por Juan Paz y Miño Cepeda
León Febres Cordero R. (Guayaquil, 1931-2008) finalizó la secundaria en los EE.UU. y allí se graduó como ingeniero mecánico. En Ecuador destacó como ejecutivo de varias empresas industriales, lo que le valió la presidencia de la Cámara de Industrias de Guayaquil en varias oportunidades y de la Federación Nacional de Cámaras de Industrias. Incursionó en la política como congresista en los años sesentas. A pesar de haberse declarado liberal, se afilió al Partido Social Cristiano (PSC) junto con personalidades de la élite guayaquileña. Fue un opositor al sistema implementado por el triunvirato militar para el retorno al orden constitucional que culminó en 1979, y más tarde, como diputado, encabezó la oposición al gobierno de Jaime Roldós (1979-1981) y el radical combate al “comunista” Osvaldo Hurtado (1981-1984), lo que catapultó su liderazgo y el apoyo de las derechas agrupadas en el “Frente de Reconstrucción Nacional”, que le llevaron a la presidencia de la república para el período 1984-1988.
El PSC, reconstituido en 1978 bajo principios económicos liberales alejados de la doctrina social católica y del confesionalismo que tuvo en sus orígenes como movimiento “poncista” (su fundador fue Camilo Ponce Enríquez, en 1951), se convirtió en la mayor fuerza de las derechas nacionales. Bajo el indiscutible liderazgo del millonario industrial Febres Cordero y la hegemonía de una élite empresarial y política de Guayaquil, el partido alcanzó preponderante presencia en la Costa y logró extenderse en distintas provincias, con éxitos electorales en varios gobiernos seccionales y significativa presencia legislativa. Incluso levantó respaldo popular mediante mecanismos populistas de clientelismo, reclutamiento y movilización de masas.
Como presidente, Febres Cordero inició el modelo empresarial de economía que mantuvo vigencia dos décadas y media. Le favoreció la “era-Reagan” de los EE.UU., los acuerdos con el FMI y la difusión de la ideología neoliberal, que rápidamente hizo suya la oligarquía nacional. Paradójicamente, Febres Cordero centralizó el Estado, “resucretizó” deudas privadas, hizo inversiones públicas, fortaleció al sector empresarial, liberó mercados y privilegió los intereses de las élites sociales, desarrollando así una política inédita y “exitosa” en la visión de quienes le apoyaron. Pero el “modelo” empleó la imposición sobre las otras funciones del Estado, la clausura de varios medios de comunicación, la marginación al movimiento obrero, la contención a las izquierdas y el combate al movimiento guerrillero AVC.
Los resultados de su presidencia acentuaron la concentración de la riqueza, sin mejoramiento de las condiciones de vida y trabajo de la población y con varios escándalos de corrupción. El ejercicio despótico y autoritario del poder creó tensiones sobre la democracia, el levantamiento de un sector de la fuerza aérea, una propuesta de juicio político y el pedido de renuncia por el congreso.
O. Hurtado le dedicó el libro “La dictadura civil” y la Comisión de la Verdad (2010) destacó a su régimen como violador de .
Febres Cordero pasó a ser alcalde de Guayaquil (1992-2000) y su gestión transformó al municipio y a la ciudad. Su obra fue continuada por el alcalde Jaime Nebot (2000-2019), quien se erigió en el nuevo caudillo local del que dio en llamar “modelo exitoso”.
La hegemonía de las derechas en ese municipio durante tres décadas, alimentó un tipo de “autonomismo” guayaquileño, basado en posiciones regionalistas y el ideal por conseguir una ciudad-Estado, también cultivada en su propia. En Guayaquil, identificarse como socialcristiano o ser de derechas, llegó a formar parte del estatus social entre capas altas y medias, a tal punto que era muy difícil y hasta “riesgoso” cuestionar a Febres Cordero o Nebot. El quiebre de esa hegemonía se afirmó durante la decadente alcaldía de Cynthia Viteri (2019-2023) del PSC, quien perdió la reelección en febrero 2023, porque triunfó Aquiles Álvarez de la Revolución Ciudadana (RC), es decir, del “correísmo”.
Guillermo Lasso M. (Guayaquil, 1955) concluyó la secundaria y debió trabajar desde muy joven. Sus vínculos laborales se afirmaron en empresas de servicios financieros, fue ejecutivo bancario, ocupó la presidencia de la Asociación de Compañías Financieras del Ecuador y concentró sus actividades al frente del Banco de Guayaquil. Incursionó en la vida pública durante el gobierno de Jamil Mahuad (1998-2000) como Gobernador del Guayas, enseguida como Superministro de Economía y más tarde como embajador itinerante del gobierno de Lucio Gutiérrez.
Por ambición personal y el patrocinio de CREO, partido que fundó (2012) también con principios económicos liberales, pero ideología conservadora y convertido en su fuerza electoral, Lasso fue candidato presidencial en 2013, nuevamente en 2017 y, finalmente, consiguió la presidencia de la república en 2021, esta vez con apoyo del PSC.
El presidente Lasso (2021-hoy), comenzó su gestión atendiendo con éxito la vacunación contra la pandemia del Covid. Le antecedió Lenín Moreno (2017-2021), quien rompió con la RC y dio un giro total a su : desmontó los logros del “correísmo” afectando servicios muy sensibles para la población (educación, salud, vivienda, seguridad social, registro civil, correos), instauró una implacable persecución estatal a los “correístas” (incluyendo el lawfare y el aliento a una verdadera “mitología” anticorreísta seguida por las derechas), restauró el modelo empresarial superado durante el progresista gobierno de Rafael Correa (2007-2017), paralizó las obras e inversiones públicas, realizó una desastrosa gestión económica con grave abandono de las políticas sociales (la Fiscal ha levantado cargos por presunto cohecho contra Moreno y parte de su ), se alineó con los EE.UU., las derechas internacionales, y viabilizó la conformación de un bloque de poder determinado por los grandes grupos económicos, la gran prensa y las derechas políticas, que se sintieron directamente representadas con el triunfo de Lasso y su ascenso al Ejecutivo.
Pero, en lugar de superar las herencias recibidas y la desinstitucionalización del Estado, para realizar un gobierno que demostrara los “valores” de la empresa privada, las “bondades” del mercado libre, la “eficiencia” de la gente que sabe hacer negocios, generar riqueza y “dar trabajo”, como proclamó Febres Cordero en su tiempo, el millonario banquero Lasso resultó un “continuista” político de Moreno. Consolidó el modelo económico empresarial-neoliberal, pero además con características oligárquicas y el privilegio a los intereses de la burguesía rentista-financiera, por lo que cabe hablar de la segunda “época plutocrática” en Ecuador (la primera, entre 1912-1925, produjo la ). También coincidió con Moreno en reprimir al movimiento indígena y en buscar el sustento de “la democracia” en el respaldo de las fuerzas armadas y, sobre todo, de la policía, que ha adquirido un directo en el .
La incomprensible inoperancia gubernamental frente al galopante deterioro de las condiciones de vida y trabajo de la población, la parálisis en obras, servicios e inversiones públicas, junto a la explosión de la inseguridad ciudadana, nunca antes experimentada en la historia del país y debida al avance imparable de la , han terminado por minar la credibilidad y el apoyo al presidente Lasso. Más del 80% del país cuestiona su gestión y, sobre todo, perdió la consulta popular de febrero, con 8 preguntas presentadas como ejes para un mejor futuro, bajo la acusación gubernamental de ser “narcos” los que votarían NO.
Aunque el asunto de los “”, en los que se nombra a Lasso y que tuvo amplia repercusión internacional, ha sido literalmente “acallado” en Ecuador, en las últimas semanas se ha conocido otro escándalo sobre una posible trama de corrupción público/privada que involucra a personas del entorno presidencial, cierta cúpula policial corrupta, el crimen organizado, el narcotráfico y la “mafia albanesa”, un serio incendio que la “gran prensa” y los defensores “lassistas” procuran apagar.
La Asamblea Nacional aprobó un contundente informe, como antesala para el posible juicio político constitucional de Lasso, cuyo resultado es impredecible, incluso porque todo podría quedar en la impunidad, en tanto el gobierno lo considera como intento de “desestabilización”. En esas condiciones, la ruptura con el PSC, que ahora apoya el juicio político, ha fraccionado al otrora sólido bloque del poder (incluyendo Guayaquil), al menos en la coyuntura inmediata. Y ante la evidente crisis institucional y política que vive Ecuador, es mayoritario el consenso por la renuncia de Lasso o la activación de los procedimientos legales para la terminación de su mandato.
En consecuencia, la derecha política está golpeada, aunque se trata de un fenómeno temporal. Porque lo que unifica a las élites económicas del país, es la defensa del modelo empresarial-neoliberal, que consideran será afectado si eventualmente triunfan las fuerzas progresistas, las izquierdas y especialmente el “correísmo”, que es el fantasma que les atormenta. Harán todo lo posible para impedir su “retorno”.