Radio La Calle hace esta breve presentación de la destaca trayectoria de una talentosa escritora, cuya pasión por las letras y el periodismo la ha llevado a recibir numerosos reconocimientos. Con una amplia gama de publicaciones, incluyendo cuentos, relatos y microcuentos, Aminta Buenaño deja una huella duradera en la literatura ecuatoriana.
Su último libro, «Un blues para Roberto», ha recibido elogios y ha sido presentado en diferentes países, consolidando su posición como una figura destacada en el ámbito literario y social.
A continuación compartimos doce microcuentos originales de esta destacada escritora.
MATRIMONIO ESTABLE
Los dos viven juntos, pero no se hablan. Educados, practican el viejo idioma de buenos días, amor; buenas noches, mi cielo. Sus ojos no se miran. Y cuando almuerzan, él mira el periódico; ella, la telenovela. Tienen 6 hijos y 40 años de matrimonio, una activa vida social y una orgullosa reputación de matrimonio sólido, cristiano y respetable.
LA ADOLESCENTE
Ella no sabe qué hacer con su vida. Lo tiene todo y no tiene nada. Ni siquiera le quedan los recuerdos. Es una adolescente de 60 años que de pronto se ha encontrado de bruces con su vida. Con la fatal responsabilidad de ella misma. Viuda reciente, sin hijos, sin trabajo, con un gato que le lame las manos; sin saber qué hacer ni qué decir. Su única ilusión es ver correr a los muchachos en el parque. La naturaleza es una gran pantalla tecnicolor por la que corren unos efebos de figura elástica y musculosa que pasan saludándola alegres con la mano. Ellos piensan: “¡Qué viejita tan dulce!” Ella solo los imagina en posición horizontal, relamiéndose en sus fantasías como el gato se relame las patas.
EL PERSEGUIDO
Estaba solo, no era un perseguido: Era un fugitivo. Huía de sus ideas, del cruel demonio que lo acusaba de un asesinato que nunca cometió, pero del que se sentía enormemente culpable. Las ideas se confabulaban, se apertrechaban, montaban guardia para no dejarle escapar. En las breves luchas en las que les hacía frente salía enormemente castigado, sin fuerzas. Cuando quería engañarlas, distraerlas, las más astutas doblaban guardia y le hacían señas obscenas, provocándolo.
Daba vueltas por su casa, se duchaba cien veces, intentaba dormir: Nada. Allí estaban para señalarlo en una maraña de acusaciones, de jueces implacables, de un auditorio oscuro que maldecía y pedía su cabeza. Tomó aliento: él era inocente. Lo demostraría. Pero aquellas ideas reían con sus colmillos palpitantes, con sus harapos desteñidos y con sus brazos largos lo apuntaban. Como un samurái tomó el cuchillo y se abrió el vientre. Mientras se desangraba al pie de la cama, el más implacable de sus jueces le susurró al oído: ¡Ahí está, culpable!
LA AMAZONA
Mi madre había vencido mil batallas. Era una guerrera. Se enfrentó contra el minotauro y salió ilesa del laberinto. Había sabido esperar como Penélope pero cuando regresó su Ulises le estampó una bofetada y lo dejó plantado, llevándose los hijos y hasta el perro. Mi madre miró cien veces atrás porque nunca tuvo miedo de convertirse en estatua de sal, ni escribió poesías como Safo porque siempre supo quién era. Desafiaba como nadie la voluntad de Zeus, mientras amamantaba a sus hijos como una loba mostrando sus colmillos. Nadie le ganó una pelea, pero el Destino, hijo del Caos y de la Noche, no admite el desafío de una Mujer. Le envió como a Prometeo un águila que le devorara las entrañas. Y solo con esa trampa, la derrotó en su último round.
EL ÚLTIMO MINUTO
Sentía que era el último minuto de su minuto de vida.
Lo pensó bien, tendría que hacer algo para que no lo olvidaran, pero experimentaba ese terrible dolor. Su mente era ágil, volaba, sabía que iba a morir. Era un hombre educado, bueno. Miró alrededor. Su esposa llorando, su amante detrás con un pañuelo en las manos. Sus hijos cabizbajos, esperando. ¿El testamento? La luz diluyéndose detrás de la figura del médico, los amigos, los curiosos. Lo pensó bien y no resistió más. Un estallido salió de su cuerpo y un hedor de bomba atómica inundó la estancia. Todos corrieron y el médico anunció:
Felizmente ha sido solo un cólico de gases.
MAÑANA
Todos los días la niña repetía como el abecedario: lo haré mañana. Tienes que estudiar exigía su madre: mañana, respondía ella. Lávate los dientes: ¡mañana! La pereza de la niña era del tamaño de un dinosaurio. El miedo a fracasar era el doble de su estatura y cualquier rechazo ella lo sentía como si fuera una afrenta poderosa, por eso la niña nunca se movía del sofá del cual estaba pegada como un cromo de revista. El médico la diagnóstico de autista, su padre de vaga y ella misma renunció a moverse por lo cual además de autista, la llamaron catatónica. Hasta que un día, cuando cumplió 15 años y parecía un vegetal, la niña comenzó a moverse y a reír y sus ojos se abrieron como dos pelotas frente al televisor. Las hormonas le jugaron una mala pasada: Se había enamorado de Brad Pitt.
LA DOLOROSA
Cada vez que pasaba por el cuarto y veía aquella Virgen Dolorosa con los mil cuchillos atravesados en su corazón se transfiguraba. Se sentía impotente y una luz como una zozobra vaga velaba su rostro. La fina cortina de sus ojos se desteñía y no alcanzaba a llorar porque no tenía tiempo, la cita estaba hecha. Volvió a ver el rostro de la Dolorosa cuya mirada sufriente la retenía, le recordaba a su madre y a su abuela y no lo pensó más. Tiró de la puerta y huyó. Afuera en la esquina la esperaba su cita. Él hombre cobró su parte, ella cobró la suya. Y cuando volvía para su casa, se dijo que quitaría ese cuadro para siempre, que era como tener viva a su madre, rogándole que no sea puta y que busque un trabajo decente.
BAJO UN ÁRBOL FLORIDO
Bajo un árbol florido ella se preguntaba por qué tenía miedo de todo. ¿Sería una enfermedad? No se atrevía a salir de casa por si llovía y había relámpagos. Nunca osaba invitar a nadie por temor a ser rechazada. Sonreía a medio mundo pidiendo veladamente su aprobación aunque una repulsiva serpiente de odio la estrangulaba. Sentía que no encajaba, que algo inadecuado tenía, como si una verruga grande le creciera en el rostro y nadie la percibiera, solo ella. Hasta que un día bajo ese mismo árbol florido se encontró con su otro yo. Este era desparpajado, extrovertido, creído de sí mismo y la miraba con conmiseración. Ella dialogó con él y por primera vez no se sintió extraña, era como si hubiera encontrado su media naranja y lo engulló hambrienta. Desde aquel día su madre dice que se volvió bipolar.
LA ANFITRIONA
Estaba vieja, muy vieja y ya no era tema de amor…, pero estaba enamorada. A los años había sentido revolotear su corazón como en los antiguos tiempos y un prurito se había agolpado en su entrepierna, desconcertándola. ¿Qué haría? No podía competir con aquellas alondras viajeras, tampoco con aquellas muchachas que se agolpaban tras su ídolo desbaratando sus sueños. Lo único que podía hacer era sonreír y atenderlo como una buena anfitriona.
El joven artista se conmovió al ver la solicitud con que aquella buena señora lo alojaba en su casa, lo acostaba y arropaba y la miró con el mismo amor con que miraba a su madre o abuela.
La mujer, derrotada por su error, pensó con orgullo: “Aún tengo esperanzas” Y le dio un beso de amor que él pensó de buenas noches.
DUDAS
¿Dudas de mí? Le preguntó el hombre a su mujer. Y ella negó tres veces con la cabeza pero se guardó una idea. El hombre abrió el refrigerador, buscó la comida congelada, la calentó en el microondas mientras dejaba que su mujer volviera a la cama. Prendió el televisor aunque era de madrugada y se quedó dormido en el sofá. Cuando despertó, su mujer se estaba yendo a la oficina y él corrió a alistarse para el trabajo. En la puerta se despidieron con un beso. Él le dijo: Te amo mucho, y ella le contestó apresurada: Yo también.
DOLOROSO EXTRAVÍO
Cuando la mujer caminaba por la calle tuvo la dolorosa consciencia de su pérdida. No era una pérdida cualquiera. Había perdido su corazón, sus sentidos. Su madre le había dicho tienes que volverte de piedra, en esta vida hay que ser dura. Triunfan los fuertes y no los débiles: El mundo es una selva. Y en esa selva había descubierto que la mejor manera de sobrevivir era atacando. Y era feroz y aguerrida y no le quedaba enemigo que derrotar, pero su último enemigo estaba allí, erguido frente a ella, en ese mismo instante. Y la atacaba por un flanco vulnerable. Alzó los brazos frente a una vitrina que duplicaba su angustia, miró a aquella salvaje mujer en guerra, la abrazó y se rindió.
GUERRA FRÍA
Ella siempre espera de él una sonrisa, una mirada tierna, unas palabras que repten por su cuello, por su vientre como una serpiente lujuriosa, hambrienta de caricias. Él es frío, distante, seco. El puente emocional se rompió hacía mucho tiempo. Lo trivial: otra mujer. Ella desapareció de sus vidas, pero el tono, la intensidad, la cadencia del amor se disolvió. Él dice que no se va por los niños. Ella tiene esperanzas: todo se arreglará. Los niños esperan que sus padres resuelvan: La guerra fría en esta casa es insostenible.