la izquierda en sectores importantes de la población, y eso sin duda contribuyó a la victoria de Guillermo Lasso.
Es evidente que lo ocurrido expresa también la tendencia hacia el reforzamiento de las posiciones ideológicas conservadoras con una legitimación de la derecha en la conciencia social. En los barrios de la clase media alta de las grandes ciudades la victoria de Lasso fue abrumadora expresando con claridad un voto de clase. Pero también la votación de la derecha creció en los sectores populares. ¿Cuántos de estos votos expresan posiciones ideológicas de derecha, cuántos corresponden al rechazo al correísmo? Sin duda preocupa mucho que Guillermo Lasso haya conseguido un importante voto de los jóvenes.
Como secuela, el crecimiento del ausentismo y del voto nulo con relación a la primera vuelta, revelan a un sistema electoral debilitado y la existencia de una democracia de minoría. Los resultados electorales muestran un Ecuador polarizado y dividido políticamente en tres partes: los partidarios de la derecha, el populismo progresista, y los movimientos sociales y la izquierda.
El nulo, el otro voto de clase
La Conaie, las feministas de izquierda y las izquierdas no correístas apoyamos en la segunda vuelta la apuesta por el voto nulo. Significaba la negación de la derecha y del progresismo como alternativas y la afirmación de la existencia de una opción distinta, plurinacional, feminista, eco socialista. Más allá de sus resultados numéricos, importantes, esta postura marca un antes y un después en la larga trayectoria de las izquierdas y de los movimientos populares que por lo general han apoyado a una u otra opción burguesa, como el mal menor o como la vía hacia reformas y cambios.
El voto nulo, al que habían llamado la CONAIE, las feministas y las organizaciones de la izquierda no correísta, expresa a importantes sectores de la sociedad. Para el progresismo el voto nulo significó un emplazamiento desde la izquierda y los movimientos populares, y pagó en las urnas la cuenta pendiente por su política caudillista, antidemocrática, de engaño, cooptación y división de las organizaciones sociales. En provincias como Chimborazo, Bolívar, Cotopaxi y Azuay el total de votos nulos superó la votación de Arauz. En zonas indígenas donde ganó Arauz, como en Cayambe, el voto nulo superó a Lasso. Estos son justamente espacios donde la organización indígena ha enfrentado al correísmo. Algo similar ocurrió en las provincias amazónicas donde también hay fuerte confrontación con las empresas mineras. Gran parte del voto nulo puede atribuirse a la campaña realizada por Pachakutic que obtuvo el 19,39% de los votos en la primera vuelta de febrero. Esta vez uno de cada tres de sus votantes de la primera vuelta votaron nulo en la segunda, pero dos de cada tres votantes se inclinaron por una de las dos candidaturas, la mayoría por Guillermo Lasso. ¿Es solo un alineamiento puntual, que se revelará como tal en el marco de las nuevas movilizaciones y luchas sociales del futuro inmediato?
La encrucijada del correísmo
En la noche de ayer Andrés Arauz esbozó algunas líneas de lo que debería ser la política del progresismo en el próximo período: acercarse al movimiento indígena, a las mujeres y a los movimientos sociales; defender los derechos del pueblo ecuatoriano; alianza con la socialdemocracia; continuar en la organización de su movimiento.
No se refirió a la izquierda ni formuló ninguna línea que en lo económico y en lo social vaya más allá de los límites de clase que representa el progresismo. Habló de un bloque histórico, lo que hay que entender como una alianza con el capital para acceder al gobierno, tal como lo han hecho desde el año 2006.
¿De qué estructuración orgánica del progresismo hablaba anoche Andrés Arauz? ¿De un partido político, con reglas y procedimientos democráticos más o menos democráticos? O de un movimiento con un dueño y caudillo, y con su propio caos ideológico, político y organizativo. Vale recordar que Correa siempre se opuso a construir un partido porque se limitaba su capacidad de maniobrar y de tomar decisiones.
Los resultados electorales revelan con claridad que el progresismo es fuerte allí donde la organización social es débil, que su voto es el que en un momento tuvieron la derecha y otros populismos. Que su fuerza política se sostiene principalmente en el clientelismo y el caudillismo. Y que allí está también una explicación de sus límites. Ha quedado desde ayer muy claro que el principal enemigo del progresismo es el propio progresismo por su carácter de movimiento caudillista y antidemocrático, donde las decisiones y los candidatos, los amigos y los enemigos, los aliados y compañeros de ruta dependen de la voluntad de Correa y de sus vínculos con los empresarios.
Pero el desafío más grande del progresismo tiene que ver con la opción de clase que asuma: o se alinea con los sectores populares y define una postura hacia la izquierda, o se mantiene como lo que ha sido, un instrumento más de la dominación.
El período que se abre
Comienza un nuevo período de luchas. Las grandes demandas del pueblo ecuatoriano, expresadas en las resistencias contra el neoliberalismo y en las aspiraciones a empleo, salud, alimentación, vivienda y educación, chocarán con las políticas de un gobierno neoliberal, conservador y empresarial. La emancipación de las mujeres no es compatible con un tipo de gobierno como será el de Guillermo Lasso. Tampoco los derechos de los trabajadores. Los pueblos indígenas enfrentarán a las políticas extractivistas, como viene ocurriendo desde hace años. Los pequeños propietarios y los trabajadores autónomos no podrán seguir cargando en sus vidas con enormes deudas para enriquecer aún más a la banca y al capital financiero.
Lo primero será exigir a Lasso que cumpla con el ofrecimiento de subir a 500 dólares el salario mínimo y de vacunar a la mitad de la población inmediatamente.
12 de abril del 2021.