Ecuador en ebullición (opinión)

Ramiro Aguilar Torres / @ramiroaguilart

El Ecuador se está volviendo una película clase B. Así se designa a aquellos proyectos cinematográficos de bajo presupuesto; sin mayor ambición estilística; con tramas violentas, sexistas, con guiones llenos de guarradas. Los personajes de una película clase B no necesitan ser elaborados. Basta con que escupan en la calle, lancen puñete, beban, forniquen, se enriquezcan de cualquier modo y anden armados.

La psiquis de la sociedad ecuatoriana se está perturbando.

Sea que los “influencers” opinen de política o de cosas cotidianas, el lenguaje en las redes sociales es cada vez más agresivo y necio. Si usted camina un poco, fíjese en la cantidad de mentadas de madre que hay en los semáforos o en la calle. Algunos no tienen reparo en liarse a golpes. Broncas en las filas de los cines; en las interminables colas del SRI o en las paradas de buses.

Me contaba hace unas semanas un oficial de la Policía que el incidente violento más frecuente en las calles de Quito es la pelea con arma blanca.

El incremento de la belicosidad en la sociedad del Ecuador pasa por algunos factores: Desesperanza, producida por el desempleo y el alto costo de vida de una economía pequeña y especulativa. Desasosiego, producto de la pobreza con la imposibilidad de ver un futuro claro, tanto para uno mismo cuanto para los hijos. Ansiedad, provocada por el acoso financiero al que los deudores de la banca, tarjetas de crédito, servicios públicos y Seguridad Social, se ven expuestos cada día con decenas de llamadas pidiendo el pago de sus acreencias a gente desempleada. Rabia por ver como los corruptos hicieron fortunas en medio de la pandemia con negociados en los hospitales públicos mientras las personas morían sin atención médica.

En resumen, no solamente es crisis política (incompetencia y corrupción del peor gobierno de la historia como se ha calificado con precisión al que preside Lenin Moreno); es crisis económica de una sociedad sometida a la rapiña de las entidades financieras públicas y privadas; y también, una crisis sicológica que se deriva del encierro.  

El encierro más la desesperanza son un coctel explosivo.

Volvamos a esos personajes de las películas clase B: hombres y mujeres abandonados a su suerte, solitarios, periféricos, pobres, que viven un día a la vez. Expulsados del sistema por inadaptados, porque no son útiles, por diferentes. De igual manera estamos en manos de los villanos de las películas clase B: mafiosos, vulgares, agresivos, impunes. Para terminar la analogía hay un Estado clase B: ausente, permisivo, corrupto, decadente.

El cine B inspiró uno de los videojuegos que más me gusta: L.A. Noire, protagonizado por Cole Phelps, un detective novato del departamento de policía de Los Ángeles, ambientado en los años cuarenta del siglo pasado en la inmediata posguerra. Haga lo que haga el jugador que comanda a Cole Phelps a lo largo del juego, el final es el mismo. Cumpliendo todas las variables posibles, descifrando todos los enigmas, Phelps muere ahogado. Un hombre bueno víctima de un sistema diseñado para que triunfen los canallas.

No está bien que el Ecuador se resigne a que su devenir político y económico sea como el guión de una película de cine B o el trazo de un videojuego donde hagan lo hagan sus ciudadanos el fin será inevitablemente funesto.  

Es obvio que el ser humano es, además de su individualidad, el producto de sus circunstancias. Sobre las circunstancias debe actuar el Estado. La pobreza no puede ser inexorable ni la justicia inexistente. La política no debe ser destructiva e indolente.     

Fernando Pessoa escribía en su Libro del Desasosiego: “A medio camino entre la fe y la crítica está la hospedería de la razón. La razón es la fe en lo que se puede comprender sin fe; pero es todavía una fe, porque comprender implica presuponer que hay alguna cosa comprensible”.

Hoy más que nunca hay que refugiarse en la razón y tratar de comprender lo que ocurre. Hay que dejar la superchería, lo fácil, los grupos de WhatsApp; y estar más atentos a lo que ocurre en la realidad.

El Ecuador está en ebullición y eso no se cuenta en TV.

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