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Despiértennos cuando pase el temblor…(opinión)

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Ivette Celi Piedra/ @ivetteceli

A las 7:00 del martes 27 de octubre, Quito amaneció con un remezón que sacó de sus actividades habituales a la mayoría de quiteños y quiteñas. Un sismo de 4.9o en escala de Richter cuyo epicentro se ubicó en el sector de Machachi en el cantón Mejía. No hubo reportes de emergencias, así como tampoco novedades relacionadas al sismo, ha dicho el COE.

Hace poco menos de un año, el entonces ministro de Cultura y Patrimonio, hoy candidato Juan Fernando Velasco, asesorado por su viceministra Ana María Armijos, dispuso el desalojo y cierre de los servicios de biblioteca, archivo histórico, musicoteca y todos los servicios de investigación relativos a las reservas de la Colección Nacional. Arqueología, colonia, arte moderno, republicano y contemporáneo- pertenecientes al Estado y bajo custodia del Museo Nacional del Ecuador. Estos elementos se ubican en el edificio Aranjuez de la ciudad de Quito.

El motivo publicitado, una emergencia de riesgo inminente de “desplome” del edificio por fallas estructurales, que al menor movimiento sísmico pondría en riesgo la vida de los funcionarios del MuNa y del MCYP. La potencial destrucción de los bienes del patrimonio del Estado.

Cierre del Aranjuez

Tal era el riesgo, se dijo, que era una decisión responsable cerrar todos los servicios que atendían principalmente a jóvenes investigadores universitarios. Era urgente trasladar las reservas (más de un millón y medio de bienes) a un depósito con mejores condiciones técnicas y estructurales.

Alrededor de 50 mil personas al año utilizaban los servicios que se prestaban en el edificio Aranjuez. Desde la década de 1990, bajo la administración del Banco Central del Ecuador, se convirtió en uno de los referentes más importantes para la investigación histórica en nuestro país. La gran mayoría de usuarios de ese espacio desarrollaban sus tesis universitarias en ciencias sociales, o proyectos curatoriales para museos y centros culturales nacionales y extranjeros.

Pese a que colectivos académicos solicitaron a las autoridades del Ministerio de Cultura y Patrimonio la reapertura del espacio y la atención al público, no se tomó en cuenta sus demandas, debido al riesgo que implicaba, inclusive el acceso a planta baja y mezzanine del edificio, según las autoridades.

Contribuciones de los servicios del Aranjuez

El cierre de los servicios del Edificio Aranjuez limitó la producción de conocimiento científico y coartó la posibilidad de circulación de bienes culturales. Lo más grave es que eliminó un servicio público especializado que difícilmente puede ser suplantado por otro espacio. Dejo a una población académica sin posibilidad de dar continuidad a sus trabajos e investigaciones.

Luego del sismo del martes pasado, se esperaba la reacción inmediata de la nueva ministra de Cultura y Patrimonio, con respecto a la emergencia estructural del edificio Aranjuez. Pero nada ocurrió, tampoco un plan de contingencia que pusiera a buen recaudo los bienes, ni siquiera un pronunciamiento técnico. Nada.

El pretexto: la movilización del patrimonio

El Ministerio de Cultura y Patrimonio realizó la valoración arquitectónica y estructural de varios edificios públicos de la capital. Se decidió unilateralmente, que la mejor opción para el traslado de las reservas de la Colección Nacional, era el edificio sede de UNASUR, ubicado en la mitad del mundo.

No importaron las dificultades de acceso de transporte público, la distancia con el Museo Nacional del Ecuador, los problemas relativos a sismicidad, climatización, ubicación y disponibilidad de reservas. Así como todas las implicaciones técnicas que se desprenden de una decisión tan compleja. Tampoco se tomaron en cuenta las recomendaciones de los actores de la academia.

Luego de meses de insistencia, el tema del traslado se convirtió en un capricho para el Ministerio de Cultura y Patrimonio. Pese a ello, a casi un año del desalojo del personal del edificio Aranjuez, no se ha ejecutado la tan mentada movilización de bienes.

El abuso simbólico del patrimonio

A tiempo en que la decisión de traslado de los bienes de la Colección Nacional -e incluso del Museo Nacional del Ecuador inaugurado hace apenas dos años- se hizo público, las acciones administrativas para el uso del espacio de la sede de UNASUR no se hicieron esperar. Previo a ello, en septiembre de 2019, la Asamblea Nacional avaló la salida de Ecuador de ese organismo. De inmediato se ordenó el retiro de la escultura del ex presidente de Argentina y primer secretario de UNASUR, Néstor Kirchner de su sede, en un acto iconoclasta.

Luego, el mismo presidente de la República, quien tiempo atrás mencionó la creación de la Universidad Indígena en esa sede, con pretexto del Día Nacional de la Cultura el 9 de agosto pasado, confirmó el traslado de las reservas patrimoniales y del MuNa a UNASUR.

La des-correización del patrimonio

El proceso de “des-correización” del Estado, para el gobierno de Moreno ha implicado no solamente la des-regulación y des-institucionalización pública, sino también la des-trucción y des-mantelamiento de los símbolos identitarios de nuestra cultura. La inauguración de una Biblioteca Nacional que continúa cerrada, pero que sirvió para la foto y la propaganda del hoy candidato; un Archivo Histórico Nacional del que nadie sabe en qué condiciones se encuentra; un Museo Nacional con un proyecto de cierre en ciernes y un vaciamiento de la actividad museal; y las reservas patrimoniales sin un futuro cierto.

La clase política siempre ha intentado des-terrar y des-arraigar los elementos simbólicos del Estado, asumiéndolos como propios. No olvidemos el intento de traslado de la Biblioteca Nacional a Cuenca o del Archivo Histórico a Montecristi. Es como si con esas decisiones intentaran refundar la Nación por cada nueva administración, en vez de dar a los repositorios la atención necesaria y óptima para su correcto funcionamiento.

Pero no, se recortan presupuestos, se despide personal técnico y se limitan los servicios públicos. Al mismo tiempo se insiste en la amenaza de traslado de bienes, y de supuestas renovaciones que nunca se cumplen. Esto genera una paradoja que pone en evidencia el nulo interés de los políticos en la cultura, pero que sí afirma su abuso y su manipulación. Basta con ver cómo se le ha quitado la identidad visual a las instituciones del Sistema Nacional de Cultura para colocar la imagen gubernamental. Pienso si a los españoles se les ocurriría cambiar la identidad del Museo Nacional del Prado o a los franceses la del Museo de Louvre para colocar el sello de gobierno. Jamás.

¿Qué tal si despertamos?

El edificio de la mitad del mundo seguramente volverá a ser la sede de UNASUR. Muchos actores políticos han recalcado la necesidad de su reconfiguración luego de las dificultades económicas y sociales que ha dejado la pandemia de COVID-19 en los países de la región. Por lo tanto, pensar en un traslado de reservas patrimoniales y del MuNa, en el ocaso de este gobierno, es irresponsable. Ya lo ha dicho el presidente Alberto Fernández de Argentina, la escultura de Kirchner volverá al lugar que le corresponde.

Despertemos. El temblor del martes pasado no genero daños en el edificio Aranjuez,. No provocó el colapso ni la destrucción de su infraestructura, tampoco levantó alertas sobre la necesidad reforzar estructuralmente ese inmueble. Tal parece que nuestra cultura y nuestros patrimonios se mueven al vaivén de los caprichos de los actores políticos de turno.

El patrimonio para la gente

Lo que debería hacer el Ministerio de Cultura y Patrimonio, luego de poner en evidencia su gran mentira, es abrir inmediatamente los servicios del edificio Aranjuez. Permitir a los usuarios volver a investigar y culminar sus proyectos académicos y laborales. Generar las condiciones adecuadas para un traslado planificado y consensuado con actores sociales y autoridades en un espacio que garantice el acceso a los servicios culturales, no que los restrinja.

Es imperativo que la clase política y las autoridades de gobierno dejen de jugar con el patrimonio del Estado. Los bienes culturales no son susceptibles a los caprichos políticos. Por el contrario, nuestro patrimonio es el legado que debemos proteger y acrecentar para que nuestros hijos y sus hijos conozcan su -nuestro- pasado.

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