por Alexis Ponce
Abrazos, hermano querido. Y mucha fuerza para ti también: que la decepción profunda que sientes, y el dolor que siempre acompaña a toda decepción, ante aquello que menos esperamos y más devasta, se transformen en sol y serena paz: hiciste (hicimos) a lo largo de 30 años de luchas y de activismo de derechos, lo mejor que pudimos, por la humanidad, por un continente tan necio, y por este país que, pese a todo, amamos como a madre, y que nos trató y nos trata como si fuera madrastra o padrastro de los estereotipos y cuentos infantiles.
Dimos lo mejor que pudimos por nuestro pueblo y por los amigos y hermanos. Nunca olvido aquel gesto que tuviste con mis hijas, con Nelly y conmigo, al darme tu mano (al darme trabajo) y el apoyo de hermano en un momento tan difícil como el que atravesábamos en aquel año 2015-2016. No olvidaré ese gesto. Son cosas que se guardan en el alma siempre.
Hermano: también estoy cansado de bregar, tras 37 años de continua lucha sin descanso por millones de homínidos a los que les vale un… pepino, todo lo hecho por otros en su defensa. Son como los mocosos ignorantes con tablet que nada saben de campos de concentración pero piden el fin de la declaración universal de derechos humanos porque así lo dice un meme. También tengo gran decepción de esta época sin más gloria que no sea la viralización de «influencers» ni más héroes que no sean futbolistas: es la época del acomodaticio miedo y del egoísmo más vergonzoso. Y a eso le llaman con otros nombres, tan correspondientes a la vil época de la red social, a eso que tiene un sólo nombre, en esa suerte de «coaching» para El Sálvese Quien Pueda.
Pero sé que no tenemos otra alternativa que seguir andando y que lucharemos hasta el último minuto, como mi Ella. Por todo aquello que merece la pena luchar, vivir y morir. Pocos podemos darnos ese lujo, mi hermano, de haber sido vencidos pero seguir luchando por la suerte de millones de terrícolas hechos miércoles y un planeta casi destruido pero aún entero. Ese aporte a la estrofa whitmaniana lo hicimos y hacemos desde nuestra humilde porciúncula de Asís y nuestra modesta quebrada de Yuro. Eres, y soy, de esos pocos. Así que a la decepción le acompañemos ternura.
Me da mucha pena que no estén tantos hermanos y hermanas del remoto ayer. No murieron por bala ni cárcel ni exilio ni Covid. Se suicidaron al acomodarse a las circunstancias y al optar por la más triste cobardía: la que no admiten llevar dentro. Me decepcionó que mujeres que mucho amé, y hombres que respeté, hoy se declaren «libertarios» o no se declaren nada pero lo sean en los hechos: bolsonaristas en voz baja, aún siendo de ‘grupos vulnerables’. Me decepciona por todo en lo que les ha tocado convertirse, y hacer, y ver, y dejar hacer para quedarse flotando en el mar de estos años grises.
Creo que el mejor momento de pureza y belleza personal y colectiva no es éste, lapso de una mediocre y fragmentada individualización enfermiza solamente apta para darwinistas de aldea pequeña y Vargas Llosas sin su talento de escritor. Y pienso en el mejor momento, que lo soñamos, vivimos y construimos: fuimos parte de aquella adolescencia, juventud y adultez heroica, talentosa y desprendida, cuando hacíamos honor a la ‘canción a los amigos’ de Serrat. Entonces en la vida, como en la militancia y la lucha, no imperaba el cálculo. Hoy, bajo el imperio de los nuevos Ciudadanos Kane, los Ellon Musk, los chicos VOX y los aristócratas Pelagatos, abundan l@s calculador@s: siervos que justifican o ponen en práctica la justificación del esclavo que apoya al esclavista.
Nosotros somos «losers», de otra generación: la de los ’60 y los ’70, somos de otra madera humana, hermano. No mejor, ni peor, sino distinta. Y aquella época de locura franciscana y cheguevarismo desprendido, la amamos, la conocimos, la vivimos y la ayudamos a forjar.
Siento y pienso que hicimos lo mejor posible para que esta Mierda cambie. Y no cambió. O cambió a algunos que ya son muchos: y que optaron por la Mierda. Es una opción. Es su opción.
Otros seguimos espoleando a Rocinante para continuar la marcha eterna en la llanura manchega, contra todo molino de viento de ayer y de hoy. Y contra nuevos molinos que seguiremos enfrentando (la banda delincuencial organizada del FMI acaba de decir este 1 de enero que ‘el 2023 será un año peor’: bienvenidos a la realidad del mega-capitalismo, pendejos).
Así que… la enorme multitud de vulnerables requiere todavía caballeros andantes de triste figura, como tú y yo… como nosotros los más pendejos del planeta que aún creemos en que el amor, la pasión y la ternura, la lucha sin espera de recompensas y el darse a los demás, es lo único que debiera justificar la existencia humana o explicar la condición de ser un ser humano.
No será jamás el objetivo alcanzado en el camino lo que más importe a los Quixotes, sino el andar…
Siempre tu hermano,
Alexis