Por La Calle
La tragedia golpea a la comunidad indígena de Taisha, en la provincia de Morona Santiago. Ocho niños han muerto con síntomas similares: fiebre alta, diarrea con sangre, vómitos y dolores articulares. Varios más permanecen hospitalizados. Aún no hay respuestas claras. Y lo más alarmante: el Estado parece no estar a la altura de la emergencia.
El Ministerio de Salud Pública (MSP) ha reconocido la existencia de un “agente infeccioso de origen aún desconocido”, y apenas se han iniciado análisis e intervenciones sanitarias de manera reactiva. Aunque se han confirmado tres casos de leptospirosis, las autoridades aún no determinan si ese es el origen común de todos los fallecimientos.
En medio de este panorama desolador, la tibieza del gobierno central ha sido evidente. No hay una declaratoria de emergencia sanitaria en firme, pese a los pedidos de la Asamblea Nacional. No se han desplazado brigadas médicas con urgencia ni se ha transparentado un protocolo claro de atención y contención.
Curiosamente, quien ha tomado la vocería pública en esta crisis no ha sido el presidente Daniel Noboa ni la ministra de Salud, sino la vicepresidenta electa, María José Pinto. Aunque aún no está posesionada en funciones, Pinto difundió en su cuenta de X (antes Twitter) una foto de su reunión con autoridades locales, afirmando que “está preocupada” por lo que ocurre en la Amazonía.
Sin embargo, la imagen compartida generó rechazo en redes sociales: todos los presentes en la fotografía —incluyendo a Pinto— aparecen sonrientes. Un gesto desafortunado cuando se habla de muertes infantiles. La forma importa. La imagen proyectada por quienes dicen liderar una respuesta debe estar a la altura del dolor de una comunidad.
Mientras en Quito se debate la pertinencia de actuar, en Taisha siguen las pérdidas. La distancia entre el centro político y las realidades amazónicas vuelve a quedar en evidencia. Y la población, especialmente la más vulnerable, sigue sola.