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Artes y alma del Verano Quiteño | Opinión

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Por: Alexis Ponce

Se acepta, entre los incontables conceptos de “arte”, que no es sino “una expresión de la creatividad humana, manifestada en obras que solo pueden ser apreciadas por los sentidos”. Si esas manifestaciones, así en plural, es decir las artes, “retratan o imitan la naturaleza y una realidad circundante”, también “expresan al pensamiento y las emociones de una época”.

El término “arte” intima con la palabra cultura, que es vasta porque integra todas las manifestaciones colectivas de la vida de un pueblo, sus valores y costumbres, sus creencias y tradiciones; en una palabra: la identidad de una sociedad y su tiempo, de una geografía y su gente, y ello incluye su forma de ser, su credo religioso, su comida, su humor, su historia y hasta sus dichos coloquiales.

Por otra parte, verano es no solo una breve palabra de tres sílabas en español, originada en el latín veranum y que literalmente significa “final de la primavera”, sino que es el tiempo del concluyente esplendor del sol, sobre todo en el centro ecuatorial del mundo, que se retrata en dos estaciones: un tiempo de sequías y un tiempo de lluvias. Y en una ciudad como la nuestra, sequías y lluvias, soles y aguaceros, hay por decenas caprichosas en un mismo día, a veces a pocos metros de distancia, casi como García Márquez resume el condenado clima de Nuestra América en Macondo.

Quizás no tendremos, para melancólica desventura paternal por mis guaguas, que no lo han visto ni olfateado de manera presencial hasta hoy, un invierno de copos de nieves poéticas y juguetonas, como en el Norte hemisférico, ni tampoco miles de hojas de un rojo encendido, caídas bajo los árboles en el romántico otoño parisino; aunque el cambio climático y sus significativas transformaciones impensables, dramáticas todas, sean la otra cara del mundo y del Ecuador en este siglo.

Más tenemos, sí, bendecidos, pero no gratos, un espectacular verano, cálido, caliente y ventarronero, con el sol siempre generoso, salvaje, bello. Ese sol en la capital ecuatoriana no es avaro, como lo es en Estocolmo o Kalamazoo, una ciudad estadounidense en el Estado de Michigan, casi en la frontera con Canadá donde una tarde me perdí en plena tormenta de nieve, hace décadas, jurándome no volver a aventurarme solitario cerca del anochecer en navidad, jamás bajo la nieve de ningún pueblo nórdico, mientras pensaba en mis hijas y su derecho a ver la nieve un día o sentir el otoño y sus castañas, como Jack London imaginaba a sus personajes pensando en la forma digna de morir en plena helada.

Con nuestra Quito, ese par de europeos ejemplares que fueron Humboldt y Bonpland se encariñaron desde un enero de 1802 en que llegaron a ella. En carta a su hermano, Alejandro Von Humboldt, el europeo que Bolívar más respetó y quiso, le escribió en noviembre de ese año: “Pese a los horrores y peligros con que los ha rodeado la naturaleza, los habitantes de Quito son alegres, vivos y amables. Su ciudad sólo respira voluptuosidad y lujuria, y en ningún lado como allí reina un gusto más decidido y general de divertirse. Así es como el hombre se acostumbra a dormir apaciblemente al borde de un precipicio”.

Hoy, 222 años más tarde, Quito se deja acompañar de las artes, masivamente populares y ciudadanas en cada verano. A riesgo de equivocarme, ya es posible citar que nuestra bella Quito, así en singular femenino, entre los meses de junio y septiembre, es una ciudad de veranos y artes a la vez, entronizadas ambas palabras en la memoria actual de su pueblo. En el 2024, con el liderazgo de una alcaldía joven, solidaria y eficiente en tantos campos, es posible contradecir al querido maestro de juventudes Benjamín Carrión cuando a finales de la década del ’50, describió así a la ciudad: “Quito es (…) una ciudad triste y patética”.

Siempre hay que conocer el contexto de todo: de ambos años, 1802 y 1959. Quito se preparaba en la primera fecha para su Primer Grito por la Independencia; en las casas de los quiteños de alcurnia (y de clase media podríamos añadir ahora, en esta era en que la élite no lee discursos revolucionarios sino que celebra los tuits de un Milei), Humboldt halló que, en sus bibliotecas, leían con entusiasmo la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y otras publicaciones entonces incendiarias y siempre humanistas de la Revolución Francesa, en aquel tiempo prohibidas bajo pena de muerte o prisión, en todo el continente,  bajo el látigo y el calabozo español. Y en 1959, la segunda fecha, Ecuador vivía un momento político y social triste y patético, bajo el gobierno conservador de Camilo Ponce Enríquez, que aquel año perpetraría la masacre de Guayaquil y Portoviejo a la orden de “Tirar a matar”, por pánico a un “Bogotazo” en el país. Pero Quito en esos años estaba administrada por sectores progresistas que llevaron a la Alcaldía a Carlos Andrade Marín y Julio Moreno Espinosa.

En “Cultura Popular, Vida Cotidiana y Modernidad Periférica”, Eduardo Kingman Garcés (Quaderns, 2009, FLACSO-Ecuador), cita: “La vida popular urbana en los Andes se caracterizó, hasta avanzado el siglo XX (y en algunos lugares hasta hoy), por un fuerte sentido social. No sólo se vivía de cara al público, sino que se participaba de una gran cantidad de actividades públicas”.

El 21 de junio arrancó el ‘Verano de las artes, cultura y deportes’ 2024, una iniciativa en la que prácticamente todo el Distrito Metropolitano activa propuestas culturales generadas desde los territorios rurales y urbanos. Esta vez puso a disposición de las quiteñas y quiteños, más de cuatrocientos eventos en parques, plazas, casas somos, centros culturales y museos de toda la capital.

De junio a septiembre la Alcaldía junto con la Secretaría de Cultura y las diez Administraciones Zonales propusieron 81 actividades artístico-culturales, entre ellas diez celebraciones del Inti Raymi, una obra escénico musical y treintaitrés encuentros infantiles.

El ‘Verano de las artes, cultura y deportes’ se vivió y vive en septiembre con la presencia de artistas y gestores culturales en todas las actividades organizadas con el fin de generar mecanismos de apropiación ciudadana del espacio público, fortalecer el tejido social y la activación económica cultural y local.

Toda la programación del verano está disponible en: https://quitocultura.com/

Vamos, vayan, asistamos, asistan. Que la vida es breve y la alegría es la única herencia que la cultura y las artes nos comparten antes de irnos.