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Covid-19: Los marginados hallaron hogar y familia en El Arbolito (crónica)

Por María Isabel Burbano

Quito, 23 mar (La Calle).- La ciudad está desolada. El aire está más limpio, el cielo azulado, las montañas se ven a lo lejos, diáfanas. Quito está paralizada, sus ciudadanos se han guarecido entre el miedo y la precaución. En medio de este escenario de vacío, la ciudad fría y excluyente pone en primera fila a los personajes que, en situaciones normales, habría condenado a las sombras.

En el Parque del Arbolito, un grupo de hombres juega futbol en una cancha improvisada. Sus risas, que casi nunca salen a la luz, rompen el silencio de la ciudad. Para nadie es un lunes normal, es el octavo día del aislamiento obligatorio por el Covid-19 en Ecuador y aquellos que juegan -desafiando a su propio destino- son personas en situación de calle que, con ayuda del Patronato San José, se resguardan en la Casa de bambú de este parque.

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Foto: Radio La Calle

Espacio en el Arbolito

Desde el viernes 20 de marzo, un grupo de 60 personas cuya vida transcurre entre las frías calles de piedra, puentes peatonales, parques e iglesias de la ciudad de Quito, llegaron hasta este sitio en busca de refugio ante el virus y el olvido.

Hay hombres que caminan, otros se ponen a leer. Algunos juegan cartas mientras ríen con sus compañeros para combatir la espera. Hay jóvenes de 20 años, hombres y mujeres de mediana edad, población adulta mayor, que se reparten en esta casa con techo. Algo que no han podido experimentar hace tanto tiempo.

“Cada uno sabe como distraerse”, dice Gabriela Cevallos, directora de ejecución del Patronato Municipal San José. Ninguno de los habitantes del albergue presenta síntomas respiratorios. Sin embargo, la experiencia en la calle deja otras cicatrices en la vida de cada uno. La mayoría de ellos tiene un historial de consumo de sustancias, de manera que el encierro en situación de abstinencia les resulta dificultosa.

De rato en rato, los hombres juegan fútbol o voley en una canchita hecha con las vallas que ahora los protegen. Es paradójico que la misma ciudad que los ha abandonado ahora se fije en ellos. Tal vez es el mismo miedo que podrían generar los trapos sucios con los que combaten el frío, el olor corporal a falta de una ducha, el olvido de sus familias… la soledad.

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Foto: Radio La Calle

Cevallos explica que la casa se divide en una sala comunitaria, el comedor y cuatro sectores para dormitorios, tres para hombres y uno para mujeres. La mayoría de gente que está allí son hombres.

Solitarios en la ciudad

Mendigos, indigentes, pordioseros. Gabriela dice “no les decimos así. Son personas con experiencia de vida en calle”. El mayor grupo de gente viene del Centro Histórico. Sus andrajos son una imagen cotidiana en ese sector de la ciudad. Las calles estrechas del centro, los portales de las iglesias acogen en sus fríos brazos a esas solitarias personas en su trashumar sin dirección concreta.

Las personas están tranquilas. “Caminan, leen, juega cartas y al fútbol”, repite Gabriela Cevallos. La posibilidad de tener un techo sobre sus cabezas, comida caliente y una mano amiga que muestre su interés por ayudarlos hace que la estancia en ese lugar sea llevadera. Una vez al día, miembros del Ministerio de Salud o de la Secretaría de Salud del Municipio de Quito llegan a hacer controles en una pequeña carpa blanca instalada fuera de la casa.

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Foto: Radio La Calle

Otros casos

La Casa de Bambú es el único albergue del Patronato San José relacionado a la emergencia del Covid-19. “Se está estudiando la posibilidad de abrir otro”, señala Cevallos. Un equipo de calle se encarga de identificar a las personas en esta situación. Si la persona tiene familia, la reubican en la vivienda y le entregan un kit alimenticio, mascarillas y guantes. El problema es que no todos tienen familiares y el patronato aún no sabe donde ubicarlos.

Otra preocupación es la gente del día. Personas que tienen que mantener a sus familias con menos de dos dólares diarios, que tienen que pagar el arriendo de un pequeño cuarto y que no pueden dejar de trabajar porque de eso depende su supervivencia. Cevallos afirma que coordinan con el ECU 911 las solicitudes por zona y mediante un cronograma se les facilitará un kit alimenticio. Los voluntarios del Patronato son pocos. “Tener cuatro voluntarios para todo el trabajo dificulta las cosas”, afirma afligida, pero con esperanza.

El Patronato San José busca también la solidaridad de los quiteños. Necesitan donaciones de ropa y artículos de primera necesidad, especialmente ropa señala. Los aportes se pueden realizar comunicándose al 228-3915 o a la página web www.patronato.quito.gob.ec.

Resulta paradójico que esta pandemia que nos tiene en nuestras casas, le haya dado un techo a aquellos que hace mucho no tienen uno. Resulta paradójico que ahora los veamos sonreír cuando muchas veces hayamos pasado a su lado ignorándolos incluso cuando los hemos visto llorar. Muchos de ellos quisieran que esta situación no cambie, que haya alguien que se preocupe de su bienestar, que haya comida, techo, esperanza, risas, sueños, futuro…