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Abogados o hackers (opinión)

Por: Ramiro Aguilar / @ramiroaguilart

Ramiro Aguilar, ex legislador.
Ramiro Aguilar

En El Padrino, Mario Puzo tiene unas frases sobre los abogados que son todo un clásico. Desde aquella que dice: “Un abogado con su maletín puede robar más que mil hombres armados”; hasta aquella que pronuncian en una reunión de mafiosos: “Todos nosotros somos hombres de honor, por lo que no será necesario firmar documento alguno. Después de todo, no somos abogados”.

No hay nada más peligroso que un abogado suelto, un abogado sin principios; bueno quizá si hay algo peor que eso: un médico sin principios. En estos días en que decenas de miles de personas han sido despedidas tanto del sector público cuanto del sector privado, es bueno contar, a manera de anécdota, lo que les puede pasar si caen en manos de un mal abogado.

El señor A (a mis profesores les gustaba poner ejemplos con Gayo y Tacio, pero a mí me suena a tomar lista en un geriátrico así que vamos a usar las vocales) digo que el señor A es despedido de una compañía para la que trabajó 10 años.

Busca abogados para demandar el despido intempestivo pero el perfil que busca es del abogado pilas, el que le va a sacar la madre a su ex empleador. La comadre, la vecina, el primo y hasta el novio de la hija le dan nombres de abogados que son pilas y el señor A cae en manos del abogado B. Este acepta el caso y le pone una cantidad enorme como expectativa de indemnización de la cual va a cobrar un módico 35% contra resultados y con un anticipo de apenas trescientos dólares.

El señor A sale encantado de la consulta ya sintiendo en el bolsillo el peso de los dólares de la liquidación laboral. 

Emocionado por la cuantía de la demanda firmó sin leer detenidamente el contrato de servicios profesionales y una letra de cambio como garantía simbólica de los honorarios a cobrarse.

Para no hacerles largo el cuento, el señor A llegó a un acuerdo con su empleador y recibió de liquidación, lo que efectivamente por ley le correspondía y que era la cuarta parte de lo que le pintó el abogado pilas.

Cuando fue a pagar los honorarios, el abogado le dijo que en el contrato estaba muy claro que el porcentaje de honorario era sobre la cuantía de la demanda y no sobre lo que arregle, por lo que le debía casi todo lo que cobró de liquidación por todos sus años de trabajo.

Como el señor A se negó a pagar, el abogado B le inició un juicio ejecutivo con la letra de cambio que había firmado. Ahora el señor A tiene los bienes embargados y tiene que defenderse en el nuevo juicio.

En el ámbito penal la cosa no es muy diferente. Al estar en juego la libertad, es común que ante cualquier revés judicial las personas se asusten y busquen la opinión de otro abogado para que vea si el juicio ha estado bien llevado o no.

En este caso la abogada C que se sienta a leer el expediente desde la perspectiva de tener un nuevo cliente, habla muy mal del trabajo del anterior abogado y dice que ella lo haría mejor.

No les hago novela, la nueva abogada se encargó del juicio y los jueces no le aceptaron la fundamentación del recurso, algo que es técnica pura; con lo que se demuestra que lo único que quería era captar el cliente y ni siquiera pudo explicar jurídicamente las razones para interponer un recurso.  

No hay profesión donde la mala práctica sea tan común ni la competencia tan desleal. Cofradías de abogados y abogadas que juegan fútbol los sábados con jueces y fiscales o salen de tragos y colchones son los que están en la lista de los asistentes de los mismos funcionarios cuando demoran las causas en espera de que el justiciable apremiado les pregunte si conocen a un buen abogado que les pueda acelerar la sustanciación de la causa.

Todos estos son abogados sueltos. No necesariamente son abogados incompetentes, son solo ejemplos de una forma gansteril de ejercer una profesión muy controversial. “El abogado no es un técnico especialista; puede serlo y los hay, pero no cabe atribuirles ningún compromiso especial de servicio a la causa del Derecho en nuestra sociedad. Son buenos profesionales incluso podrán ser eficaces en la defensa de los intereses que les han sido confiados, pero su función vive alejada de los valores que a los abogados corresponde defender, desde el Derecho, al servicio del orden jurídico que delimita y llena de contenido a un régimen de libertad”, dice Miquel Roca Junyent en sus personales reflexiones sobre la abogacía.

Una admonición final: si usted busca el abogado vivísimo es porque es culpable; y en vez de un defensor, busca un hacker del sistema de justicia. Es muy probable que cuando sea demasiado tarde y costoso, usted deba acudir  a un abogado serio para que solucione los destrozos del hacker.

Al final de cuentas es un asunto de conciencia y de asumir responsabilidades. El enorme abogado francés Jacques Vergès decía: “Edipo, Challe, Eichmann, el pobre resignado que roba un pan y el marido “burlado” que mata a su rival, se defiende de la misma manera: son más las circunstancias que su persona lo que sitúan en primer plano. El acusado muestra sus llagas, sus debilidades, sus taras incluso y sus desventuras. En lugar de asumir su destino criminal, lo padece”.

Si usted es inocente, no sea además cándido, trate de usar el sentido común al momento de acudir a un abogado; no se olvide que de todos modos en el desierto de la justicia va a necesitar un baquiano confiable.