Por: María Isabel Burbano / @rizossalvajes
Quito, 17 oct (La Calle). – Las escritoras tienen un día. Se celebra el lunes más cercano al fallecimiento de Santa Teresa de Jesús, considerada la patrona de los escritores españoles.
¿Por qué las escritoras necesitan un día de recordación? En una primera instancia por el olvido, la marginación que ha llevado a una constante reivindicación que realizan en un oficio dominado por los hombres.
«En la mayor parte de la historia, anónimo era una mujer», pensaba Virginia Woolf (1882-1941). En efecto, existen vastos ejemplos de cómo las mujeres debieron firmar con un seudónimo masculino para ver sus obras publicadas. Charlotte Bronte (1816-1855) publicó su famosa Jane Eyre bajo el nombre de Currer Bell, su hermana Emily (1818 – 1848) utilizó Ellis Bell para sus Cumbres borrascosas.
George Sand (el seudónimo de Aurore Dupin) fue una gran escritora del romanticismo francés que rompió muchas convenciones de su época. Fumaba y la mayor parte del tiempo vestía pantalones y camisa sin tener un permiso para ello (en la Francia del siglo XIX, las mujeres debían seguir ciertos estándares de vestimenta). Nos dejó Lélia (1833), Indiana (1832) y la capacidad de percibir la libertad de estar como una potestad propia.
Si bien Percy Shelley tiene una obra poética impresionante como sus contemporáneos Lord Byron o John Keats, su mujer ha sido recordada por un personaje singular en la literatura de terror. Mary Shelley (1797-1851), que en una noche de invierno en 1816 fue retada por Byron junto a su esposo y John Polidori a escribir un cuento de terror, concibió Frankestein o el Moderno Prometeo. Considerada la primera novela de ciencia ficción y terror gótico.
Gabrielle Colette (1873-1954) escribió una serie llamada Claudine (1900-1903) compuesta por tres novelas y por pedido de su esposo el escritor Henry Gauthier-Villars, quien las firmó con su nombre. Después de su divorcio en 1906, Colette encontró su camino y entre sus obras destaca Gigi (1944) llevada al cine una década después.
En América Latina y Estados Unidos también existieron escritoras importantísimas que tuvieron que hacer valer su talento frente a sus colegas masculinos. Entre mis favoritas puedo contar a: Emily Dickinson, Louisa May Alcott, Anne Sexton, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Elena Garro, Silvina Ocampo, entre otras.
Solo 17 mujeres han gando el Premio Nobel de Literatura en la historia de este galardón y aunque no se necesita de un premio para reconocer la capacidad de la escritoras si dice mucho de lo poco que ha deliberado la Academia Sueca en premiarlas. La última en ganarlo fue Annie Ernaux, escritora francesa que profundiza en temas como el aborto, el matrimonio y la feminidad. Locas, libres, constantes, valientes. Las escritoras han dejado poco a poco el anonimato para sentar su nombre en el mundo y la historia.