Quito, 19 jun (La Calle).- La violencia sexual en contextos de guerra no es un «exceso» ni un hecho aislado. Es una estrategia deliberada, una maquinaria de horror sistemático que arrasa cuerpos, memorias y comunidades enteras. Cada 19 de junio, el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos nos obliga a mirar de frente esta realidad incómoda y brutal, que el poder global ha preferido barrer bajo la alfombra.
Una táctica genocida que aún sigue impune
Desde Sudán hasta la República Democrática del Congo, los testimonios de mujeres, niñas, niños e incluso hombres víctimas de violación en zonas de conflicto estremecen: cuerpos usados como campos de batalla, embarazos forzados como estrategia de terror, comunidades devastadas por el trauma colectivo.
En Sudán, UNICEF ha confirmado al menos 221 niños violados solo en 2024, algunos con apenas un año de edad. En el Congo, se denuncian ejecuciones públicas tras violaciones grupales. ¿Y cuántas más no se reportan, por miedo, estigma o porque el agresor es el que aún tiene el fusil?
La impunidad no es una falla, es parte del sistema
La histórica Resolución 1820 del Consejo de Seguridad de la ONU (2008) reconoció por primera vez que la violencia sexual en conflictos es un crimen de guerra. Pero 16 años después, ¿cuántos han sido juzgados? ¿Cuántas víctimas han accedido a justicia o reparación?
Las cifras dicen poco. El silencio y la impunidad, en cambio, lo gritan todo. La mayoría de agresores camina libre, y en muchos casos, sigue portando uniforme. La justicia llega tarde, o no llega.
Justicia, atención integral y liderazgo de sobrevivientes
Hoy, el mundo debe escuchar –y no solo homenajear– a las sobrevivientes. La ONU y la Unión Europea insisten en tres caminos:
- Justicia sin impunidad, con mecanismos efectivos nacionales e internacionales.
- Atención integral para sobrevivientes, sin revictimizaciones ni barreras.
- Liderazgo con voz propia, donde las víctimas construyan y no solo sean “casos”.
UNFPA alerta que la herida no cierra si no se accede a salud mental, justicia, reparación y garantías de no repetición. Sin eso, seguimos acumulando deuda con quienes más han sufrido.
Escuchar es un acto político. Reparar, una urgencia ética.
Desde una mirada progresista y feminista, este día no es para conmemorar con flores ni discursos huecos. Es para exigir acción:
- Que los Estados no sigan haciendo de la violencia sexual un tema de “cooperación internacional”, sino una prioridad política.
- Que los agresores no reciban amnistías disfrazadas de reconciliación.
- Que la memoria de quienes resistieron con su cuerpo no sea enterrada en archivos diplomáticos.
La violencia sexual no es cultural ni inevitable. Es una elección del poder. Y también puede ser derrotada con leyes justas, atención digna y, sobre todo, con voluntad política y humanidad.
En La Calle, creemos que sin justicia no hay paz. Y que recordar también es un acto de resistencia.