Por: Edison Pérez / @EdisonPerezz
Hay millones de virus, pero el más letal, es el de la corrupción. Ataca a todos los estratos sociales, como a los sistemas políticos, económicos y comunicacionales. Se propaga y fortalece en emergencias políticas, sociales, económicas, naturales y sanitarias. Desde el último retorno a la democracia hasta la fecha, fuimos testigos de varios brotes de este virus. En 1983, durante el Gobierno de Oswaldo Hurtado, con la sucretización de la deuda privada y en los sobreprecios en la importación de juguetes para los hijos de los miembros de la fuerza pública, además del proyecto de desarrollo en la Isla Santay.
El tráfico de influencias en los negociados petroleros y camaroneros en el Gobierno de León Febres Cordero permitió la huida de Joffre Torbay sindicado por actos de corrupción en la compra de 350 carros recolectores. El sonado caso Ecuahospital donde se contrató a una empresa para que “realice” servicios hospitalarios. Las denuncias de sobreprecios en la construcción de la vía Perimetral, la adquisición de un avión presidencial Fokker, el robo de obras de arte del Palacio de Carondelet y el execrable crimen de los hermanos Restrepo, también marcaron ese régimen.
En el Gobierno de Rodrigo Borja hubo dos procesos penales por peculado, uno en la importación de 342 toneladas de acero y el otro por el financiamiento del trasvase del río Daule a la Península.
En el Gobierno de Sixto Durán Ballén, el caso “Flores y Miel”, en el que estaba involucrada la nieta del Primer Mandatario, sin olvidar el bochornoso caso de los gastos reservados, que involucró al exvicepresidente Alberto Dahik.
En la la administración de Abdalá Bucaram se destaparon varios casos como el primer millón de “Jacobito”, el caso “mochila escolar” y la denuncia de robos de bienes y dinero en efectivo en sacos.
En el interinazgo de Fabián Alarcón, signado por la irregularidad y la componenda, se suman otros casos como el de la importación fraudulenta de ropa usada, la forma dolosa del manejo de los gastos reservados, las coimas en una de las garitas de la Comisión de Tránsito y los sobreprecios en la construcción de carreteras.
Todo lo anterior queda en nada si se compara con lo ocurrido con el feriado bancario de 1999 en el Gobierno de Jamil Mahuad. Este nefasto episodio dejó como saldo más de 2 millones de migrantes, un desfalco al Estado de 8 mil millones de dólares mientras el sucre desaparecía como moneda.
La administración de Gustavo Noboa, también estuvo salpicada por denuncias de corrupción en la contratación de un seguro para aviones de las Fuerzas Armadas con un sobreprecio que superaba los 4 millones de dólares.
En el 2003, el Coronel Lucio Gutiérrez, llegó al Palacio de Carondelet, con un discurso anti establishment; el mismo fue roto en los primeros meses de su mandato cuando se declaró como el mejor aliado de los Estados Unidos. Su administración estuvo llena de denuncias de nepotismo, actos de corrupción en las aduanas, en la adquisición de insumos para atender a los damnificados por la erupción del volcán Tungurahua. Sin embargo, la gota que derramó el vaso fue la alianza que hizo con el Partido Roldosista Ecuatoriano para indultar a su líder Abdalá Bucaram.
Después de una década de actos de corrupción, los ecuatorianos decidieron elegir a Rafael Correa como Presidente. Se mantuvo en el poder durante 10 años y en esa década también hubo denuncias de actos de corrupción en la construcción de carreteras, escuelas del milenio, hidroeléctricas, hospitales, plataformas gubernamentales con sobreprecios, como en lo relativo a la inversión de más de mil millones de dólares para aplanar un terreno donde se pensaba construir la Refinería del Pacífico y los supuestos sobornos con Odebrecht.
No obstante, en el Gobierno de Lenín Moreno las denuncias de corrupción también se han convertido en el denominador común, en especial durante la emergencia sanitaria. Por ejemplo, en el Hospital del Guasmo de Guayaquil se cobraba entre 30 y 300 dólares para que los denominados gestores delas morgues ayuden a los familiares de los fallecidos a buscar, localizar y retirar los cuerpos de sus allegados. En algunos hospitales las pertenencias de personas atendidas por COVID-19 desaparecían sin el menor remordimiento.
Otro de los escandalosos actos de corrupción son los sobreprecios en la adquisición de mascarillas N95 en el IESS a 12 dólares. Fue destituido por este caso, el director del IESS, que hasta ahora no tiene orden de detención. Además, el Paúl Granda siguió en funciones como si nada, recién el 4 de mayo el Presidente Moreno aceptó su renuncia irrevocable y nombró a Jorge Wated como el nuevo Presidente del Directorio del IESS.
Un día antes, se hizo pública la denuncia de otro acto de corrupción en el Hospital Los Ceibos del IESS, esta vez el sobreprecio estaba en la adquisición de 4 mil fundas para embalar los cadáveres de las personas que murieron por Covid-19. Lo mismo ocurrió en los hospitales del IESS de Guayaquil, Machala, Quevedo, Esmeraldas y Hospital Docente de la Policía en Guayaquil donde se adquirieron 400 fundas a un precio de 130 dólares cada una y 5 mil mascarillas N95 a10 dólares la unidad.
Pero esto no queda ahí, también se denunció sobreprecios en la compra de canastas humanitarias que quería adquirir la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos. Pero bueno, no pasará mayor cosa, debe estar tranquila la exfuncionaria perteneciente a las filas de Ruptura de los 25, grupo político al que pertenece la Ministra de Gobierno María Paula Romo y el Secretario de Gabinete, Juan Sebastián Roldán, ya que la Fiscal General, a través de twitter ya la absolvió.
A esto hay que sumarle que la misma Presidencia de la República realizó un contrato de más de 500 mil dólares para temas comunicacionales, esto en el mes de abril. Y como si fuera poco, en la casa de uno de los asesores del Asambleísta del partido de Gobierno, Daniel Mendoza, se encontraron más de 500 mil dólares en efectivo, armas de fuego y sellos de instituciones gubernamentales.
En definitiva, el virus de la corrupción se ha enquistado en todos los ámbitos y espacios de nuestras vidas que hasta se ha naturalizado. Es parte del paisaje de nuestra vida en democracia y con el convivimos.