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Carta de una desconocida o el amor que no se nombra

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Quito, 9 de enero, (la Calle).- Cada vez que pienso en la obra Stefan Zweig (1881-1942) pienso en ese amigo, poeta y librero Dany Torres. Siempre que, por un azar terminábamos hablando del escritor austriaco, me decía: “no hay mejor, simplemente, no hay nada mejor”. Imposible no creerle.

Ese recuerdo me llevó a mirar el filme: “Carta de una Desconocida”, (1948), una producción estadounidense en blanco y negro, preservada en los archivos inmemoriales de la biblioteca del Congreso por su valor histórico y cultural.

La película de Max Ophüls, con música de Daniele Amfitheatrof, cuenta en los roles estelares con esa musa del cine de los cincuenta, Joan Fontaine y Louise Jourdan.

No recordaba nada de la trama, apenas que fue el primer libro que leí de Zweig. Escribir a partir de cartas, peor aún con remitente desconocido, es una garantía de éxito. No debo olvidarlo. Las cartas tienen esa impronta terminal de una sentencia. Se puede mentir en una carta, pero jamás se puede dejar de ser intenso o febril.

El amor de una sola vía

Del otro lado está el amor. Ese amor que saborea las cuitas del sacrificio, la bondad y la paciencia. Lisa muestra su amor descaradamente cuando sabía que tenía todo en su contra. Johan es un concertista ciego frente a sus reclamos, un nadador libre en la piscina de lo superfluo, alguien incapaz de bucear en el otro.

“Solo se puede amar lo que no se tiene”, dice Curzio Malaparte en uno de sus diarios y en este caso es así. Se trata de una vía en un solo sentido.

Lisa lo intenta, sí que lo intenta, ¡maldición! pero el distraído Johan pasa de página a cada oportunidad, no advierte los párrafos de esa pasión, no los subraya, hasta los repasa como cualquier cosa.

Finalmente, entre ellos interviene el tiempo como un parto de la rutina. Se vuelven a ver pero Johan ha renunciado a todo, hasta a la música, ahora mira la vida desde un balcón privilegiado desde donde se contemplan los desfiles militares. Se trata de un dandy al que el amor convoca en vano.

Imposible no pensar en Pedro negando tres veces a Cristo en una sola noche.

Imposible no sentir pena por Lisa ignorada tres veces. Solo el tifus y el hijo de ambos, se aprendió su nombre.

“Solo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue tuya aunque nunca lo supiste”, le dice en un diálogo.

¡Maldición!

(Si desean ver la película la encuentran en Freak Show).