Con mi corazón en Napo | Crónica

por Christian Echeverría

Quito, 5 sep (La Calle).- Un ejercicio militar cegó la vida de la subteniente María José Morillo Cando el martes 20 de abril de 2021. Ella murió ahogada en el río Napo durante la última prueba “Espina de pez” del curso Tigres del Ejército ecuatoriano. “Fue un accidente”, dijeron las autoridades.

Un “accidente” no esclarecido y silenciado, denuncia Miroslava Cando, madre de María José. Los familiares recibieron la noticia a las 17:00 y a la madrugada llegaron a Orellana en un avión del Ejército. Buscaban el cuerpo de “Majito”.

De un lado para otro, la familia solo quería encontrarla, pero los militares objetaron que debían quedarse para firmar la autorización de la autopsia. Tras ocho intolerables horas, finalmente a las 10:30 firmaron el documento en la Fiscalía Provincial de Orellana. Para cuando llegaron a Lago Agrio (Sucumbíos), la autopsia ya se había realizado.

Las Fuerzas Armadas tomaban todas las decisiones. Presionaron a la familia para apresurar el proceso en la funeraria y en la capilla ardiente. Mientras Miroslava firmaba la documentación requerida en Medicina Legal, su hermana pudo identificar a “Majito”.

Una verdad impostergable se anunciaba. “Sí es ella”, le dijo, a la par que soltaban todo atisbo de esperanza.

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La serenidad en medio de la desgracia es una virtud, había escrito Thomas Mann. Miroslava y su familia no decayeron. Pusieron la denuncia por negligencia en la Fiscalía provincial para que se investiguen las circunstancias de la muerte. Al Ejército no le agradó la idea y trató de impedir que ingresen el oficio. “Me prometieron el oro y el moro, que me iban a ayudar en todo aspecto legal y económico, pero fue solo un engaño para distraernos”, relata.

Los servicios funerarios explicaron a los familiares que “Majito” murió en circunstancias violentas. Esto los paralizó. Con mayor fuerza siguieron la investigación fiscal.

En aquel fatídico día se cuestiona si la Brigada Selva 19 de Orellana en realidad contaba con la presencia de los instructores necesarios para ese ejercicio. Asimismo, como recoge la Fundación Utopía, no tenían equipos de primeros auxilios, lanchas, salvavidas o personal experimentado que pudiera socorrer a los estudiantes.

Los diez compañeros de María José explicaron cómo falleció. No obstante, Miroslava lamenta que no hayan dicho toda la verdad. “En la vida militar, los mandos inferiores hacen caso a sus jefes. Jamás desacatan una orden”, resalta mientras toma pausas y aire. ¡Oh, sorpresa! Otra institución de las fuerzas del orden que normaliza el “espíritu de cuerpo” frente a actos sombríos y espinosos.

Un ejemplo similar al femicidio de María Belén Bernal, en donde los aspirantes a policías eligieron el silencio desgarrador, el “espíritu de cuerpo”. Esa obediencia obtusa, la disciplina estúpida de la que son víctimas…sin ir más allá.  

La justicia está desaparecida para los Morillo Cando. Han tenido que remar contracorriente. Han realizado plantones y acudido a los medios de comunicación. También han ingresado distintos documentos a Presidencia, al Ministerio de Gobierno, al Ministerio de Defensa y a Fiscalía…pero sin resultados. 

Han pasado 532 días y las investigaciones sobre la muerte de María José no parecen caminar. Ella no recibió el ascenso a teniente pese a haber cumplido con cien de los 110 días que debía estar en el Oriente. Su fallecimiento ni siquiera fue notificado como muerte en actos de servicio.

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El entonces ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín tildó como un accidente la muerte de la subteniente. “Eso es parte del entrenamiento, para eso se viene acá a la selva a hacer el curso”, mencionó sin despeinarse. Como si las personas fuesen sacrificables. Luego reiteró que “desgraciadamente fue un accidente como parte del trabajo”.

“Eso es parte del entrenamiento”, “para eso se viene acá”, “fue un accidente”. Fueron las respuestas de la máxima autoridad a la familia y al pequeño hijo de María José.

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