Quito, 28 ago (La Calle).- El Corazón es un volcán erosionado carente de nieve que resulta atrayente para los andinistas que buscan aclimatación, ubicado en la parroquia de Alóag, en el cantón Mejía al sureste de Quito.
Desde hace 30 años, en conmemoración a la parroquialización de Alóag, un grupo de andinistas y aficionados ascienden al Corazón, cuya actividad marca el inicio de las fiestas de la parroquia.
Sin embargo, la actividad quedó suspendida a causa de la Pandemia por Covid-19, en el 2020.
Dos años después, el pasado jueves 18 de agosto con la presencia de autoridades y habitantes del lugar se reanudó el ascenso.
Entre aplausos, risas y lanzando voladores, siendo las 9:17 am, en el parque central de Alóag se dan las primeras indicaciones y se lleva a cabo una ceremonia religiosa para bendecir al grupo de 41 escaladores y pedir que regresen a salvo.
Posterior a ello, a las 10:34 am, cubiertos por un resplandeciente sol y el cielo completamente despejado, el grupo es trasladado en un bus durante 16 kilómetros hacia el lugar donde inicia el ascenso al Corazón.
Ceremonia para pedirle permiso a la montaña
Ya en el lugar, los guías realizan una ceremonia que tiene como objetivo pedirle permiso al cerro, pues según los conocedores del tema, de no hacerla existe la posibilidad de que él no les permita el acceso, haciendo que de un momento a otro el clima cambie o provocando que pierdan el camino.
“Te pedimos con toda reverencia, permite que los jóvenes y niños se maravillen de tu paisaje, que tengan energía para tener salud, tranquilad y paz en nuestros hogares y trabajo. Y de la misma manera que nos permitas entrar. Apu Corazón, juyayay, juyayay”, expresa Antonio Morales, uno de los andinistas expertos, durante la ceremonia.
Una vez terminado el ritual, el reloj marca las 12:00 del mediodía e inicia el ascenso. Al ser un grupo integrado con varias personas, los guías optan por distribuirse, unos a la cabeza, otros al medio y otros al final, buscando la seguridad de todos.
Transcurso del ascenso
En el transcurso se puede observar como la vegetación cambia, a lo lejos se divisa varios volcanes como el Cotopaxi y el Antisana, al igual que varias montañas que rodean la Cordillera de los Andes.
El aire se vuelve más puro, solo se puede escuchar el trineo de las aves y unos cuantos ruidos de los animales que se esconden entre la paja que cubre todo el camino.
Los guías establecen que los descansos serán cada 30 minutos, en estos se podrá comer algo ligero y en preferencia algo dulce, pues al ascender existe el riesgo que la presión del cuerpo descienda.
La hidratación es constante y en su preferencia se evita hablar para no perder energías.
El calor incesante hace más pesado el viaje, pero lo vale. No todos los días se tiene la dicha de apreciar tan inigualable paisaje. Quienes conocen ya el camino se le es mucho más sencillo subir.
Sin embargo, para los que realizan la actividad por primera vez se les complica, el cansancio es evidente en su rostro, mientras que sus piernas empiezan a perder fuerza y cada paso es más pesado.
A la mitad del camino marca las 13:10 pm, se hace un corto descanso para tomar fotos y ver a los animales, además de apreciar como todo se hace mucho más pequeño, las casas, los terrenos, la ciudad en general, ya solo se puede observar cuadrados verdes, amarillos y negros.
El cerro regala el agua más pura a quienes lo escalan
Cuando el reloj marca las 14:02 pm, la primera parte del grupo hace su arribo al punto de descanso largo, donde aprovechan para almorzar. Los demás van llegando poco a poco. Todos comparten sus alimentos: atún, galletas, frutos secos, manzanas, mandarinas, plátanos, naranjas.
El lugar es conocido por los andinistas como «El ojo de agua», pues en este se encuentra una pequeña vertiente de las que todos beben. El agua que sale de ahí es emanada por del mismo cerro y se caracteriza por su pureza y por siempre permanecer fría.
Para llegar al punto final aún faltan varios kilómetros, así que el grupo retoma fuerzas y siendo las 15:12 pm continúa.
La neblina empieza a cubrir todo y poco a poco las gotas de lluvia empiezan a sentirse más grandes, pero todos los factores no son obstáculos para llegar hasta el objetivo.
Todos conviven pese a no conocerse
Tras 3 horas de camino, el grupo de escaladores llega al lugar donde pasará la noche conocido como “El Arenal”, característico por su terreno plano y arenoso.
Una vez ahí, el paisaje, pese a estar cubierto por la espesa neblina, es asombroso y un silencio profundo invade el lugar.
El viento sopla más fuerte y empieza a oscurecer, es momento de apresurarse a armar las carpas donde dormirán.
Pese a que no todos los integrantes del grupo se conocen, todos colaboran. Unos arman las carpas y otros encienden el fuego para poder preparar algo de comida y bebidas calientes para el frío.
Luego de la comida, al ser las 20:05 pm, todos se reúnen alrededor del fuego y quienes desean empiezan a contar chistes, historias y una que otra canción es entonada.
La gran parte del grupo está cansado, así que decide ir a dormir. Los que quedan, continúan con las historias. El viento cada vez sopla más fuerte, siendo las 22:03 pm, todos deciden descansar.
Es momento de regresar
A la mañana siguiente, la alarma suena a las 5:30 am. Todos buscan ser testigos del amanecer que de seguro en mucho tiempo no volverán a apreciar.
Los primeros rayos de luz empiezan a aparecer, tornando el oeste de un contraste de colores cálidos.
El reloj marca las 6:00 y el sol hace su majestuosa aparecimiento. Los escaladores proceden a recoger, limpiar y alimentarse en pocos minutos será momento de repartir.
Aunque no todos regresarán, pues no se ha alcanzado la cumbre aún y es momento de decir quienes seguirán caminando hasta lograrlo
“Quienes deseen llegar hasta la cumbre, puede ir y quienes no, vamos a regresar. No quiero que se arriesguen, así que solo los que se sientan seguros de poder avanzar, vayan”, indica Carlos Chicaiza, uno de los guías.
Una vez decidido, 29 escaladores regresan. Mientras que 12 buscarán llegar hasta el último punto. El grupo retorna, no sin antes fotografiar y grabar todo cuanto se pueda del lugar, buscando conservar el momento.
La hora ha llegado, siendo las 6:30 am empieza la caminata de regreso. Con mucha precaución el grupo desciende, pese a ya conocer el camino, lo más recomendable es fijarse en cada uno de los pasos que se da, pues la tierra húmeda provoca que las personas se resbalen.
Cerca de llegar al lugar de donde empezó toda la travesía, uno de los guías llama al bus que el día anterior los trasladó.
El reloj marca las 9:46 am y los 29 escaladores hacen su arribo a la entrada del cerro. Como muestra de agradecimiento, uno de los andinistas agradecen a la montaña por permitirles el paso y haber regresado sin ninguna novedad.
Ya en el bus, todo es algarabía y relatos sobre lo que más disfrutó cada persona de la escalada al Corazón, dejando atrás los 16 kilómetros antes recorridos. Todos descienden del bus a las 10:51 am.
Un grupo de moradores y autoridades los recibe. Entre aplausos, música y voladores retorna el grupo. Con una pequeña procesión avanzan hasta el parque central. Un homenaje y un refrigerio los espera.
“Sin duda, las experiencias vividas en el ascenso quedarán en la memoria de cada uno de los que fuimos parte de la actividad. Muchos la repetirán y otros la podrán recordar como una de las mejores cosas que hayan podido hacer”, expresa Edison Almeida, integrante del grupo.