Asesinato del alma – Opinión

Aminta Buenaño
Aminta Buenaño

Qué sucedería, si alguna vez abres tus redes sociales y encuentras que alguien ha colgado tus fotos desnuda/o, o peor aún, en actos deleznables y pornográficos que ofenden y destrozan tu reputación.

O que alguno, no sabes quién, desde cuentas falsas te persigue, te acosa, te denigra con falsas acusaciones y calumnias hasta hacer de tu vida un infierno. ¿Qué harías tú, que sabes que todo eso es falso? ¿Que no encuentras un autor o alguien que se haga responsable de tales acusaciones? Que se escudan bajo el anonimato cobarde y matón.

Que sabes que buena parte de las personas que circulan por las redes son crédulas e ingenuas y aceptan lo que les dicen. Y que, lamentablemente, la mayoría es cómoda y prefiere no investigar, no contrastar ni ir a la fuente, que la duda cartesiana no existe para ellos.

Publicaciones que juegan con el morbo despiadado y cruento de los mitos y prejuicios machistas. Y muchos bajo el maleficio de ese morbo se hacen eco retuiteando esas supuestas afirmaciones, validando esas infamias, normalizando los crímenes digitales que se cometen a diario.

Muchos dirán que eso les sucede solo a las/los que están metidos en política. Y no es verdad, un marido despechado, una novia rechazada, un envidioso, una odiadora, un amante rencoroso, un manipulador puede poner en circulación imágenes íntimas no consensuadas con la víctima, un psicópata de esos que desfilan por todos lados puede hacer maravillas con tu reputación, utilizar tus fotos y hacer que su imaginación abyecta cree un video con la ayuda de AI en donde seas la víctima inocente de una trama infame. Y de eso no se vuelve.

Esto no es un crimen cualquiera, aunque no es una agresión física, es un asesinato del alma, porque los que te acosan y te humillan ya no son solo los perpetradores de esas cuentas falsas, sino todo los que leen la calumnia y se hacen eco repitiendo esas infamias o aquellos que callan porque el virus de la duda fue incubado.

La violencia en línea es letal porque es expansiva y duradera. El mundo digital es global, sin fronteras, sin límites y puede permanecer todo el tiempo en el ciberespacio, destruyendo tu reputación y tu vida.
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Es realmente un mundo truculento estar tan expuesto a la barbarie en las redes sociales sin que haya una severa penalización frente a tanta ignominia. Las herramientas digitales pueden actuar como la horca o la guillotina por su capacidad de agresión y devastación psicológica, y nuestros niños y mujeres son muy vulnerables frente a este acoso. Porque el cuerpo de la mujer ha sido un territorio en que tradicionalmente la sociedad patriarcal ha cimentado toda su violencia y su misoginia.

Fue el caso de una joven abogada quiteña, de veintinueve años, inteligente, guapa, feminista. una mujer valiosa, que cometió el pecado de interesarse en la cosa pública y expresar su opinión ciudadana en redes. Que creía en la ley y la justicia. Que era una guerrera, pero también un alma muy sensible y noble. Fue sometida al ciberbulling, al acoso psicológico, a tal grado que fue conducida al suicidio. Se llamaba Mikaella Andrade y tenía una carrera y muchas ilusiones por delante; padres, hermanos que la amaban. Los acosadores eran mercenarios de tinta tapiñados en el anonimato abyecto y cobarde, que ahora con el escándalo de las revelaciones de los chats de Villavicencio por La posta, han sido develadas la identidad y las pruebas de la participación de aquellos en el bullying. Y así como  ella, a cuántas no les habrá pasado algo semejante.

La antropóloga y escritora feminista, Rita Segato, dice que detrás de las agresiones contra las mujeres hay “una hermandad masculina, una cofradía, un club de hombres… capaces de controlar un territorio que es el cuerpo de las mujeres, que es su primera víctima ese cuerpo”. Los perpetradores del acoso a Mikaela no eran unas personas corrientes, sino (¡oh, sorpresa!) conocidos y polémicos periodistas de la localidad, integrantes de un portal de periodismo de investigación, muy machitos desde el anonimato de troles y cuentas falsas para perseguir y atacar a voces disidentes, activistas y mujeres políticas.

El ciberacoso no es un delito neutro en cuanto al género, afecta de manera exponencial a las mujeres y niñas, porque esta violencia digital no está aislada de la que se expresa en las calles o al interior del hogar. Es un brazo armado, una extensión de la violencia física y psicológica que vivimos en la sociedad solo por el hecho de ser mujeres. El objetivo que buscan los perpetradores es callar, amordazar, atemorizar para limitar nuestra autonomía  mediante el amedrentamiento y la intimidación; que las mujeres no tengan voz, ni incidencia en la vida pública. Que mujeres inteligentes y capaces no entren a pelear los espacios, porque el temor de ser deshonradas puede ser mayor que su deseo de participación, como hemos visto que ha ocurrido con muchas de ellas. Porque, a veces, el garrote digital es más doloroso que la violencia física.

Un estudio de las Naciones Unidas del 2015, sostiene que “el 73% de las mujeres han vivido alguna forma de violencia de género en línea, mientras que el 61% de los atacantes eran hombres (UNBC, 2015). Otras fuentes señalan que el 23% de las mujeres han experimentado acoso en línea al menos una vez en su vida, y se estima que una de cada diez mujeres ya ha sufrido alguna forma de ciber violencia desde los 15 años de edad (REVM-ONU, 2018, párr. 16; EIGE, 2017:3; Al, 2017)”.

El patriarcado cree que la mujer es inferior al hombre y que el cuerpo de la mujer le pertenece. Entonces, mira como un crimen la demanda de igualdad que aunque la acepte dientes para afuera, hay un muro de negación en su mente. ¿Cómo es posible que esa mujer se atreva a debatir y a ponerse en planos de igualdad? Como en el patriarcado se sublimiza la honra, la virtud de la mujer, lo primero para destruirla es mostrar que es deshonesta con su cuerpo, que es puta. Por eso, cuando entra en la política no atacan sus ideas, agreden todo lo que concierne a su feminidad vista desde la mirada patriarcal: su cuerpo, su honra, su integridad.

Es lo que sucedió con la asambleísta Viviana Veloz Ramírez, actual presidenta de la Asamblea Nacional, quien se atrevió a cuestionar el poder político y económico de un expresidente, en “castigo” un portal de investigación pautado le creo con ayuda de la IA un video pornográfico falso buscando dañar su honra, deslegitimándola. Ese video en que supuestamente era la protagonista circuló en las redes violando su integridad y la de sus hijos. Gracias al desentrañamiento de los Chat del siniestro Villavicencio se ha podido conocer la trama perversa de cómo fue forjado este acto criminal.

En el caso de las mujeres políticas la violencia es atroz, puesto que son blanco constante de amenazas y agresiones en redes. Mujeres como Marcela Aguiñaga, Cristina Reyes, Paola Cabezas, Mónica Palacios, Ana Galarza, Paola Pavón, Verónica Abad, Luisa González, entre otras, tienen historias de terror que contar; pero sobre todo poseen valentía y coraje para enfrentar y denunciar el carácter de estas agresiones y dar ejemplo en un medio en que la justicia está cegada por el odio y el machismo.

Estos casos de acoso digitala las mujeres, a las ciudadanas activistas y políticas que se expresan en línea, van a seguir si no hay normas regulatorias claras para las redes. Por eso es plausible y merecedor de reconocimiento la decisión del padre de la activista Mikaela Andrade, el conocido abogado Washington Andrade Escobar, quien ha resuelto seguir un juicio a los acosadores de su hija para sentar un precedente en la justicia ecuatoriana y que estos asesinatos del alma no queden en la impunidad. Que estos seres oscuros paguen por sus fechorías como ejemplo para otros. A esta valiente y justa causa deben unirse todas las organizaciones de mujeres e instituciones que defiendan nuestros derechos.

Sobre la autora

Aminta Buenaño
Aminta Buenaño

Aminta Buenaño, distinguida escritora ecuatoriana, diplomática y profesora universitaria, es la mente creativa detrás de una emotiva reflexión navideña que captura la magia de las festividades y la importancia de la solidaridad. Con una carrera literaria rica y reconocida internacionalmente, Aminta combina su maestría en género con una profunda experiencia política, destacándose como asambleísta nacional, vicepresidenta de la Asamblea Constituyente y embajadora en diversas naciones. Su incansable lucha por la igualdad de género y los derechos sociales ha dejado un impacto inspirador en la sociedad ecuatoriana, consolidándola como una voz fundamental en la literatura y la diplomacia. Con mente abierta y pluma valiente, Aminta sigue siendo una figura esencial, compartiendo su sabiduría y perspectiva con el mundo.

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