Hubo un tiempo, neblinoso y gris, medieval, en que se perseguía a las mujeres. Se las acusaba de brujas, de armar aquelarres, de tener orgías con Satanás. Su destino era morir incinerada entre las lenguas voraces de las llamas. Era inútil defenderse pertenecían al sexo desobediente, aquel que había comido del fruto prohibido e incitado a pecar al ingenuo de Adán. Esos tiempos no han cambiado, se han hecho más sutiles, menos transparentes. El agujero negro del Medioevo emite sus señales radiactivas a la luz del siglo XXI. Ahora se las quema y asesina en las cloacas de las redes. Miles de trogloditas, muchos de ellos anónimos troles pagados para asesinar la “frágil” reputación de las mujeres, se inventan miles de patrañas hurgando, cómo no, en la vida personal íntima y familiar de las féminas, escudriñando con sadismo todo lo que en la vida real es motivo de orgullo para nosotras, como el ser madre soltera, ergo: ser una mujer valiente con ovarios corajudos para enfrentarse al mundo y luchar sola con y por su hijo, como lo fueron nuestras heroicas madres, abuelas y tatarabuelas cuyas cenizas veneramos. Es un delito ser madre adolescente en un gobierno neoliberal que ni siquiera se interesa por perseguir y castigar a los violadores de niñas, que encubre mañosamente a estos pederastas porque algunos de ellos conviven dentro de las mismas paredes de la justicia como abogados, fiscales, jueces y pájaros de mala calaña, recordemos el caso de Naomi Arcentales.
¿Hablar de nuestro intelecto, de nuestra capacidad, de nuestra inteligencia? ¿Para qué? Si solo hemos llegado a altos puestos por haber sido, putas, amantes y siervas sexuales del líder del partido. Solo tenemos la luz que nos proyecta, como sombras calladas y a su servicio. No tenemos méritos, estudios, inteligencia y capacidades, solo somos zombis, tontitas, marionetas manejadas al gusto y sabor del mandamás del movimiento. Nosotras jamás gobernaremos, “siempre nos darán diciendo o haciendo”, porque según los cavernícolas que fungen de periodistas en las redes no pensamos ni tenemos ideas propias, estamos condenadas por el espeso machismo ancestral que hablaba hace siglos de “cabellos largos, ideas cortas”. Nuestros “vigorosos atributos extra políticos” son nuestras únicas armas, así como se pensaba hasta hace poco que nuestro único destino honorable era “la cocina y el matrimonio”. Y si eres bonita, seguramente eres tonta. A la lealtad, se la llama sumisión, claro muy propia de una mujer, según aquellos.
Todo el infierno de prejuicios se arma para desprestigiarla, desvalorizarla, minimizarla, especialmente si esta aspira a romper el techo de cristal y llegar al más alto cargo de gobierno: la presidencia de la república.
Las mujeres que hemos entrado en la política sabemos y conocemos las entrañas del monstruo, hemos probado sus sopapos despreciables, sabemos de sus iras viscerales, sabemos que nos atacan porque somos poderosas y no les tenemos miedo. Sabemos que nos dirán que somos irracionales, descontroladas, emotivas, locas, histéricas. Pero también conocemos que el único espacio en donde se cambian las cosas, en donde se puede mejorar sustancialmente al país, en donde podemos luchar contra la feroz violencia que nos azota y agrede diariamente y alcanzar el bienestar para nuestros hijos, es solo en el terreno de la política y estamos dispuestas a correr el riesgo.
A estos trogloditas que fungen de periodistas y que insultan diariamente atemorizados ante el inminente triunfo de una mujer hay que contestarles (bailando) con la letra de Shakira Te creíste que me heriste y me volviste más dura, las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan. Porque llegará el día en que tendrán que medir y moderar la lengua antes de vituperar e intentar destruir la reputación de una mujer.
Por eso, señor@s cavernícolas y machistas:
Llámenos putas, sumisas, zorras, mozas, tontas, como quieran; digan lo que sea de nuestro aspecto, ropa, conducta, etcétera; pero nosotras cuando lleguemos al poder les responderemos con educación y más educación con perspectiva de género, para que sus hijos, sus hermosos e inocentes hijos a los que amamos y merecen un futuro mejor, crezcan libres de esa tara de prejuicios que envenena el alma y destroza irresponsablemente a la nación.
Aminta Buenaño: Una Vida Dedicada a las Letras y la Diplomacia
Aminta Buenaño es una destacada escritora ecuatoriana, diplomática, editorialista y profesora universitaria. Máster en género, Univ. Rey Juan Carlos, Madrid. Cuenta con una formación en lengua y literatura española, así como estudios en género y comunicación cultural, ha dejado una huella significativa en la literatura y la política de su país. Su extenso catálogo literario incluye relatos, cuentos y periodismo literario, y ha sido reconocido tanto a nivel nacional como internacional. Además de su carrera literaria, Aminta ha sido asambleísta nacional, vicepresidenta de la Asamblea Constituyente y embajadora en España, Nicaragua y Barbados. Su enfoque en la igualdad de género y su incansable lucha por los derechos sociales han dejado un legado inspirador y significativo en la sociedad ecuatoriana. Con una mente abierta y una pluma valiente, Aminta continúa siendo una voz importante en la literatura y la diplomacia, compartiendo su sabiduría y perspectiva con el mundo a través de sus escritos y colaboraciones actuales.