Gema Valdez Vera
Chone, 10 ene (La Calle).- Es jueves 7 de enero de 2021, aún es de madrugada, y el trabajo en el campo ya empezó. Las actividades agrarias no conocen horario, ni tampoco las dificultades. Si hay alguien que sabe de los aprietos del campo y del campesino es Ramón Barreiro.
Nació hace 70 años en el recinto La División, ubicado en la parroquia Canuto del cantón Chone. Sus ojos cansados por los años y el trabajo parecen recuperar el brillo cuando habla de su plantación. Trabaja en ella como cualquier otro campesino de la región, sabiendo que hay días productivos y otros llenos de complejidades.
Para quienes alguna vez visitaron Chone, probablemente la primera evocación que tengan de esta ciudad será el exquisito sabor del caldo, el bistec de gallina criolla, el inigualable queso chonero, el color amarillento de las naranjas y mandarinas, el aroma a cacao y los atractivos paisajes naturales. Todo esto acompañado de la amabilidad y la alegría que caracteriza a su gente.
No obstante, puertas adentro la realidad es otra para los choneros. En especial para los habitantes de la zona rural. De aquí donde proviene la mayor cantidad de alimentos y productos agropecuarios que se comercializan de forma local y en otras ciudades del país como Quito y Guayaquil.
Abandono de las autoridades
Para aquellos que viven lejos de la urbe, como Ramón, el principal desafío es el traslado de sus producciones durante la temporada de invierno. Solo cuentan con carreteras que se destruyen con la llegada de las fuertes lluvias y que convierten a la tierra seca en un lodo pegajoso. Para Barreiro, este es un grave problema que lleva más de 20 años y que en gran parte se debe a la despreocupación y abandono de las autoridades.
“Hace más de 70 años, en la época de mi padre era entendible que habilitar una carretera en el campo era un sueño, porque no existían las herramientas ni los recursos. Hoy sigue siendo un sueño para todos los moradores La División, al igual que para otros sitios cercanos como lo son Culantrillo y Las Cruces con la diferencia que ahora hay un abandono total de los políticos y la Prefectura de Manabí”, explicó el ciudadano.
Aproximadamente hace seis años, los moradores de La División lograron que el ex prefecto Mariano Zambrano ordenara la ampliación de las carreteras, luego de una larga e insistente gestión. Sin embargo, aquello no soluciona el problema de fondo: en el invierno, el camino es intransitable. Para salir se tiene que llevar las botas o zapatos en las manos. Quienes tienen caballos transportan sus productos en ellos y quienes no, tristemente, deben observar cómo sus cosechas se dañan.
Falta de atención médica
Mientras ordeña con rapidez y habilidad, Ramón comenta que le duele ver cómo cada invierno el queso se desperdicia, el maíz se apolilla, las frutas se terminan pudriendo en los mismos árboles, porque tener un caballo no soluciona todo. “No se les puede montar demasiada carga y el tiempo se duplica. Si en verano nos hacemos una hora de camino, en invierno demora 3 o 4 horas”, cuenta.
Aunque la pérdida de los productos es importante, a Ramón como al resto de moradores de La División, lo que más les preocupa en esta estación del año es el riesgo que corren cuando se enferman porque el Centro de Salud más cercano queda a dos horas. “Enfermarse aquí es terrible. Si el dolor es soportable, algún familiar sale a comprar el medicamento, pero si es algo grave hay que buscar gente, armar con cañas una especie de hamaca para llevar al hombro al enfermo y lo peor es enfermarse en la noche, porque aparte del camino hay que pelear con la oscuridad”, dijo.
Covid-19: un agravante más
En la misma situación de Ramón se encuentran otros agricultores; la falta de carreteras en buenas condiciones para llevar sus productos a la ciudad, se suma a la incertidumbre y consecuencias de la pandemia. A pesar de que el invierno ya comenzó a notarse con las fuertes lluvias, las autoridades de Chone no se hicieron presentes ni en el 2020, ni en lo que va de este año.
Evidentemente, a las autoridades se les olvida que los agricultores para la ciudad son historia, alimento, cuidadores del agua y de la montaña. Una persona podrá quedarse sin comprar ropa, sin darse lujos, pero no puede dejar de alimentarse. El campesino tiene ese valor agregado, sin el trabajo de ellos una ciudad no es posible. Pero de eso poco parece acordarse el Estado.